El Madrid siempre vuelve
Los blancos se imponen al Chelsea con un triplete de Benzema y un gran Valverde en Stamford Bridge, donde cayeron el año pasado, y encarrilan el pase a las semifinales
En la colección de iconos de las grandes noches del Real Madrid en Europa, se han incorporado en los últimos tiempos dos lances raros: los robos de Karim Benzema a porteros despistados —Ulreich del Bayern, Karius del Liverpool, Donnarumma del PSG y Mendy del Chelsea—, y las escenas de un Militão doliente que a duras penas aguanta erguido, pero se mantiene en el campo mientras su equipo resurge. Sucedió contra el PSG en el Bernabéu, y también anoche en Londres. Él se agarraba las costillas y Benzema...
En la colección de iconos de las grandes noches del Real Madrid en Europa, se han incorporado en los últimos tiempos dos lances raros: los robos de Karim Benzema a porteros despistados —Ulreich del Bayern, Karius del Liverpool, Donnarumma del PSG y Mendy del Chelsea—, y las escenas de un Militão doliente que a duras penas aguanta erguido, pero se mantiene en el campo mientras su equipo resurge. Sucedió contra el PSG en el Bernabéu, y también anoche en Londres. Él se agarraba las costillas y Benzema desplegaba un máster de remates de cabeza que desactivó cualquier rastro de recuerdo de la temporada pasada, cuando los blancos se deshicieron al contacto con la energía del Chelsea, como un bloque de hielo abandonado al sol. El Madrid olvidó eso, el 0-4 del clásico y el pobre partido de Vigo, y encarriló la eliminatoria de cuartos.
Antes de que se soltara el balón, el Chelsea puso sobre el césped un presentador: “Welcome back to Stamford Bridge (bienvenidos de vuelta a Stamford Bridge)”, que podía interpretarse como el guion de siempre, o también con cierto regusto evocador. Sobre todo visto desde el lado del Madrid, que la última vez que había jugado aquí lo había hecho con las gradas vacías. También pudo ser el anticipo de lo que le esperaba a Courtois, que dejó el club para enrolarse en el rival de la noche.
Cuando unos minutos después el belga se dirigió a tomar posesión de su portería, rugieron los abucheos del fondo norte. Bajo aquello, Courtois completó su ritual: dio con los tacos a un palo, luego a otro, y terminó colgándose brevemente del larguero.
El Madrid regresaba a Stamford Bridge, sí, pero como había anticipado Tuchel la tarde anterior, no se trataba del mismo equipo. Para empezar, porque Ancelotti había escogido once jugadores sanos. El año anterior, en mayo, Zidane salió con Mendy y Ramos sin estar recuperados, Kroos con pubalgia y Hazard lejos de lo que había sido. Y entre los once sanos de Ancelotti, Valverde, la pócima contra la falta de energía detectada en la eliminación del curso pasado, ese mantra.
Valverde hizo casi de todo por la banda derecha. Cuando el equipo defendía, se hundía hasta colocarse como lateral, en una defensa de cinco, que empujaba a Carvajal a situarse como tercer central. Cuando salían al ataque, se lanzaba banda arriba, de área a área, siempre con gasolina para regresar. Protegió a Carvajal, muy impreciso, y contribuyó a la salida.
El Madrid aguardaba recostado sin sentirse amenazado y cuando recuperaba el balón salía en estampida. Era el regreso a la confortable combinación bloque bajo-carrera en la que se había refugiado Ancelotti después de los primeros intentos fallidos de presión alta. Así llegó el primer susto al Chelsea. Un robo de Valverde, un pase a Benzema, que le devuelve de tacón para que el uruguayo lance a Vini Jr., que recorta y dispara al larguero.
Así vivía el Madrid, menos angustiado que el año pasado, mucho menos ahogado por un centro del campo ocupado al principio por Kanté, Jorginho y Mount. Encontraban muchas más salidas que la otra vez, con paciencia atrás, y acelerones a partir del medio del campo. De esa manera llegó el 0-1. Benzema mandó a correr a Vini, que le puso la pelota en la cabeza. El francés se sacó un remate potentísimo que heló el estadio y tranquilizó un poco a Ancelotti, preocupado por el doliente Militão, que había recibido un golpe en el costado derecho. Nacho calentaba ya en la banda.
De cabezazo a cabezazo
Con el brasileño todavía agarrándose las costillas, enseguida llegó el 0-2, otro cabezazo de Benzema, pero de un registro bien distinto. Modric le dejó caer un centro blandito, flotante, que el francés golpeó con sutileza mientras corría hacia atrás. Muy lejos de Mendy, con mucha delicadeza. El marcador acentuó la tranquilidad con la que el Madrid desplegaba su plan de espera, mientras el Chelsea llevaba el balón de un lado al otro. En uno de esos viajes del parabrisas, Jorginho colgó un centro a la espalda de los defensas y Havertz cabeceó el 1-2.
Tuchel movió fichas para regresar del descanso: Kovacic por Christensen, Ziyech por Kanté y paso a defensa de cuatro. No dio tiempo a que se supiera nada del efecto que podía tener el movimiento. La pifia de Edouard Mendy en un pase a Rüdiger la cazó Benzema, como siempre que un portero se duerme.
El Chelsea solo produjo unos minutos de inquietud y apuro al Madrid con la segunda tanda de sustituciones, cuando entraron Lukaku y Loftus-Cheek. Un par de ocasiones, un par de angustias en la salida, una parada de Courtois, y Ancelotti recargó las baterías: Camavinga por Kroos. Y se aplacó la rebelión.
Pero comenzaron los achaques, que más que para la noche de Stamford Bridge inquietaban para la del Bernabéu. Benzema y Valverde, los dos mejores, se fueron renqueantes al banquillo y se vio de nuevo de blanco unos minutos a Gareth Bale, el único que se fue al vestuario sin saludar a los aficionados madridistas. Quedaba un último ejercicio de resistencia que el Madrid superó con oficio. Tenía razón Tuchel: nada se pareció a lo del año pasado.
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