El City cabalga solo
El equipo de Guardiola se impone tranquilamente a un desalmado Mönchengladbach
Además de servir de fuente de ingresos, los hinchas que antes de la pandemia llenaban los estadios obligaban a sus jugadores con la premura ancestral de las amenazas multitudinarias. Amenaza de desprecio, de abucheo, de ajuste de cuentas sentimental, cuando no físico, la presión emocional también garantizaba partidos tensos. Sin gente en las gradas afloraron espectáculos enrarecidos. Desalmados como este encuentro que la UEFA organizó en Budapest y al que acudieron como forzados los futbolistas del Borussia Mönchengladbach a e...
Además de servir de fuente de ingresos, los hinchas que antes de la pandemia llenaban los estadios obligaban a sus jugadores con la premura ancestral de las amenazas multitudinarias. Amenaza de desprecio, de abucheo, de ajuste de cuentas sentimental, cuando no físico, la presión emocional también garantizaba partidos tensos. Sin gente en las gradas afloraron espectáculos enrarecidos. Desalmados como este encuentro que la UEFA organizó en Budapest y al que acudieron como forzados los futbolistas del Borussia Mönchengladbach a exhibir lo que parecía una indiferencia más o menos indisimulada para que sus colegas del Manchester City les pintaron la cara sin encontrar apenas resistencia. El encuentro —resuelto sin una sola tarjeta, con dos centros a pierna cambiada de Cancelo y otras tantas intervenciones de Bernardo Silva en el segundo palo— tuvo carácter unidireccional. No da la impresión de que este cruce reserve alguna emoción.
Hacía más de 40 años que el Mönchengladbach no disputaba unas eliminatorias de Copa de Europa. Nunca se había cruzado con el City. La UEFA anunciaba un hecho histórico. Pero el partido no será recordado por nada más que por la superioridad incontestada del conjunto inglés, dueño del balón durante más del 60% del tiempo y ocupante invariable del terreno rival. Al City le bastó con tejer su trama de interiores y extremos para disuadir a su contraparte de que toda resistencia sería en vano. Al frente de la batida se situó Bernardo Silva, indiscutible director del equipo que ya suma 19 victorias consecutivas. Doblando por la izquierda, organizador en el medio, driblador adelante o finalizador en el área chica, el portugués dejó su sello de regularidad. Es excelente en todas partes y a cada momento. En Copa, en Premier, o en Champions.
Un partido de entrenamiento entre el City y el City B habría tenido más emoción. Solo había que ver el banquillo visitante para constatarlo: De Bruyne, Agüero, Stones, Zinchenko, Fernandinho, Ferran Torres, Mendy, Mahrez... Si el Mönchengladbach tuvo alguna posibilidad de hacerle frente a su oponente fue a base de energía, entusiasmo, poderío físico y disciplina. Todo aquello que soslayan los equipos desanimados. El Gladbach venía de una semana turbia.
El anuncio de que Marco Rose, el entrenador, había fichado por el Dortmund, su rival directo en la lucha por puestos de Champions en la Bundesliga, provocó la clase de polémica suave que la industria del fútbol digiere con rapidez pero que en otros ámbitos se condenan por tratarse de conflictos de intereses. La noticia de que su líder se iba con el enemigo no debió de estimular a la plantilla del Gladbach. Las manifestaciones de hinchas pidiendo el despido de Rose se propagaron. Derrotado el sábado (1-2) por el Mainz, penúltimo clasificado, el equipo evidenció un desplome moral en vísperas de recibir al City. El 0-1 fue prueba de ello.
En el minuto 29 Kramer, el mediocentro, le dio la pelota a Cancelo. El lateral armó la diestra sin que nadie le molestara mucho y su centro a la izquierda del portero Sommer fue explotado por Bernardo Silva. El pequeño diez cabeceó a gol sin que el corpulento Elvedi le viera venir. El 0-1 fue asombroso. El 0-2 fue idéntico, solo que Silva asistió de cabeza y remachó Gabriel Jesus.