La ansiedad es un problema en el fútbol. La padecen quienes están en lo más alto, y también los que se mueven por los sótanos de la clasificación. Sólo se remedia con goles, con victorias, pero durante un partido puede variar según las circunstancias. Le sucedió a Osasuna frente al Granada. No era lo mismo ganar por 1-0 que por 2-1, pese a que la diferencia era la misma, porque un gol en contra hace que se le vean las orejas al lobo. Tuvo que llegar el tercero para regular esa ansiedad.
Osasuna, con problemas clasificatorios, mantuvo, s...
La ansiedad es un problema en el fútbol. La padecen quienes están en lo más alto, y también los que se mueven por los sótanos de la clasificación. Sólo se remedia con goles, con victorias, pero durante un partido puede variar según las circunstancias. Le sucedió a Osasuna frente al Granada. No era lo mismo ganar por 1-0 que por 2-1, pese a que la diferencia era la misma, porque un gol en contra hace que se le vean las orejas al lobo. Tuvo que llegar el tercero para regular esa ansiedad.
Osasuna, con problemas clasificatorios, mantuvo, sin embargo, la serenidad durante la primera parte. Jugó tranquilo el equipo de Arrasate, sobre todo porque se encontró un Granada a verlas venir, que parecía esperar que su rival entrara en estado de ansiedad, pero anduvo tranquilo el equipo rojillo, o al menos esa era la impresión que daba su juego.
El Granada no le daba problemas. Luis Milla no había aparecido en la creación del equipo andaluz, que prefería ir cociendo a fuego lento a Osasuna. Pero andaba Jony muy vivaz por la banda izquierda, poniéndole en problemas a Foulquier, y mediada la primera parte, una cabalgada del zurdo asturiano acabó en un centro raso que pasó entre las piernas de los defensas granadinos y le cayó a Budimir, especialista en resolver en el área. Se ponía por delante Osasuna, y el gol conseguía tranquilizar el espíritu de sus jugadores.
No reaccionó el equipo visitante. Se enredó el partido bastante durante algunos minutos, y esa situación beneficiaba a los pamplonicas, porque el fútbol se alejó de las áreas. Sin embargo, las bandas osasunistas siguieron funcionando, y en el minuto 38, esta vez por la derecha, la carrera de Kike Barja culminó en un centro delicioso que Budimir agradeció con su remate de cabeza entre los centrales, que habían dejado mucho espacio al delantero.
El nivel de ansiedad de Arrasate en el banquillo se redujo, pero otra vez se le disparó la adrenalina cuando uno de sus hombres más activos, Jony, se lesionó en una acción defensiva. Tuvo que hacer el primer cambio antes del descanso, y movió dos fichas más en la reanudación. Pero Diego Martínez también cambió sus piezas. Puso en el campo a Quini y Jorge Molina, le dio un toque ofensivo a su equipo, y le salió bien, porque llegó muy pronto el gol de Luis Suárez que estrechaba las diferencias.
Entonces a Osasuna le cayó la clasificación encima. Como un menhir lanzado por Obelix a un regimiento romano. Las piernas rojillas empezaron a temblar. Los rebotes empezaban a caer siempre del lado granadino; en la ruleta del partido dejó de ganar el rojo. Ni siquiera con el VAR. En una jugada en la que se pidió penalti de Neva después de que el balón le pegara en la mano, el árbitro rebobinó y vio un arañazo de Calleri a Germán en la jugada previa. Arrasate entró en ebullición; Osasuna, cada vez más nervioso, se atrincheró atrás mientras el Granada utilizaba a toda su artillería.
Sin embargo, no todo le iba a salir mal a Osasuna en la segunda parte. En el minuto 85, Jon Moncayola agarró un zapatazo desde la frontal que Rui Silva no adivinó, y puso las cifras definitivas en el marcador, para que bajaran las pulsaciones de Arrasate y su equipo saliera de los puestos de descenso.