El nuevo Madrid de siempre
Ancelotti se enfrenta a su propia leyenda, al recuerdo reciente de un tiempo que difícilmente volverá, aunque nunca se sabe con el Real
No hace falta ser un lince para concluir, acertadamente o no, que el Real Madrid ha comenzado la temporada del mismo modo que terminó la anterior: jugando con las ilusiones de sus rivales. Los más viejos del lugar dirían aquello de que no se toca lo que funciona y debe ser por eso que, en los primeros partidos oficiales del presente curso, los blancos se han mostrado proclives a repetir ese embuste pasajero que los hace parecer frágiles hasta que ya es demasiado tarde para ponerse a rezar. Lo comprobaron ...
No hace falta ser un lince para concluir, acertadamente o no, que el Real Madrid ha comenzado la temporada del mismo modo que terminó la anterior: jugando con las ilusiones de sus rivales. Los más viejos del lugar dirían aquello de que no se toca lo que funciona y debe ser por eso que, en los primeros partidos oficiales del presente curso, los blancos se han mostrado proclives a repetir ese embuste pasajero que los hace parecer frágiles hasta que ya es demasiado tarde para ponerse a rezar. Lo comprobaron los alemanes del Eintracht en Helsinki, al amparo de un buen arranque y una mala interpretación de la histórica neutralidad finlandesa. Y lo sufrieron los aficionados del Almería —o de cualquier otro equipo que encuentre consuelo en los tropiezos del Madrid— tras el apurado debut liguero. “Hasta el final”, debería advertir la canción, “nada es real”.
No resultó un inicio de verano del todo agradable para los hinchas del Todopoderoso: en plena resaca de celebraciones, con un estadio reformulado en un nuevo modelo de la mítica Enterprise y media Europa temiéndose lo peor ante el avance implacable de su autoritarismo, al Madrid lo dejó plantado frente al altar aquel que debía ser la clave de bóveda en su nuevo proyecto de presente y futuro: Kylian Mbappé. Menudo disgusto para las familias, aunque la del francés lo haya disimulado razonablemente bien cubriéndose la cara con oro y platino. Esa unión frustrada tras meses de intensa preparación —son tantos los que empeñaron su palabra y prestigio profesional que en cualquier momento podrían constituirse en plataforma de afectados—, supuso una enorme decepción con la que el madridismo deberá aprender a convivir cuando el viento deje de soplar a su favor, si es que llega el caso.
Nos guste o no, el fútbol discurre por derroteros alternativos en cuanto se apagan las luces de los estadios y la euforia de las grandes noches comienza a caducar, que suele ser a la semana siguiente. Es la ley indiscutible de un negocio que tiene en el mañana la cura perfecta para los males del ayer, por eso se le compara tan a menudo con la religión. Como en una mala advertencia de bolero, todo lo vivido importa, todo lo bueno está por vivir. Y no existe canción más difícil de replicar que la historia misma del Real Madrid, donde todo se discute a ritmo de un “quizás, quizás, quizás”. Lo sabe bien Carlo Ancelotti, que ha vivido como pocos los afectos cambiantes de un club que nunca se para, que pocas veces respira, que abraza para engullirte.
El italiano se enfrenta a su propia leyenda, al recuerdo reciente de un tiempo que difícilmente volverá, aunque nunca se sabe con el Real. Sus mejores futbolistas acumulan otro año más de cicatrices y los más jóvenes parecen muy alejados de semejantes estándares de calidad a excepción de Vinicius, que nació a los cuarenta años y parece vivir la vida descontando. Además, se intuye un cierto cambio en el modelo que ya veremos dónde empieza y dónde termina. Los fichajes de Casemiro, Modric o Kroos acercaron al Madrid a una especie de cruyffismo adaptado que no parece vaya a tener continuidad en las botas de futbolistas de amplio espectro como Valverde, Camavinga y, especialmente, Tchouameni.
En cualquier otro club hablaríamos de una renuncia casi fatal, pero a estas alturas de la película nadie sabe a ciencia cierta qué es, exactamente, el Real Madrid, ni siquiera la NASA. A veces parece un animal mitológico y otras, una recopilación de las mejores viñetas de la Rúe 13 del Percebe lo que, sospecho, le confiere gran parte de su fortaleza: si te muerde, pierdes; si te ríes, mueres.
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