Alejandro Valverde, cuando el campeón sabe que se hace mayor
El ciclista murciano ya no pesa en el pelotón, donde mandan los jóvenes prodigios, y a los casi 41 años piensa en el adiós
Alejandro Valverde tiene 40 años y cinco hijos, y cuando sale a competir ya no piensa solo en la carrera, como hacía toda la vida, sino que se interesa por otras cosas, por los paisajes desérticos y el lujo de Abu Dabi, por las colinas de Siena, los viñedos de Chianti, y toma nota y piensa que le gustaría disfrutar de ellos con la familia. Lo contaba hace unos días, minutos después de recibir de manos del rey Felipe VI el premio Nacional del Deporte, que textualmente se le otorga por ganar el Mundial de 2018 pero que él, el mejor ciclista español del siglo XXI, y Contador y Freire cerca andan,...
Alejandro Valverde tiene 40 años y cinco hijos, y cuando sale a competir ya no piensa solo en la carrera, como hacía toda la vida, sino que se interesa por otras cosas, por los paisajes desérticos y el lujo de Abu Dabi, por las colinas de Siena, los viñedos de Chianti, y toma nota y piensa que le gustaría disfrutar de ellos con la familia. Lo contaba hace unos días, minutos después de recibir de manos del rey Felipe VI el premio Nacional del Deporte, que textualmente se le otorga por ganar el Mundial de 2018 pero que él, el mejor ciclista español del siglo XXI, y Contador y Freire cerca andan, interpreta como un premio a toda su carrera de 20 años con los mejores, que ya ve cercana a su fin. Los años que se amontonan, percibe, y que antes no notaba, cada vez pesan más, como si hubiera habido un clic, quizás el nacimiento del quinto hijo hace unos meses, quizás la pandemia, y todo se hubiera acelerado.
“Es ley de vida”, acepta. “Van a ser 41 años en abril y todo va pesando. Pero, también, más que el peso de los años en las piernas es todo mental, es como si el cuerpo se relajara y quisiera disfrutar un poquito más y la capacidad de agonía y de sufrimiento no llega a ser tan intensiva”.
Tres días después de hablar así, con un tono que se negaba a adoptar hasta entonces, voló a Siena para disputar el sábado le Strade Bianche, una carrera con tramos en caminos de grava de la que hasta hace un par de años formaba siempre del grupo de favoritos. No este 2021, en el que se forma una escapada imperial con el campeón y el subcampeón del mundo (Alaphilippe y Van Aerts), los ganadores de los dos últimos Tours (Egan y Pogacar), el fenomenal nieto de Poulidor (Van der Poel) y el inglés nuevo que deja a todos boquiabiertos, diminuto y fortísimo, Tom Pidcock. Todos, rondando los 25 (media de edad 24,5), ninguno alcanzando los 30. Ya no hay sitio entre los mejores ni para la generación agotada de Valverde ni para la veterana, la de Sagan, ausente, o Fuglsang. Valverde terminó anónimo, a más de siete minutos de Van der Poel, insuperable ganador en la Plaza del Campo. “Está claro que el nuevo pelotón viene muy bien. Gente joven que está muy en forma. Ya no hay carreras de preparación, para ponerse en forma. Cualquier carrera es para competir al 100 por cien. Y los jóvenes vienen apretando muy duro”, reflexiona el murciano, que se ha planteado como objetivo en el que seguramente sea su último año llegar con posibilidades ante los jóvenes en los Juegos de Tokio (30 de julio). Para ello llevará un calendario muy ligero, pocas carreras, ninguna de tres semanas antes de la cita olímpica y solo después la Vuelta, que sería el escenario de su despedida. “Y cuando analizas datos de subidas, vatios, tiempo, todo, ves que aún se va más rápido que antes. No es solo que yo no tenga el punch de antes, la gente también está más fuerte. Es un cambio bastante drástico. Antes había carreras para ponerse en forma, ahora, no. Ahora todo el mundo llega en forma a cualquier competición. Ahora todos se entrenan con buen tiempo. Pasan de todo el mundo el invierno en España... Concentraciones de equipos de un mes antes de empezar a competir... Todo ha cambiado”.
Y también admite Valverde que quizás tenga ya más ganas de estar con la familia que antes, y que todo se junta, las menos ganas de sufrir, las menos fuerzas, las más fuerzas de los jóvenes, los cinco hijos, y cuando viaja hace fotos para enseñarlas en casa y piensa, casi melancólico, en disfrutar con ellos, con su prole. Y también sabe que algo tendrá que hacer cuando cuelgue la bicicleta, él, que lleva desde los 17 dando pedales. Y que entonces quizás deje huérfano a su equipo, el Movistar, en el que si no gana él, y no gana desde que lo hizo en una etapa de la Vuelta del 19, el 30 de agosto.
“Todos los rivales están muy fuertes... Pero espero que sea un año mejor que el año anterior. Vamos a ver”, dice, y su director, Eusebio Unzue, le recuerda que ya nadie le pedirá que levante los brazos, sino que arrope y ayude a los que llegan al equipo. Y también le recuerda que le quiere en el equipo siempre, aunque no tanto en la parte deportiva como en la representativa, como hombre de la marca. “Habrá que empezar a valorar ya qué voy a hacer”, dice Valverde. “Tengo tres años más de contrato con Movistar. A ver qué hacemos…”