El Levante se pone serio

El conjunto de Paco López saca un empate de su visita a San Mamés y obliga al Athletic a marcar en la vuelta para llegar a una nueva final copera

Iñigo Martínez cabecea el gol del empate ante el Levante.Luis Tejido (EFE)

El de San Mamés fue uno de esos partidos de Copa con todos los ingredientes, de los que hacen vibrar a la afición en las gradas, aunque no hubo afición en el estadio bilbaíno. El Athletic y el Levante se irán al partido de vuelta en Orriols, el 4 de marzo, con los deberes a medio hacer, porque el empate a uno, aunque obliga a los rojiblancos a marcar para plantarse en su tercera final del año, no inclina la balanza demasiado hacia el bando levantino.

Hubo de todo. Empezó el partido con el Athletic dormido y el Levante muy...

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El de San Mamés fue uno de esos partidos de Copa con todos los ingredientes, de los que hacen vibrar a la afición en las gradas, aunque no hubo afición en el estadio bilbaíno. El Athletic y el Levante se irán al partido de vuelta en Orriols, el 4 de marzo, con los deberes a medio hacer, porque el empate a uno, aunque obliga a los rojiblancos a marcar para plantarse en su tercera final del año, no inclina la balanza demasiado hacia el bando levantino.

Hubo de todo. Empezó el partido con el Athletic dormido y el Levante muy despierto, a la caza de cualquier error local para meter la zarpa. Con el fútbol bilbaíno al ralentí, el equipo de Paco López circulaba cómodo, buscando a Roger, sobre todo gracias al juego entre líneas de Melero, que fue el protagonista del gol que abría el marcador.

Llegó porque el futbolista madrileño estaba solo como un anacoreta que medita en su cueva, pero lo curioso es que aquello no era una cueva, sino el punto de penalti, que ni con las medidas de distancia social es un lugar adecuado para abandonar a un jugador del equipo contrario. Y eso es lo que hizo el Athletic. Mientras Yeray, que estaba a otras faenas, también dentro del área, le gritaba a Vencedor para que saliera de su estado catatónico, hipnotizado como una gallina por un charlatán de feria, Melero se permitía un lujo casi imposible en la élite: fallar el primer remate después del centro de Coke y tener tiempo para armar la pierna otra vez y fusilar a Unai Simón.

Vencedor fue el futbolista pasmado y Melero, puede que también, aunque por razones diferentes. Posiblemente pensó que después del error le caerían encima los geos o un batallón de caballería, pero allí seguía solo, para rematar, adelantar al Levante y certificar que si el Athletic estaba con una empanada mental importante, los suyos habían salido a aprovechar su oportunidad de llegar a una final.

Melero, en realidad, culminó con el gol una primera mitad primorosa por su parte. Fue el alma de un Levante puntiagudo, que supo lo que tenía que hacer en todo momento.

Después de una primera parte con los bilbaínos cociéndose en su propia impotencia y un Levante sin complejos de debutante en semifinales, Marcelino optó por las soluciones drásticas. En el descanso mandó a la ducha virtual —porque ahora los futbolistas se duchan en casa—, a los dos mediocentros, Dani García y Vencedor, y a Capa, que andaba justito.

La fórmula le funcionó enseguida. Tanto que antes de que se cumplieran cinco minutos de la segunda parte, Cárdenas había tenido que demostrar que su presencia en las alineaciones coperas no es una concesión gratuita de Paco López. Le sacó un espectacular remate de cabeza a Raúl García, un remate a Berenguer y otro más a Williams. Un minuto más tarde se lesionó el omnipresente Melero, un mal augurio para el Levante, que poco después encajó el empate en un inapelable remate de Iñigo Martínez en un córner sacado por Muniain.

El Athletic entendió que sin intensidad, su juego no tiene peso específico, así que le puso velocidad a la circulación de la pelota y agresividad a sus acciones. La que estaba poniendo el Levante, que durante unos minutos se sintió sobrepasado. Después del empate todavía pudo marcar uno más el equipo bilbaíno, tras un error defensivo que dejó a Berenguer en posición favorable, aunque se le hizo de noche cuando intentaba por fin rematar.

Luego se tranquilizó el partido un rato. Se estiró otra vez el Levante, aunque era el Athletic el que llevaba la iniciativa, pero Paco López había recompuesto las piezas defensivas que dejaron de ser tan permeables como en el comienzo de la segunda parte. Empujaron bastante los de Marcelino, pero el equipo visitante defendió con orden y no permitió demasiadas veleidades en una segunda mitad que fue mucho más vistosa que la primera, pero que no decantó la eliminatoria hacia ningún lado.

Claro que los más optimistas de entre los bilbaínos se agarran a los recuerdos de 2015, cuando el Espanyol de Sergio le pasó por encima al Athletic de Valverde en San Mamés, aunque sólo rebañó un empate a uno, como el que se lleva el Levante. Un mes más tarde, los bilbaínos arrasaron en Cornellà. Ya se verá en Valencia.

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