Y John Stockton pasó por Estepona
Laura, hija del mítico base de la NBA, revive su experiencia en el club malagueño de baloncesto, donde su padre fue a verla jugar hace unos días
El pabellón José Antonio Pineda tiene capacidad para 250 personas. Es propiedad del Club de Amigos del Baloncesto Estepona Jardín Costa del Sol, una modesta entidad malagueña que nació en 2003, se paralizó en 2011 y fue refundada por padres y madres en 2013. En esa pista juega el equipo femenino que ha acabado sexto en la Liga Challenge, la segunda división española. Allí, en un banquito de madera sin respaldo, en primera fila, con pantalón corto y polo azul claro, se sentó hace dos semanas un mito. ...
El pabellón José Antonio Pineda tiene capacidad para 250 personas. Es propiedad del Club de Amigos del Baloncesto Estepona Jardín Costa del Sol, una modesta entidad malagueña que nació en 2003, se paralizó en 2011 y fue refundada por padres y madres en 2013. En esa pista juega el equipo femenino que ha acabado sexto en la Liga Challenge, la segunda división española. Allí, en un banquito de madera sin respaldo, en primera fila, con pantalón corto y polo azul claro, se sentó hace dos semanas un mito. John Stockton, legendario base de Utah Jazz durante 19 temporadas (solo se perdió 22 partidos entre 1984 y 2003), 1,83m, 10 veces All Star, miembro del Salón de la Fama, oro olímpico en 1992 y 1996, todavía hoy el hombre con más asistencias (15.806) y robos (3.265) en la historia de la NBA, era entonces un padre de 60 años viendo jugar a su hija.
Con el número 0 y el apellido Stockton en la camiseta, Laura, 26 años, 1,76m, también base, dirigía los ataques del Estepona en la ida de los cuartos por el ascenso contra el Vantage Towers Alcobendas. Perdió su equipo (60-68) y no pudo remontar en la vuelta (70-57), partido al que también acudió el exjugador, el pasado sábado. Fin así, por ahora, a la aventura española de Laura Stockton, que fichó por el club malagueño el pasado enero y ahora está pendiente de su futuro el próximo curso.
“No tengo planes ahora mismo. Toca volver al trabajo y ver qué pasa la temporada que viene”, comenta la jugadora por teléfono, ya desde Estados Unidos. “He disfrutado mucho en España y en Estepona. Me encanta y es una opción para volver. Lo que más me ha gustado es que me recuerda a casa [nació en Spokane, en el estado de Washington] y no hay una gran diferencia cultural. La gente es muy simpática. En España son muy cercanos. He vuelto a tener la sensación que tenía en el instituto y que me hizo disfrutar”, cuenta Laura Stockton.
La segunda chica entre seis hermanos se formó, como su padre, en la Universidad de Gonzaga, donde fue la mejor asistente. Desde allí saltó al Herner TC, en Alemania, arrastrando una grave lesión de rodilla, y luego a la liga de Puerto Rico antes de aterrizar en España. Le convencieron “la playa y el sol” de Estepona, y también la experiencia de su hermana Lindsay, que hace cinco años jugó en Cantabria en tercera división. Sobre la pista, 15 partidos disputados con el Estepona con unos promedios de casi 22 minutos, 7,3 puntos, 2,3 rebotes y tres asistencias por encuentro. “Me defino como una jugadora que quiere ganar por encima de todo, que quiere aportar puntos y estadísticas y que está preparada para ser titular. Sin duda soy muy, muy, muy competitiva”, se define.
La sombra del legendario base de Utah, el hombre a quien los Bulls de Jordan apartaron del anillo, siempre ha estado presente. “Me gusta pertenecer a una familia de baloncesto. Es una bendición para mí, aunque he pasado dificultades por ello. Siempre me han comparado con él y eso a veces es difícil, además jugando los dos de base y buscando la asistencia, pero intento ser yo misma y disfrutar con lo que me gusta. Soy una apasionada del baloncesto, en parte, por mi familia. Es muy divertido poder hablar con mis hermanos y hermanas, que también juegan fuera. Mi padre no se mete mucho en mi juego salvo que yo le pida consejo. Es mi fan número uno, siempre me apoya y me da ánimos. Es simplemente perfecto, no puedo pedir más”, comenta la jugadora.
John Stockton y su mujer aprovecharon la celebración de la Semana Santa (son muy religiosos) para acudir a España. El histórico base no se perdió un entrenamiento y charló con el técnico del Estepona, Antonio Pernas, sobre las diferencias entre el juego en Estados Unidos y en Europa. También tuvo que firmar un montón de autógrafos y cumplir con la petición de hacerse fotos cuando acudió el partido de cuartos contra el Alcobendas para ver a su hija, aunque la visita a España de uno de los grandes nombres en la historia de la NBA pasó públicamente desapercibida.
He pasado por dificultades por las comparaciones con mi padreLaura Stockton
“Cuando llegó Laura se armó un buen revuelo con ese apellido”, cuenta Pernas, el técnico. “Es muy joven aún, acabó la Universidad hace dos años y el juego en Europa es diferente al de allí. Aquí se juega más cinco contra cinco. Laura es un poco individualista, busca los puntos que no buscaba su padre, pero, igual que él, es muy inteligente, capaz de ver el hueco, de ver ventajas, anticiparse a la defensa y encontrar a la compañera. Tiene mucha proyección, ha sido un gustazo entrenarla”, añade Pernas.
Fuera de la pista, compartió piso contra otra base del equipo, Gema García, aprendió algunas palabras de castellano y en los últimos días había cogido ya “algo de moreno” en la piel. “Me ha gustado mucho el buen tiempo que hace en el sur. Siempre hay diferencias en todos los sitios donde he jugado, Estados Unidos, Alemania, Puerto Rico y España, pero eso no es malo. Una vez te adaptas es muy emocionante jugar en diferentes ligas y países, porque siempre suman algo nuevo a mi juego y mi filosofía, además de a nivel personal”, recita Laura en su álbum de recuerdos. Cada desplazamiento, además, era una oportunidad para preguntar por la cultura y la historia de España —por ejemplo se interesó por el Santuario de Lozoya cuando viajaron al País Vasco—. Ya de vuelta a su país, tramita el pasaporte comunitario, ya que su madre, Nada, tiene nacionalidad croata.
John Stockton se retiró cuando su hija Laura tenía seis años. Ella apenas recuerda nada de aquellas mágicas noches en el pabellón Delta Center, en Salt Lake City. Pero sabe lo que supone jugar con ese apellido en la camiseta.
Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.