Werner se impone a Suárez

“No estuvimos finos en ataque”, dice Simeone, que sustituyó al uruguayo en el minuto 59 ante un Chelsea mejor organizado en la presión que se adelantó tras un robo y una asistencia del alemán

Luis Suárez, en las escaleras de Stamford Bridge tras ser sustituido.DAVID KLEIN (Reuters)
Madrid -

Fuera Luis Suárez. Corre el minuto 59 y el Atlético pierde por 2-0 ante el Chelsea en el global de una eliminatoria indescifrable para el equipo madrileño. Fuera Suárez. Lo anuncia el cartel del cuarto árbitro en Stamford Bridge mientras Simeone, que ha dado la orden de sustituir al uruguayo por Correa, permanece impasible en la banda como si contemplase un paisaje distante. Suárez repara en la noticia, menea la cabeza, y sonríe mostrando dos hileras de...

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Fuera Luis Suárez. Corre el minuto 59 y el Atlético pierde por 2-0 ante el Chelsea en el global de una eliminatoria indescifrable para el equipo madrileño. Fuera Suárez. Lo anuncia el cartel del cuarto árbitro en Stamford Bridge mientras Simeone, que ha dado la orden de sustituir al uruguayo por Correa, permanece impasible en la banda como si contemplase un paisaje distante. Suárez repara en la noticia, menea la cabeza, y sonríe mostrando dos hileras de dientes afilados. Está en el mediocampo y el tiempo apremia, pero se toma su pausa para abandonar el campo.

Camina sacando pecho, sin cerrar la boca, sin dejar de mostrar los dientes en un gesto de desdén congelado. Está furioso, pero canaliza su ira hacia sus vendas: lentamente, enérgicamente, mientras camina se va desenvolviendo la cinta roja que le comprime los tendones de la mano. Pasa junto a Simeone, su jefe, su cómplice hasta hace poco, el responsable de la decisión que le señala sutilmente como responsable subsidiario de la eliminación. Suárez acumula casi dos horas de lucha estéril con Rüdiger y Zouma en un cruce en el que, igual que sus compañeros, apenas consigue desequilibrar a sus marcadores.

Suárez no quiere ni sentarse entre sus compañeros. Busca una escalera y se acomoda en el hormigón sin dejar de quitarse vendas, botas y protecciones como quien repite un ritual de desarme para no expresar su rabia de otro modo. Al retirar a su referencia más combativa en el área rival, Simeone ha lanzado un mensaje equívoco. Para que no haya lugar a confusión, levanta la voz. La orden retumba en todos los recovecos, entre las pancartas, en los ventanales de los palcos y en las gradas cubiertas de lonas del estadio vacío: “¡No se vayan del partido!” El técnico del Atlético quiere aclarar a su tropa que el hecho de haber retirado a Suárez, marchamo de rebeldía, no significa rendición. “¡No se vayan del partido!”, repite. Y Suárez, que no ha metido ni un gol ni ha dado una asistencia en los seis duelos de Champions disputados esta temporada, se sigue quitando vendas rojas sin dejar de mostrar los dientes de su sonrisa irónica.

“No pudimos presionarlos”

“Es normal que el futbolista quiera seguir jugando”, dijo Simeone tras el partido. “Pero no estuvimos finos en ataque; y [en la segunda parte] entendimos que con Llorente a la derecha, Saúl en la izquierda, Dembelé, Joao, Correa y Lemar tendríamos otra movilidad para poder atacar”.

Simeone permaneció de pie durante todo el encuentro, embutido en una parca de plumas negra, luctuoso. Tuchel casi nunca abandonó ni su sillón ni su chicle. Nervioso pero satisfecho porque su equipo se imponía a base de una presión más coordinada que le permitió ocupar el campo rival durante mucho tiempo y alejar en el proceso al Atlético, y al malogrado Suárez, del área de Mendy. “Ellos nos presionaron muy bien”, dijo Koke, camino del vestuario, tras la derrota. Sucede que se presiona mejor cuando presionan todos y no solo unos pocos. El Chelsea acompañó la presión con todas sus líneas. El Atlético solo lo hizo con sus dos atacantes, sus dos jugadores de banda, y sus dos laterales. Esto obligó a los seis implicados a correr más, a ocupar más campo, y a fatigarse más que sus contrincantes. Si el Atlético pareció más cansado fue porque el Chelsea se organizó con más eficacia. Esto complicó el juego de Suárez y facilitó el de Werner.

“Intentamos ir a presionarlos en su salida del balón con los cuatro de arriba”, explicó Simeone, evocando su despliegue de Llorente, Suárez, Joao Félix y Carrasco frente a la línea de tres centrales y el portero del Chelsea. “Creo que se intentó hacer con mucho esfuerzo”, dijo el técnico. “Pero pocas veces pudimos robar esa pelota que te genera una situación de peligro cerca del área contraria. Intentamos saltar a la presión con Lodi y Trippier cuando ellos rompían las presiones de Llorente y Carrasco. Lo intentamos. Pero no pudimos. Ellos fueron mejores y salieron de la presión”.

“¡Cortalo! ¡Cortalo!”

“En la Premier se juega con una intensidad superior a la que se juega en España”, dijo Azpilicueta, el capitán del Chelsea, ya en los vestuarios, después del partido; “nosotros hemos replicado lo que hacemos cada fin de semana para recuperar la pelota”.

La semifinal se cerró en el minuto 33. Koke sacó una falta indirecta en el círculo central. Estas situaciones a balón parado siempre fueron reverenciadas por Simeone y, con razón, dada la falta de creatividad de su ataque. El técnico mandó a Lodi a que subiera, para unirse a otros seis compañeros que esperaban el envío en el área rival. Koke entregó la pelota a Trippier para que la centrara, y cuando el inglés se disponía a colgar el pase, se le interpuso Werner, que corrió a la presión a toda velocidad. El alemán cortó la trayectoria del balón, que fue a dar a Kanté. Kanté se la dio a Havertz, y los siete jugadores del Atlético que esperaban el remate en el área se convirtieron en espectadores del desastre. Havertz aceleró por el medio campo con Werner a la izquierda y Ziyech a la derecha, y la jugada fue un tres para tres contra Trippier, Koke y Savic.

La salvación del Atlético gravitó en Trippier durante un segundo. Solo el inglés pudo interrumpir el contragolpe de raíz haciendo falta a Havertz. “¡Cortalo!”, le gritó Simeone, desesperado. “¡Cortalo!”. Pero Havertz dio dos zancadas y se liberó del agarrón.

Superado Trippier, Havertz lo tuvo fácil. Después de robar la pelota, Timo Werner se le había desmarcado haciendo otro esfuerzo. Con dos sprints en uno solo, el rubio de Stuttgart recibió el envío al espacio y midió el pase preciso entre Savic y Oblak. Lo remató a un toque Ziyech con la pierna mala y envió la pelota a la red.

“Necesito entrenadores que me den caña”, dijo Werner el martes, cuando le preguntaron cómo hacía para soportar las invectivas constantes de Tuchel desde la banda. “Eso me da fuerza”, zanjó el alemán, de 25 años, probablemente, el jugador más influyente de un partido táctico como pocos. Difícil de jugar para los nueves. Especialmente para Suárez.

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