Bono disgusta a Abelardo
El portero detiene un penalti en el último suspiro y el Sevilla vence al Alavés para encaramarse a los puestos de Champions
El día más triste del año, dicen, es el tercer lunes de enero, pero para el Alavés, el duelo se prolongó 24 horas más, hasta que finalizó el partido frente al Sevilla, que acabó con la fatalidad de fallar un penalti en el último suspiro. Bono salvó dos puntos para su equipo; Joselu, habitual desatascador vitoriano, le dio el segundo disgusto gordo a Abelardo.
Herido el Alavés por la goleada de Almería que le dejó fuera de la Copa, no podía empezar peor el partido frente al Sevilla. Se habían abrazado con fuerza Lopetegui y Abelardo antes del inicio, pero como aseguran los desconfiados, ...
El día más triste del año, dicen, es el tercer lunes de enero, pero para el Alavés, el duelo se prolongó 24 horas más, hasta que finalizó el partido frente al Sevilla, que acabó con la fatalidad de fallar un penalti en el último suspiro. Bono salvó dos puntos para su equipo; Joselu, habitual desatascador vitoriano, le dio el segundo disgusto gordo a Abelardo.
Herido el Alavés por la goleada de Almería que le dejó fuera de la Copa, no podía empezar peor el partido frente al Sevilla. Se habían abrazado con fuerza Lopetegui y Abelardo antes del inicio, pero como aseguran los desconfiados, cuanto más intenso es el abrazo, más profunda es la puñalada, deportiva en este caso, y los jugadores sevillistas le clavaron un estoque a Pacheco en el minuto 3.
Fue en un centro de Jesús Navas que dejó en evidencia a la defensa alavesista y al que llegó En-Nesyri, a la segunda, para poner a su equipo por delante. Presionaba el Alavés muy arriba, pero la primera vez que se desprendió el Sevilla del pegamento vitoriano, cogió ventaja.
Como si le hubieran echado sal en la herida de la puñalada, reaccionó el Alavés con furia, y tardó muy poco en equilibrar el partido en un saque de banda largo de Ximo Navarro, al que no llegó Joselu, pero sí Edgar, al segundo bote, para superar la defectuosa salida de Bono y el despiste defensivo de sus compañeros.
Quiso mandar el Alavés, revitalizado por el gol y la caraja sevillista, pero se fueron entonando los hombres de Lopetegui, que se sacudieron la modorra y equilibraron el juego; es decir, consiguieron que los de casa se pusieran a su altura, la del sótano del fútbol. Pero en esta tesitura, los aciertos individuales pueden decantar el marcador hacia un lado y otro, y eso sucedió cuando Jordán le cedió la pelota a Suso, que buscó el hueco, corriendo en paralelo a la frontal del área. Cuando lo encontró, lanzó un zurdazo que se coló por la escuadra.
Con el marcador a favor y sin alteraciones notables en el electrocardiograma del partido, el Sevilla fue envolviendo cada vez más al Alavés. Con la pelota en los pies, el conjunto de Lopetegui anestesió a los vitorianos, a quienes les faltaba la finura necesaria para escapar de la trampa en la que, paso a paso, les habían ido metiendo.
Sin noticias de las áreas, a los sevillistas les convenía lo que estaba sucediendo. Es decir, nada. Sólo escaramuzas ocasionales, pérdidas de balón constantes y escasa precisión. Bastaba con eso, porque la inspiración del Alavés estaba bajo mínimos, como la temperatura en Vitoria. Tal que el clima, el fútbol alavesista congelaba el alma.
El marcador ajustado, sin embargo, obligaba al Sevilla a tomar las debidas precauciones. Pudo haber acabado más tranquilo el equipo visitante, pero el VAR detectó una infracción en un gol en propia meta del Alavés, ya que el balón había golpeado previamente en la mano de En-Nesyri.
Apenas un minuto más tarde, en el 89, otro jugador del Sevilla, Koundé, se lanzó al suelo a despejar y el cuero también le tocó en el brazo en una acción que nunca se pitaba hasta que la tecnología entró en el arbitraje. Lanzó el penalti Joselu y Bono le adivinó las intenciones para blocar la pelota. Abelardo maldecía en el banquillo la mala fortuna de su equipo, que perdió en esa acción la oportunidad de redimir sus pecados.