El ‘viejo’ Firmino se pone de moda en San Siro
El Liverpool se enreda ante el Inter y obliga a Klopp a rectificar la titularidad de Jota poniendo al brasileño, autor del primer gol
El Liverpool ganó el décimo de sus últimos 13 partidos a domicilio en Champions. Con más autoridad que buen juego, se llevó la victoria ante el Inter después de que Jürgen Klopp rectificara su alineación. Ahí donde puso al imberbe Elliot —con 18 años, el debutante red más joven en la máxima competición continental— el técnico repuso al capitán Henderson, y si en la punta del ataque había situado a Jota se enmendó a sí mismo dándole la manija al viejo Firmino tras el descanso.
Incluso los entrenadores más juiciosos consagran días a la arbitrariedad o a la corazonada. Klopp ...
El Liverpool ganó el décimo de sus últimos 13 partidos a domicilio en Champions. Con más autoridad que buen juego, se llevó la victoria ante el Inter después de que Jürgen Klopp rectificara su alineación. Ahí donde puso al imberbe Elliot —con 18 años, el debutante red más joven en la máxima competición continental— el técnico repuso al capitán Henderson, y si en la punta del ataque había situado a Jota se enmendó a sí mismo dándole la manija al viejo Firmino tras el descanso.
Incluso los entrenadores más juiciosos consagran días a la arbitrariedad o a la corazonada. Klopp tuvo uno de esos días en Milán. Lo expresó en la alineación, seleccionando a Diogo Jota en lugar de Firmino. El punta de 25 años frente al de 30. No se sabe de dónde proviene el tremendo prestigio de Jota, pero comparado con Firmino le faltan varios grados de penetración mental. Allí donde el falso nueve brasileño ve líneas de pase, el bullicioso Jota entrevé tinieblas. Y en las tinieblas se movió el Liverpool durante 45 minutos, hasta que Klopp retiró del campo a Jota y metió a Firmino en un intento por dominar a un rival machacón que apenas se dejaba rematar.
El último paso del Liverpool por San Siro, en diciembre pasado, resonaba en la memoria de los aficionados italianos. Aquella victoria cómoda ante el Milan (1-2), a cargo de un equipo titular con nueve suplentes, dejó una impresión de superioridad inaccesible de la Premier sobre la Serie A. El regreso del Liverpool para enfrentar al líder de la liga local despertó un sentimiento reivindicativo en los contornos de la potente industria del fútbol italiano, necesitada de un golpe de efecto publicitario. La puesta en escena fue convincente. Al menos resultó eficaz ante este Liverpool que acudió con Mané y Salah filtrados por el trasiego de la Copa de África y con el adolescente Elliot como gran novedad.
Elliot es un fenómeno mediático y futbolístico típicamente británico. Su pasión, lo mismo que la pasión de la nación que le sustenta, acelera todos los tránsitos de manera fulgurante. Fue el más joven de la historia en debutar con el Fulham, con 15 años; fue el más joven en debutar con el Liverpool, con 16 años; y batió otro récord en la Champions que todo el mundo recordará por muchas cosas pero no por su impacto en el campo de juego. Hace poco Klopp reveló su admiración por el chico: “Su mayor talento reside en que siempre está mentalmente preparado”. La cabeza de Elliot estaba lista para San Siro. Sus pies, tras una larga lesión, seguían fríos. Para Brozovic fue un favor. El mediocentro croata se encargó de sacarle de su sitio. No tardó en fallar pases que contribuyeron a cortar la temible cadena de circulación del Liverpool.
Inter en crecimiento
El Inter confirmó que se inscribe entre los equipos en crecimiento. Prospera a partir de la puesta en práctica de todas aquellas actividades rutinarias que sostienen —y luego elevan— el nivel de plantillas carentes de talentos de primera categoría. Plena atención, continuidad en los desplazamientos, disciplina para presionar lo mismo que para jugar a dos toques en un orden en el que todos se ofrecen, y un programa sencillo de ataque. Todo muy apto para futbolistas limitados. Cada vez que el Inter recuperó la pelota, generalmente en su campo, maniobró del modo más plano del manual: pelotas largas al nueve —Dzeko— o a los carrileros —Perisic y Dumfries—, y si el nueve se tiraba a un carril mejor todavía. Fue evidente la intención de Inzaghi de explotar las subidas de Robertson y Alexander-Arnold. Muy pocas veces lo consiguió con más resultados que un centro a la nada y cuando Dzeko y Lautaro consiguieron romper al espacio se las vieron con Van Dijk, que los alcanzó y los desarmó con la autoridad de un comisario. Alisson no hizo ni una parada en toda la noche. Handanovic tampoco, pero le tiraron dos veces entre los tres palos. El remate del 0-1 llevó la firma sutil de Firmino.
El delantero cabeceó con la coronilla un córner en el primer palo. Se adelantó a Bastoni, dobló la nuca, y elevó el mentón dándole a la pelota la dirección justa. Corría el minuto 75 y fue el golpe de gracia. El Inter quedó tan aturdido que menos de diez minutos después se dejó ganar un balón dividido a la salida de una falta. Salah lo envió a la red para desazón de los jugadores locales, que por el lenguaje gestual se diría que imaginaron con disgusto el tortuoso viaje que les espera a Anfield.
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