El Chelsea se duerme y el City es líder de la Premier
La derrota del equipo de Tuchel ante el West Ham (3-2) lanza al equipo de Manchester y permite al Liverpool subir al segundo puesto
Perdió el Chelsea ante el West Ham gracias a uno de los goles más extraños de los últimos tiempos. Fue obra de Arthur Masuaku, que hizo lo posible por colgar un centro desde la banda izquierda y soltó un zurdazo tan bizarro que en lugar de envolver al balón para que describiera la órbita alrededor del punto de penalti lo sacudió para que trazara la línea recta hacia la escuadra que Mendy no tenía previsto tapar. Fue el 3-2 definitivo. Un trauma insalv...
Perdió el Chelsea ante el West Ham gracias a uno de los goles más extraños de los últimos tiempos. Fue obra de Arthur Masuaku, que hizo lo posible por colgar un centro desde la banda izquierda y soltó un zurdazo tan bizarro que en lugar de envolver al balón para que describiera la órbita alrededor del punto de penalti lo sacudió para que trazara la línea recta hacia la escuadra que Mendy no tenía previsto tapar. Fue el 3-2 definitivo. Un trauma insalvable en el minuto 87 del partido, para frenesí de la hinchada del London Stadium y satisfacción de David Moyes. “¡Arthur ha metido un buen centro!”, ironizó el entrenador local, feliz después de que su equipo le metiera tres goles al Chelsea, “algo que nadie ha había conseguido esta temporada”. Algo que provoca un corrimiento de tierras en la cabeza de la Premier.
El estancamiento del Chelsea con 33 puntos le costó el liderato. Dos horas más tarde en Wolverhampton el Liverpool lo superó con 34 puntos, seguido del Manchester City, que sumó 35 al cierre de la jornada en Watford. El Liverpool se impuso al Wolves gracias a una jugada fulgurante cuando transcurría el minuto 95 en el estadio de Molineux y el 0-0 brillaba en el marcador. Van Dijk habilitó a Salah con un envío de 50 metros y el pase al área del egipcio fue la gloria de Origi, que a la media vuelta convirtió el 0-1. El banquillo, con Klopp a la cabeza, lo celebró como si fuera medio título. La última vez que el Liverpool se había quedado sin marcar fue contra el Real Madrid en Champions, 0-0 en los cuartos de final de abril. Media hora después saltó el City al estadio de Vicrage Road, donde le esperaba el primer puesto de la clasificación al cabo de un encuentro plácidamente administrado hacia el 1-3 de la mano del gran Bernardo Silva. Un desenlace predecible en una tarde marcada por el sorprendente enredo del Chelsea.
El big data no dice nada del avance arrobador de la vanidad, ni del poder corrosivo del éxito en el espíritu de organizaciones militaroides que dieron lo mejor de sí cuando se sabían militaroides y no bohemias. El Chelsea de Thomas Tuchel nunca fue un equipo exquisito. Conquistó la última Champions después de consagrarse al orden de la trinchera y el contragolpe. Nadie perfeccionó mejor estos principios elementales, gracias al talento defensivo y la armonía de un grupo de jugadores convencidos del sacrificio que hacían para salir de un periodo de depresión. Salieron, ganaron el trofeo más prestigioso, y regresaron a la vida cotidiana transformados. Menos seguros de la necesidad de esforzarse por los compañeros y más proclives a sentirse guapos, como Mason Mount, cuyo cutis se torna más moreno cuanto más avanza el invierno, y que celebró su golazo en el London Stadium saludando a la hinchada del West Ham con garbo, suficiencia y confianza en su fotogenia, el tupé tremolante en la brisa fría que soplaba desde el estuario del Támesis.
Mount hizo el 1-2 antes del descanso. Fue uno de los goles más bellos de lo que va de temporada y la hazaña pareció reafirmarle en la idea de que él mismo es el jugador más bello del año natural, cosa que han cantado algunos coros desde el siempre exaltado círculo de los medios ingleses e internacionales.
Si el fútbol se definiera por los gestos vistosos, Mount tendría una hornacina privilegiada en el panteón de los más bonitos, superando incluso a Iván de la Peña, Onésimo Sánchez o Isco Alarcón, jugadores alucinantes donde los haya. Pero el Chelsea no se hizo grande por los gestos fastuosos que todo el mundo ve. Se hizo grande por los gestos maravillosos de hombres como Azpilicueta o Kanté, acciones que revelan el talento para cerrar, ocupar espacios, y hacer la vida imposible a los contrarios, aunque nada de todo esto aparezca en los highlights de Sky Sports.
Casualmente, Azpilicueta y Kanté no estuvieron en el London Stadium, donde el Chelsea gozó de un dominio tan aparente como ilusorio. En la línea de sus últimos partidos. Allí donde había rigor, prevaleció un tono ligeramente frívolo, el tedio, la rigidez mental o el evidente error grosero, personalizado en el sabio Jorginho, que parece contagiado del clima general y que equivocó el pase a Mendy, su portero, y provocó la intercepción de Bowen, el penalti y el 1-1 de Lanzini. Aquella mala señal fue todo un síntoma de lo que vendría.
Tuchel: “Debes minimizar errores”
“Lo hicimos ok”, dijo Tuchel, cada vez más cerúleo y flaco. “Creamos muchas ocasiones, con muchos toques en el área rival. Pudimos ganar. Pero cometimos demasiados errores individuales. Nos pasó contra el United, nos pasó contra el Watford. Y esta vez lo pagamos. Si quieres obtener resultados a este nivel, contra un top-four de la Premier, debes minimizar estos errores. Pasar esa pelota atrás con esa orientación no es la mejor decisión de Jorginho, y Mendy tampoco hace bien cuando no despeja inmediatamente”.
Bowen empató tras el descanso (2-2) y cuando el Chelsea ya solo gestionaba el empate, agotado tras una hora y media de impacto contra un muro, Masuaku se inventó el centro más letal de la campaña.
Puedes seguir a EL PAÍS DEPORTES en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.