Un Barça sin gol
Tras las sucesivas marchas de Neymar, Suárez, Messi y Griezmann, el equipo se remite al esforzado Memphis y el desatinado Luuk de Jong a la espera de Ansu y Dembélé
Cuando se rompieron las negociaciones para prolongar el contrato de Messi, la hinchada del Barça entendió sin asimilar que perdía al mejor jugador de la historia. Desde el área deportiva coincidían pero, pragmáticos, se quedaron con una idea: “Hemos perdido el gol”. Comprendían que sin el 10 y sin el expatriado Luis Suárez, el equipo se debilitaba de forma abrupta en el área rival, preocupados porque el gol va muy caro. Y, antes de cerrarse el m...
Cuando se rompieron las negociaciones para prolongar el contrato de Messi, la hinchada del Barça entendió sin asimilar que perdía al mejor jugador de la historia. Desde el área deportiva coincidían pero, pragmáticos, se quedaron con una idea: “Hemos perdido el gol”. Comprendían que sin el 10 y sin el expatriado Luis Suárez, el equipo se debilitaba de forma abrupta en el área rival, preocupados porque el gol va muy caro. Y, antes de cerrarse el mercado, exigido el club por la paupérrima situación económica que atraviesa, le puso el lazo a Griezmann para que volviera al Atlético.
“Aunque estamos muy bien y el ambiente es muy bueno, será un año complicado…”, vaticinaba entonces un peso pesado del vestuario, después expresado por todos con “es lo que hay”. Entre otras cosas porque como recambio llegaron a coste cero el Kun —todavía sin debutar por una lesión en el gemelo izquierdo— y Memphis, también Luuk de Jong a modo de cesión. Pero para su infortunio y el del Barça, no resisten comparación alguna. Una degradación constante que hace tiritar a Koeman.
Desde que se marchara Neymar al PSG en 2017, el ataque del Barcelona se desgaja sin remisión, incapaz la anterior directiva de rentabilizar los 222 millones que se ingresaron por la venta del brasileño, también desatinadas las direcciones deportivas que han pasado por el Camp Nou porque los recambios siempre van a la baja. “Como entrenador, he aceptado salidas por el bien económico del club”, recordó a modo de lamento y reivindicación Koeman hace una semana, consciente de su delicada situación y de que su Barça no chuta. Más bien, no afina. Como ejemplo, el partido con el Benfica, donde no materializó ningún disparo a puerta. Lo mismo ocurre en la Liga, donde acumula una media de 12 remates por partido y solo un 15% van a puerta. Memphis ha necesitado 21 remates para hacer tres goles; Braithwaite siete (2 tantos), Luuk 4 (1)... Poca chicha si se tiene en cuenta que Araujo suma cinco remates y Piqué cuatro, ambos con un festejo.
Una laguna que podría costarle el cargo a Koeman de caer ante el Atlético. “Estoy convencido de que esto funcionará y el míster nos tendrá a su lado en los momentos difíciles”, convino Laporta, precisamente en la presentación de Luuk de Jong. Papel mojado porque con dinero en los bolsillos ya le habrían destituido —incluso antes de empezar— y porque a cada encuentro que pasa la junta se reúne en los vomitorios del Camp Nou para buscar una solución que no llega pero que podría hacerlo con Pirlo, elección presidencial. Resulta que la junta entiende que el entrenador evidencia las limitaciones del equipo en vez de maquillarlas. Pero sin Ansu —todavía le falta rodaje para comenzar los encuentros tras 10 meses en la rebotica— ni los lesionados Dembélé y Kun, Koeman volverá a entregarse a Memphis-Luuk de Jong, delantera desbravada y sin puntería.
La salida de ‘Detronk’
Cuando el Barcelona llamó al Sevilla para preguntar por Luuk de Jong (Aigle, Suiza, 31 años), en el área deportiva que gestiona Monchi se frotaron los ojos de incredulidad. No entendían que el club azulgrana pretendiera a un descarte suyo, por más que Lopetegui prefería quedárselo porque entendía que hay muchos partidos durante el curso y minutos para todos, también un recurso disímil para los momentos de apuro. Detronk —en referencia a su apellido conjugado con tronco— le bautizó la ingeniosa grada del Pizjuán por la cantidad de goles que falló, por más que firmara 19 en dos cursos y completara una estupenda Liga Europa en 2020.
Algo similar sucede en el Barça, pues el ariete no conjuga el balón como el resto ni atina en el remate, ejemplificado en el cabezazo torcido ante el Granada y los dos errores clamorosos ante el Benfica, uno a puerta vacía. “Es un jugador diferente”, resolvió Koeman a su llegada. “Vivimos de los goles y Luuk puede aportar mucho en este terreno. Es un fichaje que nos pidió el entrenador”, remarcó el presidente Laporta. Pero ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario.
Tampoco está carburando Memphis Depay (Moordrecht, Países Bajos; 27 años) como se esperaba, futbolista al que se le reclamaron los galones nada más llegar ante la desbandada ofensiva. “Acaba de llegar y le faltan cosas, pero no se puede poner en tela de juicio a este jugador”, reivindican desde los despachos de la Ciudad Deportiva. Más que nada porque el punta oranje es de los pocos que lo intenta y ofrece quiebro y disparo —es el máximo goleador del equipo con tres tantos, seguido por Braithwaite y Sergi Roberto (2)—, pero le cuesta entenderse con De Jong, por más que coincidieran en el PSV y en la selección. Y aunque sí que mezcla bien con Pedri y Frenkie de Jong, ninguno tiene el gol en las venas. Por eso en la Liga el Barça acumula 11 goles —10 menos que el Madrid— y en Europa todavía no se ha estrenado, tras las palizas del Bayern (0-3) y el Benfica (3-0).
El trío Neymar, Messi y Suárez festejó 363 goles en tres cursos en el Camp Nou. Y cuando el Barça renunció al uruguayo, el equipo explicó que a falta de tríos bien valía con una dupla —Griezmann, tan criticado por su falta de pie para dinamizar el juego, contabilizó 15 y 20 dianas en las dos temporadas de azulgrana— o el solista Messi, 38 redes en el curso anterior. Pero esto ya no es lo que era porque se han perdido demasiados goles por el camino. Una rémora de difícil solución.
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