Ancelotti: “Con el 0-3 ha salido la magia del Bernabéu”

El entrenador del Madrid destaca la importancia del estadio para levantar una situación casi terminal y alaba el compromiso y sufrimiento de su equipo

Rodrygo celebra con Benzema el 1-3 al Chelsea.Juanjo Martín (EFE)

Cuando todo acabó, se derrumbaron Benzema y Valverde, vacíos, tumbados sobre la hierba. Dejaron pasar unos segundos, y cuando se incorporaron, renqueantes, sobre todo el francés, se unieron a sus compañeros en la tarea de levantar jugadores del Chelsea que, en su primera visita al Bernabéu, acababan de caer abatidos por un embrujo, qué si no.

Después ya se fueron a dar la vuelta al campo, en otra noche absurda, aunque tal vez perfectamente esperable, como la del PSG, cuando Alaba, desatado, agarró una silla y la convirtió en icono. Mientras rodeaban el terreno de juego, la grada se rind...

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Cuando todo acabó, se derrumbaron Benzema y Valverde, vacíos, tumbados sobre la hierba. Dejaron pasar unos segundos, y cuando se incorporaron, renqueantes, sobre todo el francés, se unieron a sus compañeros en la tarea de levantar jugadores del Chelsea que, en su primera visita al Bernabéu, acababan de caer abatidos por un embrujo, qué si no.

Después ya se fueron a dar la vuelta al campo, en otra noche absurda, aunque tal vez perfectamente esperable, como la del PSG, cuando Alaba, desatado, agarró una silla y la convirtió en icono. Mientras rodeaban el terreno de juego, la grada se rindió otra vez a Modric. “Es un orgullo que griten mi nombre”, dijo mientras sostenía el trofeo de mejor del partido. Más allá, Rodrygo saltó la valla, se había quitó la camiseta y pareció dudar si seguir con los pantalones. Exprimía otro episodio de su conexión con la Copa de Europa, después de anotar el gol que despertó a la bestia. “El 0-3 nos ha liberado y ha salido la magia de este estadio, la magia de este club”, contó Ancelotti. “La magia ha ayudado a Carvajal a jugar como central, y lo ha hecho muy bien. Ha dado energía suplementaria para llegar a la semifinal”.

Benzema y Ancelotti se abrazan tras el partido.Foto: REUTERS/Susana Vera | Vídeo: REUTERS

El pase a Rodrygo le llegó de Modric, su padre según las bromas internas. Fue otra exquisitez clásica con el exterior derecho, en el momento más desesperado, cuando el croata decidió que iba a ganar el partido y convenció al Bernabéu de que le siguiera. De nuevo en un territorio conocido y emocionante: el Chelsea venía a remontar y el que terminó remontando fue el Madrid. “Nunca he dado el partido por perdido. En el Bernabéu nunca he pensado que estaba todo perdido”, aseguró Ancelotti a toro pasado.

Todo lo contrario que Tuchel, que en Londres, justo después de perder la ida (1-3) escenificó ante la prensa su rendición. Pero todo era sospechoso en el Chelsea, todo destilaba un aroma de ¿qué pretende? Desde esa carita triste del alemán en Stamford Bridge. Tuchel comenzó su plan de remontada al revés de lo que dicta el manual, por ejemplo el madridista: dándolo todo por perdido. ¿Quién podía remontar aquel?, dijo Tuchel esa noche. Fue el comienzo de una semana extraña en la que un tipo al que muchos futbolistas reprochan cierta falta de empatía parecía estar buscando cariño. Un par de días después siguió exhibiendo su duelo, como si le acabaran de dejar. Contó que al llegar a casa después de la derrota se puso el partido y empezó a comer chocolate, “una cantidad inmensa”, dijo. Incluso aceleró la velocidad a la que reproducía el encuentro en algunas fases, como si llegara justo a la escena en la que su pareja le decía no eres tú, soy yo. El alemán aparecía como un hombre hundido que subrayaba que el partido era en el Bernabéu, y contra el Real Madrid.

El Chelsea no había pisado nunca Chamartín, y Tuchel, que sí había estado allí en el banquillo del PSG, se propuso hacerlo lo mínimo posible. Ni siquiera lo probó la noche antes para el tradicional último entrenamiento antes de un partido de Champions. Se quedaron acuartelados en su ciudad deportiva. ¿Miedo? ¿Estrategia? Quién sabe.

Tampoco resultaba sencillo descifrar por qué obligaron al Madrid a cambiar de campo antes de comenzar el partido. Quizá querían devolver, punto por punto, todo lo que recibieron en Londres, donde Courtois provocó que ellos tampoco empezaran atacando donde acostumbraban. Casi lo hicieron.

El caso es que el Madrid sí parecía desconcertado. Se movía por su casa como si acabara de despertarse y durante la noche le hubieran cambiado de pared los interruptores. Vini Jr., por ejemplo, se largó a correr muy pronto por su banda izquierda, pero Tuchel se había llevado de allí a Christensen, a quien había martirizado en la ida. El brasileño corrió, entró en el área y centró con la izquierda, como en el primer gol de Benzema en Stamford Bridge. Pero Benzema no estaba allí. Allí no había nadie.

Ese pasmo del brasileño, del estadio entero, empapó al equipo, que no se espabiló hasta el 0-3, lugar en el que se vio dos veces, una de ellas anulada por el VAR. Entonces sí, perdido y desesperado, de nuevo en el lugar de quien necesita remontar, entonces se despertó esa magia a la que se agarra Ancelotti y todo pareció regresar a su sitio. Rodrygo marcó un golazo como los suyos de antes y Vini volvió a encontrar a Benzema. A Tuchel al menos le queda decir que tenía razón.

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