Nico Serrano rinde a Vallecas
Un gol del joven navarro, al cabo del único contragolpe del Athletic, desencadena la primera derrota del Rayo en su campo esta temporada
El Athletic se convirtió en el primer equipo que saca tres puntos de Vallecas esta temporada. De la mano de Nico Serrano, un muchacho de Pamplona, interior izquierdo, autor de un gol quirúrgico, los expedicionarios de Bilbao golpearon y se encerraron una hora como el armadillo mientras llovían los centros en la portería que linda con la peña de los Bucaneros. Hasta el pitido final.
Que Rayo Vallecano y Athletic de Bilbao compartan cartel equivale a una promesa de sudor en el desierto. Pocos equipos están más capacitados en España para convertir 90 minutos en una fatigosa travesía de las...
El Athletic se convirtió en el primer equipo que saca tres puntos de Vallecas esta temporada. De la mano de Nico Serrano, un muchacho de Pamplona, interior izquierdo, autor de un gol quirúrgico, los expedicionarios de Bilbao golpearon y se encerraron una hora como el armadillo mientras llovían los centros en la portería que linda con la peña de los Bucaneros. Hasta el pitido final.
Que Rayo Vallecano y Athletic de Bilbao compartan cartel equivale a una promesa de sudor en el desierto. Pocos equipos están más capacitados en España para convertir 90 minutos en una fatigosa travesía de las profundidades del tedio. Suelen conseguirlo por la vía equívoca de la saturación. Hacen tantas cosas, de un modo tan homogéneo, que del derroche energético se deriva una actividad frenética cuya consecuencia es la negación mutua asegurada. Esa fue la clase de partido que deglutió la hinchada vallecana este domingo, con el añadido cáustico de la derrota, decidida con un gol que petrificó el marcador.
Obligados por su condición de locales, Comesaña, Trejo e Isi Palazón intentaron llevar la iniciativa en el comienzo de la travesía. No tardaron en saber que deberían dosificar el agua del baño con cuentagotas. Ahí donde antes hubo espacios para recibir y girar, metidos entre líneas, Isi y Trejo descubrieron que no podían ni ponerse de perfil. Acorralados por el 4-4-2, los mediapuntas rayistas fueron presa de los famosos nódulos de presión de Marcelino. El hombre que recibía la pelota se veía inmerso en un remolino de marcas ceñidas, casi siempre con la impronta de Dani García y Zarraga, los mediocentros, directores de una batería de maniobras repetitivas, constates, feroces, destinadas a convertir cada intento de pase en causa de estrés.
“¡No se puede perder ese balón!”, gritaba Iraola desde la banda, advirtiendo a sus conductores más expertos de que cualquier entrega mal dada en el mediocampo, cuando el equipo se desplegaba, generaría contragolpes peligrosísimos. Los aventureros caminaron en la cornisa, haciendo la contrapresión cada vez que perdían una pelota, en derroches de esfuerzo cuya meta era evitar los contraataques del Athletic.
”Una transición”
El Rayo llevaba el peso psicológico de la acción cuando a la media hora, Isi cambió de orientación para que Álvaro y Fran intentasen el desborde por la izquierda. Fran intentó metió el centro —destino de todos los ataques rayistas—, Vivian lo cortó, Álvaro no consiguió frenar a Berenguer, y Comesaña dudó si hacerle falta. Con el Rayo descompensado, Berenguer abrió a Raúl García y el centro provocó el caos. Mientras Saveljich y Ciss combatían con Berenguer en el punto de penalti, Nico Serrano se presentó solo en el segundo palo. Controló, miró y fulminó a Luca Zidane. El navarro sonriente de 18 años lo comentó al acabar la refriega: “Ha sido un gran gol, la verdad”.
Tanto esfuerzo para que no sucediera nada resultó baldío una sola vez. Suficiente para el Athletic, que si antes del gol no arriesgó un pase bajo presión, después mucho menos. “La única ocasión que tuvieron nos hicieron un golazo”, lamentó Trejo, cuando se retiraba a la ducha. “Justamente después de una transición, que era de lo que nos teníamos que cuidar”.
Obligado a redoblar sus recursos en ataque, el Rayo asedió progresivamente la portería de Simón. Pero solo pudo penetrar por los laterales, tras rodear el centro de la batidora, y los centros —a Falcao o Nteka— acabaron sistemáticamente despejados por la piña que aglutinaron Íñigo y Vivian.
Más puntuales que nerviosos, los resistentes cumplieron con su trabajo sin apenas producir otra cosa que rechaces, cortes, cierres, coberturas y alguna que otra falta, camino de la pequeña hazaña que supone ganar en Vallecas.
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