Pasada una semana salvaje, Enric Mas se acerca al podio del Tour de Francia
El día de descanso, el líder del Movistar muestra su optimismo y su convencimiento de que su rendimiento mejorará aún
Quien tiene fuerzas, cree; quien no, teme.
“He llegado al Tour mejor preparado de lo que esperaba, y siempre mejoro con el paso de los días. Ahí está el podio”, dice Enric Mas, el mejor español en la general (quinto, a 5m 47s de Tadej Pogacar y a 29s del tercero, Rigo Urán). “Las sensaciones son muy buenas”.
“Si el cuerpo no está bien, te da impotencia”, dice Miguel Ángel Superman López, e...
Quien tiene fuerzas, cree; quien no, teme.
“He llegado al Tour mejor preparado de lo que esperaba, y siempre mejoro con el paso de los días. Ahí está el podio”, dice Enric Mas, el mejor español en la general (quinto, a 5m 47s de Tadej Pogacar y a 29s del tercero, Rigo Urán). “Las sensaciones son muy buenas”.
“Si el cuerpo no está bien, te da impotencia”, dice Miguel Ángel Superman López, el escalador colombiano del Movistar, que no está gozando de un Tour soñado, plagado de caídas y mala salud. “O está o no está. Y no está”.
En el Movistar, el equipo español en el Tour, la fe le gana al desánimo. El optimismo de Mas derrota al realismo de Superman. El tercer jefe, Alejandro Valverde, está con los dos, arropándolos para que no cojan frío, que el Tour es muy duro lo corran como lo corran.
De ser primero en el Tour de Francia salvaje liderado por el monstruo Pogacar nadie habla. Solo citar su nombre parece darles escalofríos. “Nos da miedo seguirle cuando ataca por si nos remata”, dice Mas, reflejando el pensamiento de todo el pelotón con respecto al diablo de los Alpes. “Será imposible alcanzarle si no pasa algo inimaginable, pero tenemos que atrevernos a seguirle y no quedarnos paralizados”.
Al Tour le quedan dos semanas sin aliento. El miércoles, el Mont Ventoux; el jueves y el viernes, peligro de abanicos por la Provenza y la Camargue; domingo, martes y miércoles de la tercera semana, Pirineos, con más contenido que los Alpes; y el último sábado, contrarreloj.
El domingo a la hora del café Enric Mas sube a las nubes, contempla abajo, a sus pies, el Lago de Roselend y la carretera que desciende entre brumas. Llueve una lluvia fría. Le dicen que hace cuatro grados. Está a 2.000 metros de altura y tiene que descender a 900. “Estás ahí y sabes que te vas a congelar bajando, que con la velocidad la temperatura descenderá aún más, que temblarás, que va a ser una tortura, que vas a pasar 15 minutos malísimos, pero eres ciclista. Esto es ciclismo, y si no estás dispuesto a sufrir esos momentos, dedícate a otra cosa”, dice el mallorquín, de 26 años.
Lo dice el día siguiente, el primer lunes de descanso, y sonríe. Acepta también que se adjetive al Tour como “salvaje” –”una semanita completa: dos días de caídas, uno de calor y 250 kilómetros a 50 por hora, dos de lluvia, frío y montaña…”, dice-- y no le asusta, al contrario. Está feliz Mas porque se siente bien y está donde quiere estar en la clasificación general, rondando el podio. “Aparte de O’Connor, un cliente más que se nos ha colado, estamos unos cuantos en un minuto [Rigo Urán, Vingegaard, Carapaz, Mas y Lutsenko], muy igualados. Será una batalla bonita para el espectáculo”, dice Mas, que está asomando con mejor pinta por la cabeza que el año pasado, cuando terminó quinto, a 2m 37s del tercero, Richie Porte. “El domingo, Pogacar ni llegó a atacar cuando respondió a Carapaz. Hizo simplemente un cambio de ritmo, aceleró un poco y se fue sin que nosotros, los que solo pensamos en el podio, nos atreviéramos a seguirle. Fue un gran error nuestro”.
El domingo, a eso de las seis de la tarde, cuando cruzó la meta de Tignes, Superman suspiró, y le entraron ganas de llorar. Por un minuto y poco había entrado dentro del tiempo máximo. Había pasado, dice, el peor día de su vida sobre una bicicleta. “La primera vez en mi vida que me he visto así. Yo nunca había ido en la grupeta mis días malos, siempre había luchado por estar delante”, dice el colombiano que este Tour ha sufrido varias caídas. “Es un Tour duro, extraño y de mala suerte. La caída del cuarto día me afectó bastante, y el sábado volví a caerme bajando y el domingo me caí bajando, y así es difícil que el cuerpo tenga vida”.
Está tan bajo el ciclista de Pesca (Boyacá), que ni siquiera el regreso el miércoles al Mont Ventoux, donde hace unas semanas ganó su clásica, le despierta ilusión. “Estoy fuera de combate total. Lo único por lo que puedo luchar es por el podio de Enric, dándole una mano. Pero solo podré si el cuerpo se recupera un poco”.
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