Sagan gana un sprint en el Giro de las pequeñas cosas
Un pulso de Egan con Remco en una meta volante inflama la carrera, que llega a su primer día de descanso con el colombiano, líder, y el belga a 14s
En tiempos de Cipollini, hace 25 años, cuando llegaba una montaña los compañeros del sprinter toscano se ponían delante, bajaban el ritmo, gritaban perno, perno, para que el que iba por dentro marcara las curvas de herradura como si fuera un desfile militar y lanzaban su proclama, ay del que intente acelerar o atacar, todos los males del infierno caerán sobre él. Nadie se movía. La etapa dormía hasta que decidía el equipo del Rey León, cuanto más tarde mejor, y ganaba el sprint clarito, y todos contentos. En tiempos de ...
En tiempos de Cipollini, hace 25 años, cuando llegaba una montaña los compañeros del sprinter toscano se ponían delante, bajaban el ritmo, gritaban perno, perno, para que el que iba por dentro marcara las curvas de herradura como si fuera un desfile militar y lanzaban su proclama, ay del que intente acelerar o atacar, todos los males del infierno caerán sobre él. Nadie se movía. La etapa dormía hasta que decidía el equipo del Rey León, cuanto más tarde mejor, y ganaba el sprint clarito, y todos contentos. En tiempos de Sagan, una cuesta de cuarta es razón para que sus boras, encabezados por un jovencito superclase italiano llamado Aleotti, marquen tal ritmo infernal que la mitad de los sprinters se sofocan y se descuelgan y la otra mitad llegan tan cansados a las calles laberínticas de la sombría Foligno –etapa corta, 137 kilómetros, y muy veloz, casi 44 de media-- que Sagan le gana fácil el sprint a su amigo Gaviria, con casi una bicicleta de ventaja.
“Así me gustan las etapas, duras todo el día, y que solo los más fuertes sobrevivan”, recalca el eslovaco, quien desde hace dos años no ganaba un sprint en una grande, y después de un 2020 seco, este año ya lleva tres victorias en llegadas masivas, en la Volta, en Romandía y en el Giro, que llega a su primer día de descanso. “Uff”, dice, de rosa vestido, Egan, “qué día más duro”.
Entre Perusa y Asís, en Foligno, donde fértiles campos de las laderas cuelgan, unos versos de Dante, de su Paraíso, reciben a los ciclistas que les hablan de la grandeza del sol y de las pequeñas cosas impensadas, de impulsos súbitos que hacen grandes a las personas, como a Egan y a Remco, que, de repente son dos chavales, dos niños, echándose una carrera en la calle del pueblo una tarde aburrida de verano y ya no los dos primeros del Giro, separados por solo 14s en la general tras nueve etapas, los más deseados, los dos cuyo pulso en los caminos de tierra de los viñedos toscanos Montalcino se ansía el miércoles, y se saliva en anticipación, y su continuación en el Zoncolan y en los Dolomitas, y en todos los Alpes la última semana.
A que no me coges, parece decirle Egan al belga a 500 metros de la pancarta de una meta volante con premio de 3s, 2s y 1s para los tres primeros. Y antes de que responda Remco, Egan salta ya, arrastrado por el rebufo de su gigante Ganna, un campeón del mundo, y un segundo después ya está el loco Cavagna, el TGV de Clermont Ferrand, tirando de Remco, espléndido en su maglia blanca de mejor joven que le ha prestado Egan tan orgulloso de rosa. Cuenta con tanta ventaja Egan que parece pulso ganado, pero contra Remco nunca hay nada seguro. Las cuentas del alma no se acaban nunca de pagar, canta Rubén; la carreras contra la pulga belga nunca se pueden dar por ganadas, que sale de la rueda de Cavagna y pedalea fuerte, fuerte, más rápido que todos y alcanza y supera a Egan, que no puede más. Solo Narváez, un amigo de Egan que se aprovecha del esfuerzo de ambos, salva el honor del Ineos y le roba los 3s a Remco adelantándole en el último momento. Y después el belga, con una cara de decir qué bueno ha estado esto le alarga la mano para saludarle a Egan, hay que repetirlo.
Una historia tan nimia inflama a la sala de prensa, que de ella, en la manera en la que Remco recupera el terreno perdido, en la frescura de sus piernas, en la osadía inesperada de Egan, en su manera libre de correr, extrae oro, señales de grandeza, y toda la conferencia de prensa del colombiano es un pulso entre unos periodistas que insisten en magnificar la batalla de la meta volante como un símbolo de las batallas por venir entre dos de los más grandes talentos del ciclismo del siglo XXI, uno nacido en el 97, otro en el 2000, una batalla mental de entrada, y el colombiano, que busca sensatez, no dejar volar su espíritu ni la imaginación, e insiste en recordar que hay más ciclistas en el Giro, que esto no ha hecho más que empezar, que falta mucho y, sobre todo, que Remco es un grandísimo corredor con el que marcha muy a gusto y con el que se lleva muy bien. “Los segundos serán minutos. No será un desafío solo mental. Ganará el más fuerte”, dice Egan. “Y quiero recalcar que hay bastante respeto entre nosotros. No hay rivalidad. Él es un grandísimo corredor y hasta buena persona”.
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