River y la cosa con plumas

A los millonarios les basta con ganar a domicilio al Atlético Tucumán para levantar el único título que le falta a Gallardo

Marcelo Gallardo, entrenador de River Plate. Gustavo Garello (Getty Images)

Hay un verso bastante conocido de Emily Dickinson que podría referirse al asunto. