El Real Madrid certifica en Belgrado su crisis galopante
El conjunto de Laso sella ante el Estrella Roja su séptima derrota en los últimos 10 partidos (65-62), la cuarta seguida en la Euroliga, con otra oda al desatino (9 de 37 en triples)
El Real Madrid está tieso. Seco y desacertado como no se le recuerda en los 11 años de la era Laso. En la mítica Sala Pionir (ahora pabellón Aleksandar Nikolić), a dos kilómetros del Stark Arena —donde se disputará la Final Four entre el 19 y el 21 de mayo (después de que la Euroliga trasladara el evento de Berlín a Belgrado) y donde los blancos conquistaron la Décima en 2018—, el conjunto madridista certificó una crisis galopante. Entre el desacierto y la desconfianza, entre la espesura física y el bloqueo menta...
El Real Madrid está tieso. Seco y desacertado como no se le recuerda en los 11 años de la era Laso. En la mítica Sala Pionir (ahora pabellón Aleksandar Nikolić), a dos kilómetros del Stark Arena —donde se disputará la Final Four entre el 19 y el 21 de mayo (después de que la Euroliga trasladara el evento de Berlín a Belgrado) y donde los blancos conquistaron la Décima en 2018—, el conjunto madridista certificó una crisis galopante. Entre el desacierto y la desconfianza, entre la espesura física y el bloqueo mental, el duelo ante el Estrella Roja devino en otra oda al desatino (con un escandaloso 9 de 37 en triples y 16 pérdidas de balón) de un equipo infeliz y nervioso, hasta el 65-62 final.
Así llegó la novena derrota del equipo de Laso en los últimos 16 partidos, la séptima en los últimos 10. La número 100 del técnico vitoriano en la Euroliga. Número simbólico para un bache profundo. Un colapso sobrevenido en un mes y medio de bruma creciente. 45 días de nube negra en los que, intentando atajar a un Barça superior, los de Laso fueron perdiendo el ritmo, las ideas, la solidez, el estilo, la puntería, los automatismos y la solvencia. Llull se jugó la última posesión, pero el triple que hubiera forzado la prórroga no tocó el aro. La pelota voló en caída libre, como el Madrid de estos días.
El equipo de Laso, que hasta el 23 de enero lideraba la ACB y la Euroliga y había enlazado una secuencia de 21 victorias en 22 partidos, se ha convertido ahora en un equipo irreconocible en el fondo y la forma, en el juego y las sensaciones. Williams-Goss, Abalde, Hanga, Yabusele y Tavares se presentaron tensos en Belgrado, tan aplicados como desacertados (0 de 6 en triples en los primeros seis minutos, 6 de 21 en tiros de campo en el primer cuarto) en un quinteto inicial de rostros agarrotados. Sin embargo, los de Laso tuvieron la virtud de atar en corto a Kalinic (dos puntos al descanso) y, con eso y el dominio del rebote, se pusieron a competir entre la espesura (16-15, m. 10). Pero no bastó con la actitud. Ni Poirier por dentro ni Rudy por fuera encontraron los puntos necesarios para engrasar la maquinaria en los relevos.
Apenas dos triples de Llull y otros dos de Thompkins (4 de 20 para entonces) aportaron algo de alivio a la quebradiza moral del conjunto madridista, que reeditó de nuevo su atasco de cara al aro rival (31-26, m. 17). Los despistes de Heurtel y Williams-Goss certificaron los nervios en la sala de máquinas y mostraron las costuras del bando visitante, que llegó al entreacto con 11 asistencias y 10 pérdidas en la estadística, y más dudas que certezas en su hoja de ruta. Otro cuadro de dilemas y ansiedad, con muchos errores en tiros liberados, reiterados fallos de concentración, falta de solidez y ausencia de continuidad.
Para rehabilitarse de la derrota en la final de la Copa ante el Barça (59-64) —la tercera ante los azulgrana en menos de un mes— y del apagón histórico en Kaunas ante el Zalgiris (68-47; la peor anotación de los blancos en la Euroliga), el Madrid dispuso de 10 días sin competir. Sin ruido, para escapar del diván y la camilla. “El equipo estaba un poco agotado y necesitaba cargar las pilas”, reconoció Laso en la víspera del encuentro de Liga ante el Baskonia el domingo. “Hemos entrenado muy bien. Este tiempo nos ha valido para recordar cosas, descansar y recargar energías. Ahora hay que refrendarlo”, explicó el entrenador madridista. Sin embargo, lejos de marcar un punto de inflexión, los suyos certificaron la crisis aguda con otro pinchazo (72-80).
