Los rebeldes rojos, el otro United
El club que se formó como escisión del Manchester conserva sus esencias
Con sus tejados de chapa, sus vigas de acero lacradas de rojo, su graderío para 4.400 espectadores teñido con los colores del club, y su coqueto revestimiento exterior, Broadhurst Park es el símbolo de una utopía hecha realidad en el suburbio de Moston, uno de los nichos de la clase obrera al norte de Mánchester, donde el paisaje lo copan el ladrillo visto de infinitas hileras de adosados. El nombre del FC United of Manchester, en la séptima división inglesa, luce y pres...
Con sus tejados de chapa, sus vigas de acero lacradas de rojo, su graderío para 4.400 espectadores teñido con los colores del club, y su coqueto revestimiento exterior, Broadhurst Park es el símbolo de una utopía hecha realidad en el suburbio de Moston, uno de los nichos de la clase obrera al norte de Mánchester, donde el paisaje lo copan el ladrillo visto de infinitas hileras de adosados. El nombre del FC United of Manchester, en la séptima división inglesa, luce y preside la fachada principal del estadio con el mismo orgullo con el que de una de las puertas de acceso cuelga una advertencia: “Somos hinchas, no clientes”.
El eslógan proclama el espíritu con el que el club fue fundado en 2005 mediante una iniciativa de crowfunding. Por entonces, unos 2.000 aficionados decidieron romper el cordón umbilical que les unía al Manchester United ante la entrada en el accionariado del club que adoraban de la millonaria familia estadounidense Glazer. “Fue muy difícil para muchos de nosotros porque el Manchester United fue, y para muchos sigue siendo, una gran parte de nuestras vidas y no puedes obviarlo, pero con el FC United mantenemos vivo el espíritu sin los peores aspectos del fútbol moderno”, explica Tim Browning, fundador de un club que es propiedad de sus aficionados, apodados desde su escisión los red rebels (rebeldes rojos). “Sabíamos que los Glazer no eran aficionados al fútbol, sino asaltantes corporativos que comprarían cualquier cosa con la que sintieran que podían ganar dinero. Hasta ahora le han sacado mucho provecho al club, subieron los precios e introdujeron un sistema automático de venta de entradas. Desde que se fue Sir Alex Ferguson, el éxito en el campo ha disminuido, pero aun así obtienen dividendos cada año, a pesar de que 17 años después el club todavía tiene una deuda de 400 millones de libras. Han alienado a la afición y están listos para llevar al United a la Superliga europea tan pronto como puedan, no por deporte, sino para ganar más dinero. Se echaron atrás la última vez, pero nos sorprendería mucho que no quieran ser parte del próximo intento”.
El apodo de los rebeldes rojos impregna camisetas que se comercializan junto a otras que llevan serigrafías rompedoras del tipo Punk Football. La indumentaria ha sido ejemplo de la democracia que impera en el club y de la sensibilidad hacia sus aficionados. Un año la entidad renunció a ingresar dinero con una nueva camiseta porque los hinchas prefirieron mantener la de la temporada anterior. “Tenemos una gran deuda que pagar para cubrir el coste del campo que terminamos en 2015. Unos 2.000 hinchas acuden al estadio, pero gran parte del dinero que recaudamos paga esa deuda. Tenemos más de 1.300 abonados, un récord en los últimos cinco años, pero lo que es más importante es que somos 3.000 copropietarios, lo cual es vital para nuestra democracia. Vendemos merchandising, recibimos donaciones, hacemos rifas y tenemos algún patrocinio, pero nunca hemos tenido un patrocinador en la camiseta. Tomamos la decisión de que no debería ser una valla publicitaria para alquilar. Sin embargo, damos la bienvenida a otros patrocinadores éticos”.
El relato de Browning es el de un aficionado orgulloso y feliz porque dijo basta a los imperativos de la industria del fútbol que le alejaban del purismo y las entrañables tradiciones que le animaban a acudir a Old Trafford desde niño. Desde 2005 no ha vuelto, asegura, “pero muchos de nuestros fans lo han hecho. Es difícil renunciar a años de apoyo y es una elección suya, aunque siempre son bienvenidos de regreso al FC United y algunos lo han hecho porque nuestra experiencia de ir al fútbol se basa en el lema por el aficionado y para el aficionado”. Durante los días que alumbraron la Superliga, ese eslógan fue asumido por la mayoría de los hinchas ingleses que frenaron el proyecto en las calles de la cuna del fútbol. “Los grandes clubes se han olvidado de que son parte de un ecosistema mucho más grande, y piensan que pueden quedarse con todo el dinero para su producto. Se olvidan de que el fútbol es el mejor juego del mundo porque a veces David vence a Goliat. La competencia es clave para que sea un juego atractivo de ver, pero quieren eliminarla para que sus cuentas bancarias ganen el máximo”.
La filosofía del FC United, que también cuenta con sección femenina, está en las antípodas de la Superliga. Es un club al servicio de sus aficionados y comprometido con la comunidad. “Queríamos desde un principio tener un club arraigado en su comunidad, y queremos que eso exista dentro y fuera de la cancha, siempre aplaudamos a nuestros jugadores, ganen, pierdan o empate. Nuestros entrenadores les dicen a los jugadores ‘Trabaja duro y diviértete’ y esas dos cosas son muy importantes y se traducen en los muchos voluntarios que tenemos, sin los cuales el club no podría funcionar. El trabajo debe ser hecho por nosotros mismos, y no podemos depender de un dulce papaíto para financiarnos”. Todos los jueves, en las instalaciones del club se imparten clases de tecnificación gratuitas para los chicos del barrio y la semana pasada hubo colecta de alimentos para enviar a Ucrania.
“Disfrutamos de la libertad que tenemos. Este fútbol es mucho más social, especialmente porque solo jugamos los sábados a las tres de la tarde y no te dicen unas semanas antes que un partido se cambia de fecha por el dios del fútbol en el que se ha convertido la televisión”, prosigue Browning. Con ese horario tradicional y fijo, en estos 17 años los seguidores del United FC recuperaron el costumbrismo de acudir a los pubs antes y después de los partidos sin penar por horarios intempestivos. “Nos gustaría pensar que hemos demostrado que los hinchas pueden dirigir un club con los mejores intereses a largo plazo y como activo de una comunidad. El fútbol es el juego de la gente, construido por los trabajadores durante más de 100 años y debemos evitar que las corporaciones se lo quiten, tomando el control y asegurándonos de que dure otros 100 años más”.
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