El recreo de Benzema
Tras un primer tramo en el que el Cádiz aguanta, el francés aparece para coser a un Madrid sin Kroos y Modric, y zanja el partido con un doblete y una asistencia
Era solo la mitad de la semana, el Real Madrid ya había tratado de rediseñar parte de la tramoya del fútbol desde los despachos, aquello se había disuelto en un remolino de protestas y deserciones, y entonces se encontró con el fútbol sobre la hierba. Allí, en el campo, la oportunidad para otra reinvención con botas de tacos en lugar de mocasines. El equipo, consumido por las lesiones, el agotamiento y el coronavirus, se presentó en Cádiz sin Kroos, Modric ni Valverde, un centro del campo pelado como nunca y otro puzle en la pizarra que de...
Era solo la mitad de la semana, el Real Madrid ya había tratado de rediseñar parte de la tramoya del fútbol desde los despachos, aquello se había disuelto en un remolino de protestas y deserciones, y entonces se encontró con el fútbol sobre la hierba. Allí, en el campo, la oportunidad para otra reinvención con botas de tacos en lugar de mocasines. El equipo, consumido por las lesiones, el agotamiento y el coronavirus, se presentó en Cádiz sin Kroos, Modric ni Valverde, un centro del campo pelado como nunca y otro puzle en la pizarra que derivó en otro Madrid, uno más este año, esta vez inusual y descosido en el centro, letal y arrebatado alrededor del área. Asomó Benzema, asomaron Rodrygo, Vinicius y Casemiro, y cayeron 10 minutos en los que el Madrid reventó el partido y volvió a alcanzar en la cabeza de la Liga —a secas— al Atlético, que aún debe jugar hoy.
Antes de ese estallido, transcurrió media hora de desorientación, en la que el Real, de nuevo con tres centrales, y Varane de vuelta, no se reconocía, como extrañado de mirarse al espejo y no encontrar nada en el centro. Sin Kroos y Modric pespunteando todo el juego del equipo, la zona la ocuparon Casemiro y el canterano Antonio Blanco, de estreno en la Liga, muy firme, muy seguro. Pero la pareja no parecía nada apetecible como apeadero intermedio para la pelota. La situación le resultaba tan extraña a un Madrid acostumbrado a masticar el juego que el partido lo dirigía Álvaro Negredo, cazador de balones en vuelo. El punta dominaba el espacio, medía los tiempos y distribuía la pelota con ese aplomo de tipo rotundo y preciso coronado con la inteligencia del poso de años de patear estadios. Ni Nacho, en este tramo imperial de su carrera, parecía capaz de descifrarlo.
Así iba y venía el balón de un lado a otro, mitad para cada uno, hasta que Benzema empezó a descolgarse cerca del centro del campo y fue barriendo todo aquello tan rudimentario. El francés se acercó a por la pelota y también a arrastrar de la mano hacia delante a Casemiro, por entonces ya confiado en la firmeza con la que Blanco iba a guardarle las espaldas.
Aquello precipitó el desmoronamiento del Cádiz, que sin terminar de entender lo que había sucedido se encontró con un penalti en contra, el primero a favor del Madrid desde octubre. Benzema lanzó al espacio a Vinicius, que recibió un pisotón de Iza dentro del área. A Mateu se le escapó el lance, pero se chivó enseguida el VAR y Benzema adelantó al equipo y lo lanzó ya al vértigo de la cuesta abajo.
El gol los despabiló, apretaron más arriba la salida del Cádiz y enseguida el francés transformó un robo de balón en un paso de baile y un centro delicado y mortífero al segundo palo, donde tenía la cabeza Odriozola, que anotó el segundo. Desde que el encuentro discurría gobernado por Negredo había pasado apenas un parpadeo, pero ya se le había escapado al Cádiz.
Con el alivio de la ventaja y la perplejidad del contrario, Benzema se entregó a una noche de despliegue recreativo en la que quiso juguetear con Rodrygo y Casemiro. Le dejó un gol casi hecho de cabeza, pero al brasileño se le escapó por poco por encima del larguero de Ledesma. Entonces, probaron al revés. Casemiro, que casi vivía en el área, la envió con delicadeza a la cabeza del francés, que selló su noche con dos goles y una asistencia.
El resto de la cita dejó al Madrid una inusual colección de buenas noticias, a las que tan poco se ha acostumbrado en las últimas fechas. Regresó Dani Carvajal después de una lesión más larga de lo esperado, y se movió ligero y al ataque, resguardado por Militão, que alarga sus días de despegue como central de fuste. Debutó en la Liga otro producto de La Fábrica, Miguel Gutiérrez, para dar descanso a Marcelo. Y hasta Benzema gozó de unos minutos de respiro, un oasis en el atosigante calendario que les reserva la semana que viene una ida de semifinal de Champions contra el Chelsea, uno de los primeros fugados de la rebeldía de la Superliga.
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