Los días en los que Asensio temió no ser capaz de volver
Después de seis jornadas sin intentar ni un regate, el balear vuelve a asistir y marcar, mientras los suyos le empujaban a perder el miedo: “Equivócate, Marco”
Cuando Marco Asensio alcanzó su teléfono el sábado por la noche, después de atender a las televisiones y grabar un vídeo para las redes sociales del club, envió un mensaje a gente muy cercana: “Al fin entró”. Después de jugar 1.000 minutos y tirar cuatro balones al palo en 20 partidos, había anotado su primer gol del curso. “En algún momento tenía que llegar. Se había resistido”, dijo aliviado ante las cámaras. “La gen...
Cuando Marco Asensio alcanzó su teléfono el sábado por la noche, después de atender a las televisiones y grabar un vídeo para las redes sociales del club, envió un mensaje a gente muy cercana: “Al fin entró”. Después de jugar 1.000 minutos y tirar cuatro balones al palo en 20 partidos, había anotado su primer gol del curso. “En algún momento tenía que llegar. Se había resistido”, dijo aliviado ante las cámaras. “La gente no sabe que es un proceso largo, de acumular partidos y minutos”.
El proceso es el que espera que le lleve desde su grave lesión de rodilla en julio de 2019 al punto en el que cumpla las expectativas que despertaba su talento en el verano de 2018. No solo está siendo largo, sino que en muchos tramos le está resultando desesperante. “No está a su nivel todavía, pero está llegando. Es una cuestión absolutamente mental”, cuenta una fuente de su círculo. “Fue tanto el sufrimiento que vivió...”, añade.
En el campo, empezó a parecerse a aquel antiguo Asensio de antes de destrozarse la rodilla: fue el día antes de Nochebuena en el Alfredo di Stéfano, cuando entró al partido contra el Granada precisamente después de una lesión de Rodrygo. Con el 0-0 atascado, alcanzó la línea de fondo y sacó un estupendo centro con el que Casemiro anotó de cabeza. Ese movimiento, tan rutinario meses antes, de pronto pareció un acontecimiento. Asensio llevaba 19 partidos sin participar en un gol (ni marcando ni asistiendo): se trataba de la peor racha de su carrera.
La temporada estaba resultando una tortura inesperada. Contaba con la confianza del club, que conocía las dificultades del proceso y estaba dispuesto a darle tiempo; también con la de Zinedine Zidane, que insistía en proporcionarle un partido tras otro como titular; y con el respaldo de sus compañeros, que lo han cuidado hasta con delicadeza fuera y dentro del campo. Pero aquel Asensio tan esperado no asomaba. En realidad, se alejaba.
En los seis partidos de Liga anteriores a ese revivir contra el Granada no intentó un solo regate y solo tiró dos veces, ninguna a portería. “No llegó a hundirse del todo pero es verdad que se desanimó muchísimo. Sus sensaciones hasta hace tres o cuatro semanas eran muy tristes. Llegó a pensar que su evolución iba a tardar mucho más en el mejor de los casos. En el peor, que solo volvería a ser la sombra del que fue”, cuentan desde Valdebebas.
Hasta que asomaron las primeras señales de vida. En los tres encuentros siguientes (Granada, Elche y Celta), intentó seis regates y disparó seis veces: dos a puerta, un balón al travesaño en el Martínez Valero y un gol el sábado en el Alfredo di Stéfano. En la ciudad deportiva ya lo habían notado distinto días antes: “Hace ya tres o cuatro semanas que Asensio sonríe mucho más en Valdebebas”, dicen.
Y sobre esa remontada de ánimo coincide también una fuente de su entorno: “Empieza a despejar cuestiones que tenía en su cabeza”.
Detrás hay mucho trabajo, suyo y de su gente. Su novia, su padre, personas que trabajan para él. “No le han permitido venirse abajo”, reconocen en el club, desde donde señalan también a José, el fisioterapeuta que lo trata desde la operación, y que no solo le ajusta las piezas, sino que no deja de hablarle.
Su gente señala el daño que le provocaron algunas críticas que consideraba injustas, porque veía que no comprendían lo que estaba atravesando. “Ahora ya empieza a chutar de nuevo, pero no tenía confianza”, dicen. Jugaba atenazado. Y su gente lo animaba a volver a probar lo de siempre como camino para acercarse al final de ese proceso largo del que habló el sábado. Permitirse fallar para terminar de volver: “Equivócate, Marco”, le insistían.