Un atolladero que se vuelve más grave conforme se acerca la foto: con la de Belgrado, ya son nueve derrotas en los últimos 16 partidos, ocho en los últimos 13, siete en los últimos 10… Datos que incluyen cuatro derrotas consecutivas en la Euroliga (con solo 57 puntos de media a favor), y cuatro derrotas ligueras seguidas en el WiZink, la cifra más alta en la era Laso. Los blancos no perdieron más de tres partidos en su cancha en la ACB en ninguna de las 10 temporadas anteriores. En esta ya van cinco: Gran Canaria, Barça, Andorra, Valencia y Baskonia. Una secuencia inédita marcada por el estrés que supone para los madridistas el mando hegemónico de Jasikevicus en el clásico (ya son 10 triunfos en 13 duelos —incluidas seis victorias en otras tantas visitas a la cancha del Madrid—) y la crecida de la vitrina culé.
Un agujero desde el triple
La Copa que ganaron los blancos en febrero de 2020 en Málaga, subidos a la moto de Campazzo, abrió un abismo. Aquella conquista sigue siendo el último título grande de los blancos. Desde entonces, hace ya dos años, dos Supercopas para ellos y dos Copas y una Liga para el Barça. Un desequilibrio acentuado en los duelos directos de esta temporada. A base de golpes de pecho, los de Laso lograron competir la final de Granada, pero la manta que abrigó una defensa brava no pudo cubrir un ataque alarmantemente enclenque. Entre las nueve derrotas en poco más de un mes, tres con guarismos famélicos: con 51, 59 y 47 puntos (y dos más en la franja de los 60 puntos). Con un agujero en el perímetro: 6 de 30 en triples ante el Fenerbahçe, 4 de 23 ante el Barça, y 1 de 15 ante el Zalgiris respectivamente (4 de 24 el domingo ante el Baskonia, con 48 puntos en juego y 24 tiros libres). Ante el Estrella Roja, 9 de 37 en triples (24%), con cinco aciertos de Llull y 0 de 7 de Rudy. Falta de puntos y de timón que han convertido el balance de inicio de curso de 34 victorias y cuatro derrotas en el 41-13 actual.
En Belgrado, los de Laso solo reaccionaron cuando se vieron ante otro abismo. Del 42-34 del minuto 25 al 43-42 con el que se cerró el tercer cuarto. Con Williams-Goss fuera de combate, tras llevarse un golpe en la mano izquierda, y Abalde, Yabusele y Thompkins lastrados por tres faltas. Con Tavares como eterno pero insuficiente sustento. Un suplicio en el que los triples madridistas se estrellaban en el aro (o ni eso) y los tiros libres se celebraban casi como goles de penalti ante la alarmante falta de acierto y fluidez. Al triple de alivio de Yabusele respondió Dobric con otro latigazo que permitió al Estrella Roja estirar su dominio en un duelo plomizo (55-48, m. 34). Llull y Abalde embocaron dos triples que transformaron el 57-50 en un 57-56, pero seis puntos de Davidovac (cuatro desde el tiro libre) dejaron todo como estaba (63-56 a 1m 20s). Abalde falló el 27º triple del Madrid, pero Llull anotó el octavo y el noveno del conjunto de Laso para prolongar la intriga (63-62 a falta de 15s).
El propio Llull hizo falta rápida a Ivanovic, que anotó los dos tiros libres. Y de nuevo Llull se jugó la última posesión. Subió la pelota el menorquín, que lanzó un triple forzado tras un contacto con Davidovac en la salida del bloqueo. Los árbitros no pitaron nada. Al Madrid le volvieron a saltar los plomos primero y las alarmas después. Una crisis galopante con 9 derrotas en los últimos 16 partidos. 45 días que han transformado a un equipo sólido, experto y solvente en un grupo irreconocible, agobiado y desenfocado como nunca. Pese a semejante secuencia, el Madrid es segundo en la Euroliga (20-7 por 21-5 del Barça) y primero en la ACB (17-5 por 16-4 del Barça, con mejor porcentaje de triunfos). El jueves llega al Palacio el Milán de Messina y Sergio Rodríguez para medir la fiebre madridista.
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