Aspereza sin premio entre Athletic y Valencia
El equipo de Bordalás resiste el acoso final del de Marcelino después de controlar con sus armas el ritmo del partido
Todo era plácido en San Mamés, menos el fútbol, áspero como el papel de lija. Desagradable; un partido de los que ponen de los nervios a los aficionados. Se fue el Valencia con una sonora pitada después de arrancar a mordiscos un empate sin goles en un espectáculo que no lo fue, porque el equipo visitante no quiso y el Athletic no pudo a pesar de intentarlo hasta el último suspiro.
En Bilbao no dan crédito. Partido de sábado primaveral por la tarde, a buena hora, con el Athletic, además, en buena posición como para asaltar Europa; casi inaudito jugar sin focos, sin miedo a que se apague...
Todo era plácido en San Mamés, menos el fútbol, áspero como el papel de lija. Desagradable; un partido de los que ponen de los nervios a los aficionados. Se fue el Valencia con una sonora pitada después de arrancar a mordiscos un empate sin goles en un espectáculo que no lo fue, porque el equipo visitante no quiso y el Athletic no pudo a pesar de intentarlo hasta el último suspiro.
En Bilbao no dan crédito. Partido de sábado primaveral por la tarde, a buena hora, con el Athletic, además, en buena posición como para asaltar Europa; casi inaudito jugar sin focos, sin miedo a que se apaguen, como contra el Atlético; con una suave brisilla corriendo por las gradas. Como para quedarse a hacer pícnic en el césped al terminar.
Además salió Ricardo Bochini a recibir su premio a la fidelidad, y algo se les pegará a los futbolistas, se podía pensar. Pero no se les pegó nada, y se pegaron todos: mucho empujón, mucha obstrucción, algún golpecito desequilibrante. Y el Athletic intentaba jugar con ritmo, pero el Valencia incomodaba, paraba el juego, y los bilbaínos entraron al trapo, como les ha sucedido en otros partidos ante el equipo de Bordalás.
A Muniain no le dejaron revolverse; los Williams parecían atados a una cuerda invisible que no aflojó ni un momento. Yuri lo intentó todo por la banda y no le salió nada, y a esto, los visitantes, cómodos, ordenados y sin prisas, jugando con la ansiedad que puede aparecer de un momento a otro, con un centro del campo sólido y una línea defensiva eficaz y permeable.
Todo fueron escaramuzas aisladas, más inquietantes en el área de Mamardashvili que en la de Unai Simón, pero al menor de los Williams le faltaba tino y a su hermano y a Raúl García, precisión. Allí, por el área, reinaba imperial Gabriel Paulista hasta que se retiró lesionado y dejó su plaza a Guillamón, otro soldado de Bordalás, que acabó expulsado, aunque en el descuento del descuento.
La segunda parte comenzó igual y acabó peor para el Athletic, con sus futbolistas crispados, aunque el árbitro, con buen criterio, decidió que cada lesión, y hubo muchas, de algún jugador del Valencia, debía resolverse con la salida de las asistencias y el futbolista en la banda. El fútbol desapareció casi por completo, y sólo volvió a asomar con una cabalgada de Williams que le sacó el portero y el toque a rebato del Athletic en el descuento. Pero el marcador acabó como empezó.
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