Rodrygo rectifica al Madrid
Un gol terminal del brasileño da el triunfo al Real tras un primer tiempo sostenido por Courtois, pero muy mejorado tras el descanso, cuando sometió al Inter
Dos partidos jugó el Real Madrid en San Siro. De Courtois a Rodrygo. Solventó a duras penas el primero, cuando el Inter le tuvo cerca de la lona y le dejó en los huesos. No atinó el cuadro de Simone Inzaghi, frenado por el portero belga. Sí lo hizo el Madrid, el otro Madrid, el del segundo tramo, ya sin focos de su portero, sino colgado de los pulmones de Valverde, la agitación de Vinicius y el gol clínico de Rodrygo, ya vencedor en Milán el curso pasado. Hacía tiempo que no había huellas de Rodrygo, esta vez por delante del irrelevante Ha...
Dos partidos jugó el Real Madrid en San Siro. De Courtois a Rodrygo. Solventó a duras penas el primero, cuando el Inter le tuvo cerca de la lona y le dejó en los huesos. No atinó el cuadro de Simone Inzaghi, frenado por el portero belga. Sí lo hizo el Madrid, el otro Madrid, el del segundo tramo, ya sin focos de su portero, sino colgado de los pulmones de Valverde, la agitación de Vinicius y el gol clínico de Rodrygo, ya vencedor en Milán el curso pasado. Hacía tiempo que no había huellas de Rodrygo, esta vez por delante del irrelevante Hazard y sin el doliente Bale por el medio.
Puntual en San Siro, Rodrygo, joven jugador al que le falta regularidad, puso al Real en marcha hasta sellar la victoria. Su traca cuando el duelo bajaba la persiana dejó al Real con la fase de grupos a tiro, vencido a la primera su teórico primer adversario. El partido exigió a un Madrid que se repuso con ahínco a su mala puesta en escena. De un equipo apocado y mal sintonizado de inicio a un equipo agudo tras el intermedio, ya con otra mirada, ya con otro pecho. Suficiente para segar al Inter, empeorado por los relevos, lo contrario que en el caso del Madrid.
Atornillado de entrada por un abnegado y abrasivo Inter, el Real Madrid las pasó canutas en el primer acto. Cuestión de mandíbula. La tuvieron los jabatos muchachos de Simone Inzaghi, al compás del tamborilero Brozovic, un guerrillero de primera cuya intendencia bastó para que los interistas salieran triunfadores de todos los fregados. Iba e iba el Inter, que se dejaba el pellejo en cada asalto. Sobrevivía el Madrid, sostenido por Courtois y sin más alivios. No había escapismo por el costado de Vinicius, no reglaba el ataque Benzema, no daba la hora Modric... Y tanto sufría Alaba como central como Nacho como lateral izquierdo.
Quiso Ancelotti, de vuelta al patio familiar de San Siro, raptar al Inter por los costados, con Lucas como socorrista de Carvajal en la derecha en detrimento de Hazard y Nacho en la otra orilla. Inútil, dada la disposición local, que con el constante bloqueo ofensivo solo daba aire a Casemiro, que prefirió la trinchera a la pisada ofensiva. El resto de los madridistas tenían tajo con su pareja. No podía defender hacia delante el Madrid, incómodo ante las llamaradas locales. Todo era fuego en un Inter nada versallesco, pero con mucho hueso al servicio del corneta Brozovic, el medio matraca de toda la vida. Donde pivotaba ese torbellino que es Lukaku, hoy en el Chelsea, ahora la divisa ofensiva es Dzeko, sin el forro físico del belga pero al que le sobra pértiga para la polvareda en el área rival. Lo comprobó Courtois, principal sustancia de los blancos, sometidos todo el primer tiempo. Tanto por su mal andamiaje con y sin la pelota como por su menor diente. Ni palabra tuvo el Madrid cerca de Handanovic, reducido Vinicius, aislado Benzema y con Lucas más predispuesto para el remangue que para llagar a la defensa interista. Tampoco había apuntes de Modric y Valverde, superados en la caldera de San Siro, donde solo se topaban con cocodrilos. Asfixiaba el Inter, resoplaba el Madrid. Nada que ver con lo sucedido después. Se quedó sin depósito el cuadro de Inzaghi, tiró de nervio el de Ancelotti hasta dar con Rodrygo.
Afligido por el acoso del Inter, intervino Ancelotti al descanso. O eso pareció, porque de vuelta de la tregua emergió otro Madrid. Nada que mereciera un brindis, pero sí un Real más consistente, más categórico, ya con Casemiro y Valverde como lanzaderas, menos contenido que al inicio. El técnico visitante recurrió a Rodrygo y espabiló Vinicius. Los retos estaban en los costados, arrestado Benzema ante los tres centrales dispuestos por Simone Inzaghi. La ruleta de cambios templó al Madrid en la misma medida que rebajó al Inter, ya sin el sonajero del principio. Se evaporó Brozovic, no percutía Dzeko, se fue Lautaro, igual que Perisic. Un Inter más afeitado, ya a pies de Arturo Vidal, un tiro al aire. Al tiempo que se apagaba el Inter crecía Vinicius, ya decidido al reto esgrimista. No dio con la última tecla, pero tuvo en guardia a la zaga de los milaneses. Suficiente para que el Inter perdiera su sello expansivo del primer tiempo.
Tuvo el gol Benzema, con un cabezazo. Y también Vinicius, al que rebañaron el gol en el último instante con varios zagueros de pantalla al rechace, caso de Skriniar, que le desvió un disparo combado que llevaba una pinta estupenda. Lo mismo que poco después de nuevo se le cruzó en el camino cuando el brasileño olía el emboque.
Del Inter de Dzeko al Inter de Skriniar, señal del cambio de agujas del encuentro. Un cruce de caminos sintetizado con el gol terminal de Rodrygo. Una jugada muy bien cosida por Valverde y Camavinga. La picó dentro del área el uruguayo, el francés dio continuidad al servicio y Rodrygo, tal que Benzema, enganchó el gol de frente a Handanovic. Un descorche para un Madrid que salvó el primer y, presumiblemente, mayor escollo en la fase de grupos de la Champions. No se amilanó del todo en las malas y tuvo energía para la puntilla final.
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