El Chelsea se rebaja ante el United

Carrick deja en el banquillo a Cristiano y Tuchel le replica con un planteamiento rígido que desemboca en el 1-1. El City acaricia el liderato tras imponerse al West-Ham (2-1)

Carrick da indicaciones a Cristiano en el banquillo de Stamford Bridge.DAVID KLEIN (Reuters)

Equipos de juego incongruente producen resultados impredecibles. Como el 1-1 que gestaron el Chelsea y el Manchester United en Stamford Bridge, este domingo. Conclusión plana de dos planteamientos calculadores hasta los límites de la miseria en un espectáculo cuyo mayor colorido fue tributario de las aficiones que apiñaron las tribunas. El empate no le sirve de nada al United, anclado en octava posición, a cinco puntos de puestos europeos. Mucho men...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Equipos de juego incongruente producen resultados impredecibles. Como el 1-1 que gestaron el Chelsea y el Manchester United en Stamford Bridge, este domingo. Conclusión plana de dos planteamientos calculadores hasta los límites de la miseria en un espectáculo cuyo mayor colorido fue tributario de las aficiones que apiñaron las tribunas. El empate no le sirve de nada al United, anclado en octava posición, a cinco puntos de puestos europeos. Mucho menos impulsa al Chelsea, que acota su liderazgo de la Premier al exiguo punto de ventaja que le saca al City, que se impuso al West-Ham (2-1) y marcha a toda máquina.

Michael Carrick visitó Stamford Bridge en estado de desinhibición. El entrenador interino del United acudió al campo del Chelsea con la certeza de que el club le relevaría de sus funciones esta semana. Ante la que suponía su última cita al frente del equipo, se permitió el lujo de actuar sin contemplaciones. Fuera protocolos y consideraciones de índole social, hizo lo que le pedía el cuerpo. Montó un trivote y sentó a Cristiano Ronaldo en el banquillo de los suplentes.

El United que plantó cara al líder de la Premier fue al fútbol lo que un zapato hervido a la gastronomía. Inmasticable, indigerible, insoportable para jugadores con un mínimo sentido del buen gusto, la propuesta provocó la repulsión de Bruno Fernandes, que pronto se vio aislado y tan desquiciado que comenzó a tomar decisiones antinaturales. El jugador más sabio hizo cosas de necio, porque en el orden patológico intercurrente del juego de su equipo, cada decisión estéril conducía a otra decisión más estéril todavía, en una cadena morbosa que si no se rompió en pedazos fue porque el Chelsea de Tuchel dedicó la velada a la especulación.

Si la directriz del United consistió en reforzarse atrás con McTominay, Fred y Matic en la línea de pivotes, el principio rector del Chelsea fue atacar con el menor número de jugadores posible y conducir las operaciones por afuera, con Marcos Alonso y Reece como protagonistas fundamentales. El plan resultó tan pobre que hasta la temblorosa defensa del United, reformada tras las bajas de Varane y Maguire, alcanzó el descanso sin conceder más disparo a puerta que un tiro de Rudiger desde fuera del área. Lo desvió De Gea al larguero.

Dominio monótono

El Chelsea se había acomodado en su dominio monótono cuando se produjo el accidente. Hubo un saque de esquina en campo del United, la pelota botó en el área, y Bruno Fernandes la despejó con fuerza, sin sentido aparente, lo más lejos que pudo. Resultó una pelota de gol cuando cayó del cielo sobre la cabeza de Jorginho, el hombre de cierre, que no consiguió dominarla. Se le fue largo el control y Jadon Sancho, que le persiguió como un sabueso, se llevó la presa. Mano a mano con Mendy, hizo el 0-1 y sacó a Tuchel de su sillón. Ahora los entrenadores no se sientan en banquillos. Eso fue antes de los contratos con Sky.

Amarillento y enjuto bajo su gorro de pescador de altura en la noche helada, Tuchel quiso cambiar de marcha. Pero cuando los bólidos van lanzados hay volantazos que no surten efecto. El Chelsea insistió por la vía directa del pase largo, de los cambios de orientación, de las carreras por banda y los centros a granel. No provocó más daño que el derivado del penalti que le pitaron a Wan-Bissaka por golpear a Thiago Silva a la salida de un córner.

El partido trabado por los ingenios tácticos del intervencionismo de los entrenadores se igualó a dos goles en el espacio incierto que abren los tiros de córner. Jorginho se dirimió de su error en el 0-1 metiendo el 1-1 desde el tiro de penalti.

Cristiano había entrado por Sancho en el minuto 64, justo antes del empate. Su ingreso en el partido, como el de Lukaku en el minuto 82, espesó la mezcla pero no aligeró el juego, más emotivo que agradable, más incierto que bien llevado. Prosiguió el dominio aparente del Chelsea hasta el final, traducido en 24 tiros contra tres, 15 córners contra dos. Más ruido que decisiones acertadas al cabo de una jornada que estimula al Liverpool y al City más que a nadie.

Puedes seguir a EL PAÍS DEPORTES en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Sobre la firma

Más información

Archivado En