Victoria de Lafay la víspera del día más duro de la primera semana del Giro de Italia
A los favoritos Egan y Remco no les motiva el repecho final de Guardia Sanframondi ni les interesa arrebatar la maglia rosa a Attila Valter
Guardia Sanframondi son calles verticales con escaleras hacia el abismo, viñedos campanos verdes, verdes, por donde asoman los ciclistas en pequeños grupos, y una cuesta larga que escala ligero, por delante de todos, Victor Lafay, un francés de 25 años con mejillas coloradas por el esfuerzo y la boca abierta mordiendo el aire frío, y su victoria da valor retrospectivo al triunfo de Enric Mas en la reciente Vuelta a Valencia, en la que le costó soltar en la subida a Dos Aguas al mismo escalador francés que se ha hecho mayor en el ...
Guardia Sanframondi son calles verticales con escaleras hacia el abismo, viñedos campanos verdes, verdes, por donde asoman los ciclistas en pequeños grupos, y una cuesta larga que escala ligero, por delante de todos, Victor Lafay, un francés de 25 años con mejillas coloradas por el esfuerzo y la boca abierta mordiendo el aire frío, y su victoria da valor retrospectivo al triunfo de Enric Mas en la reciente Vuelta a Valencia, en la que le costó soltar en la subida a Dos Aguas al mismo escalador francés que se ha hecho mayor en el Giro de Italia.
Detrás, de uno en uno casi, sus compañeros de fuga por las tierras de Molise, Apulia y Campania, y, entre ellos, el que se siente más derrotado de todos, el portugués Nelson Oliveira, el más temido por los socios de la escapada, el más generoso en el esfuerzo. Cerró tantos huecos para los demás que se quedó sin fuerzas para intentar abrir su hueco propio.
Ni los paisajes, valles abiertos hermosos, ríos cortados a cuchillo, carreteras de sudor antiguo ni la caza de los aventureros ni siquiera el repecho final, motivan lo más mínimo a los grandes favoritos, que se colocan delante y se esperan, y llevan grabados en la cabeza el mapa y las altimetrías de la etapa del domingo, la etapa reina de los Abruzos, las montañas en las que se acelera el corazón de Ciccone y Cataldo, y su final en Campo Felice.
Ninguno, ni Egan ni Remco, que tan cerca lo tienen, intenta siquiera amagar un mínimo esfuerzo para arrancarle la maglia rosa al húngaro feliz Attila Valter, y eso, afirman los que más entienden, puede ser malo para el espectáculo cotidiano de la lucha por la recompensa inmediata a los impulsos y caprichos y para tanto aficionado fetichista que suspira por ver a su Remco de rosa para compararlo con Merckx, pero es bueno para el Giro, pues significa que ambos, los más deseados, solo piensan en la victoria final, la que se consigue, en el Giro más que en ninguna carrera, solo en la tercera semana. El colombiano, dicen, teme al belga, que se le pega a la espalda como una lapa; el belga, dicen, corre como un veterano, y tiene 21 años. Es la primera vez en su vida que corre una carrera más larga que seis días y ya ha logrado dominar el instinto que le impelía al comienzo a fugarse todos los días, en cualquier circunstancia.
Para llegar hasta ella con posibilidades, comenzando por el Zoncolan, el próximo sábado, los que entienden también explican que tanto Remco como bastantes más del pelotón deberían adquirir cierta técnica que les permita descender sin peligro, veloces y sin gastar fuerzas ni disparar su estrés. El descenso interminable hasta Guardia Sanframondi fue un muestrario de patinazos y curvas mal tomadas, siguiendo el ejemplo de Fernando Gaviria, patinador antes que ciclista y que sprinter.
El colombiano, que, como secuela de la covid, parece haber perdido el sentido de la distancia y del tempo en los sprints, se coló en la fuga para puntuar en el sprint intermedio porque se retiró, agotado, Caleb Ewan, dueño de la maglia ciclamino, y dejó abierta la lucha por los puntos. Quizás aburrido en el descenso, o para calentar las piernas congeladas sin dar pedaladas, a Gaviria le dio por acelerar como un loco en el descenso, un sprint cuesta abajo que acabó con una curva recta y un tortazo contra un pretil de piedra en el que casi se deja la mano derecha.
Poco después, los Groupama de Attila, que guiaban al pelotón, por poco se salen en la misma curva, que Remco, tan poco belga que se cortó en los abanicos del comienzo de la etapa, toma con excesiva prudencia. En alguna entrevista ha dicho Remco que desde la caída en Lombardía, para lograr pasar de lo que llaman el punto crítico y alcanzar el flow que solo llega superada la crispación y el miedo iniciales, ha hecho mucho trabajo psicológico, de visualización para activar las neuronas espejo, las que ensayan internamente los gestos que deberá hacer en movimiento. “Antes de la caída no era mal bajador, y voy a mejorar incluso”, dice Remco, quien rechaza que su problema en los descensos y a la hora de colocarse en el pelotón y viajar a rueda sin gasto sea puramente técnico.
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