Remiro revive al Athletic

Un mal despeje del portero frustra a la Real y concede el empate en el descuento a los vizcaínos, que jugaban con uno menos por la expulsión de Iñigo Martínez

Los jugadores del Athletic celebran el empate, este domingo en San Sebastián.Juan Herrero (EFE)

Caprichos del destino: el Athletic empató en San Sebastián por un error del guardameta Remiro, que se crió en Lezama. Fue en el tiempo de descuento. La Real se había adelantado minutos antes por un penalti cometido por Iñigo Martínez, formado en Zubieta. Los extremos se tocan en el derbi vasco.

Llovía en el comienzo, como si fuera un derbi de los años cincuenta, cuando casi siempre llovía y los futbolistas chapoteaban en el barrillo del...

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Caprichos del destino: el Athletic empató en San Sebastián por un error del guardameta Remiro, que se crió en Lezama. Fue en el tiempo de descuento. La Real se había adelantado minutos antes por un penalti cometido por Iñigo Martínez, formado en Zubieta. Los extremos se tocan en el derbi vasco.

Llovía en el comienzo, como si fuera un derbi de los años cincuenta, cuando casi siempre llovía y los futbolistas chapoteaban en el barrillo del viejo Atocha. Los mil bilbaínos que viajaron a San Sebastián se encontraron con un tiempo de perros en la carretera; los seguidores realistas esperaron a que escampara un rato para hacer el camino a Anoeta. Había ambiente de derbi, sí, por las calles de Donostia, pero el ambiente no garantiza el buen fútbol por mucho que se empeñe la grada, y como en el césped había mucho respeto entre los protagonistas, el juego apareció con cuentagotas. A pesar del prometedor comienzo que pudo cambiar el partido.

La acción del primer minuto pudo echar por tierra los planes de unos y otros. Fue cuando Williams corrió a un balón largo y superó con un toque a Remiro, que había salido fuera del área. El delantero del Athletic vio por delante la portería vacía pero se despistó una centésima de segundo, necesaria para que Aihen arriesgara al límite, se jugara el penalti y puede que la expulsión, y tocara ligeramente la pelota. Las imágenes ratificaron en el VAR lo que el árbitro había percibido sobre el césped. Hubiera sido un estropicio para los donostiarras, pero la velocidad de reacción del central de la Real devolvió la sangre al cuerpo de la afición local.

El respeto dio paso a la desconfianza. La Real quiso jugar el balón, pero siempre muy lejos del área rojiblanca. No enchufaba Silva a sus compañeros; Merino estaba en otras peleas, y así Sorloth e Isak, la conexión escandinava estaba apagada o fuera de cobertura. El campo, mojado y rápido, contribuía a los errores por ambos bandos. El juego se hizo embarullado, ni la Real ni el Athletic encontraban salidas y se acercaban de un área a otro por mera rutina. Isak intentó el disparo desde fuera del área, ya avanzada la primera parte, pero Unai Simón estuvo atento. Los bilbaínos lo intentaron haciendo correr a Williams en un balón largo de Raúl García que, como en la primera acción del partido, neutralizó eléctrico Aritz.

La siguiente noticia de un acercamiento al área llegó ya en la segunda parte, en un remate de cabeza de Raúl García que sacó Remiro en una buena estirada. Seguía la paz hasta que llegó la guerra, futbolística, claro, cuando en una acción en la que la defensa del Athletic se embarulló para sacar la pelota, se metió por medio Merino, muy listo. Iñigo Martínez le derribó y el árbitro señaló penalti que Isak convirtió. El partido, claro está, tenía que cambiar, pero en realidad no lo hizo. Intentó apretar el Athletic, se prodigó más en sus acercamientos al área, y tuvo una buena ocasión en la cabeza de Berenguer, que Remiro sacó con el cuerpo, pero poco más, y la esperanza para el Athletic pareció acabarse en el minuto 84, cuando Iñigo Martínez vio la segunda tarjeta amarilla y dejó al Athletic con diez jugadores en el campo. Salvo en este último detalle, todo se parecía mucho a la final de Copa: penalti de Iñigo, y partido resuelto.

Pero no: quedaba la última revuelta del destino, que llegó de manera inesperada. Fue en el descuento. La Real cometió una falta al borde del área, muy esquinada, Marcelino envió a todos sus hombres al remate, pero Muniain prefirió lanzarla directa. Iba cerca de la escuadra, pero parecía parable. Sin embargo, en vez de despejar con la palma de la mano, el guardameta de la Real quiso meter los puños y la pelota se volvió hacia dentro de la portería, caprichos del destino. Disfrutaba la afición realista del error de su ex, al que consideran un traidor, y que les daba la victoria; pero los mil bilbaínos se regodearon después con el fallo de Remiro, trasplantado de Bilbao a Donostia. El viaje de regreso a Bizkaia fue más dulce para ellos por lo inesperado.

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