Un 9-1 contra el cerrojo
En 1967, el Madrid ‘ye-yé’ derrumbó el muro defensivo de la Real Sociedad
Era la segunda jornada de la Liga 67-68 y el Madrid recibía a la Real, ascendida a Primera después de cinco años en Segunda. Su regreso era bien acogido: se trataba de un clásico. Aún hoy, cuenta entre los únicos nueve equipos que siempre estuvieron en Primera o Segunda, nunca más abajo: Madrid, Barça y Athletic, siempre en Primera, más Atlético, Espanyol, Valencia, Sevilla, Real Sociedad y Sporting.
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Era la segunda jornada de la Liga 67-68 y el Madrid recibía a la Real, ascendida a Primera después de cinco años en Segunda. Su regreso era bien acogido: se trataba de un clásico. Aún hoy, cuenta entre los únicos nueve equipos que siempre estuvieron en Primera o Segunda, nunca más abajo: Madrid, Barça y Athletic, siempre en Primera, más Atlético, Espanyol, Valencia, Sevilla, Real Sociedad y Sporting.
La Real se había ganado un sello años atrás: el de ser el equipo del cerrojo. Empezó cuando Benito Díaz, que pasó la guerra en Francia, trajo del Girondins la WM, que retrasaba un medio a la defensa. A partir de ahí, la Real evolucionaría a un cerrojo muy comentado, convertido a su pesar en seña de identidad. Para el Madrid de los grandes años siempre fue un hueso; en Madrid por el cerrojo y en Atocha porque le embarraba el campo. Di Stéfano sospechaba incluso que le colocaban al balón una doble cámara de goma, para que pesara más.
Ahora era otro Madrid, ya sin los Santamaría, Di Stéfano y Puskas. Un Madrid joven y renovado, ye-yé, campeón de Europa 16 meses antes. Esta era la segunda jornada, presentación en el Bernabéu. Y primera salida de la Real, muy renovada también. Ya no estaba el central Ansola, ni los medios Peporro y Galardi, ni el expeditivo Gordejuela, al que Di Stéfano llamaba barreboinas porque despejaba con tal brusquedad hacia la grada que el balón provocaba un alboroto de chapelas.
No estaban ellos, pero se mantenía la leyenda. Y su entrenador, el exjugador Elizondo, no se recata: “Habrá cerrojo”, asegura en la entrevista previa en Marca.
El madridista acude preguntándose cómo afrontarán los ye-yés el viejo problema que más de una vez se les atascó a sus gloriosos antecesores. De aquellos sólo queda Gento, que esta noche va a faltar. Le sustituye su eterno suplente, Manolín Bueno, magnífico extremo que languideció 12 años a su sombra.
La Real sale con: Zubiarrain; Gorriti, Martínez, Ormaechea; Sagasta, Lema; Urreisti, Arzac, Arregui, Mendiluce y Boronat. El Madrid con: Junquera; Calpe, De Felipe, Sanchís; Pirri, Zoco; Miguel Pérez, Amancio, Grosso, Velázquez y Bueno. Buena entrada, buen terreno, buena noche templada del septiembre madrileño. El Madrid, campeón de la Liga precedente, viene de ganar 0-2 en Sevilla. La Real, de batir 1-0 en Atocha al Pontevedra del Hai que roelo. Victoria corta, pero de prestigio.
El partido empieza con la ofensiva del Madrid contra un muro, pero en el 8′ un balón de tantos al área rebota en un montón de piernas y le queda franco a Amancio, que marca el 1-0. La Real no se abre y el Madrid vuelve una y otra vez a la carga, buscando rendijas que no aparecen. Velázquez, Pirri y Grosso, que arman el juego del Madrid, juegan de maravilla. Les apoya Sanchís con sus subidas por la banda, y los tres de arriba ensayan sus regates una y otra vez. Pero no pasa nada hasta el 42′. Un centro diagonal de Sanchís lo cabecea Pirri, medio de espaldas, por encima de Zubiarrain. 2-0. Y a la vuelta, sorpresa, la Real se abre en busca de un partido de tú a tú. Con terreno por delante, luce toda la brillantez de aquel Madrid ye-yé, que en esos 45 minutos hará una exhibición inolvidable. En el 52′, Bueno arranca regatea a tres y marca el 3-0. En el 55′, un despeje de Zoco lo caza Amancio, adelanta a Miguel Pérez y éste marca el 4-0.
Y lo mejor: tres goles de Velázquez en el 56′, 64′ y 73′, casi idénticos: llegadas por el callejón del diez, su territorio natural, culminadas con perfección y suavidad nada más pisar el área (el hat trick genuino. Los ingleses crearon la expresión para el que marca tres goles seguidos, sin que se intercale ninguno, ni de compañero ni de rival).
La Real insiste y por fin Mendiluce caza el gol del honor en el 75′. 7-1. Pero aún marcará Pirri, en el 77′ y cerrará Amancio, de penalti, en el 89′. Nueve goles a la Real, lo nunca visto. La segunda parte, con siete más el de Mendiluce en contra, quedará para el recuerdo como la obra cumbre de aquel Madrid ye-yé que tan dignamente sustituyó a la generación de monstruos.
Benito Díaz, el viejo Tío Benito, estuvo en el Bernabéu. Le preguntaron en qué se parecía esta Real a la suya. “En el uniforme”, dijo. Elizondo comentó que nunca en sus 15 años en la Real había asistido a nada así: “Esto no es la Real, los chicos han jugado acobardados”. En el Madrid no hay tiempo para la celebración. Recién duchados, vuelven a la concentración de Navacerrada, porque el día siguiente han de volar a Ámsterdam, a visitar al Ajax.
Detrás dejaba el mito del cerrojo convertido en ceniza.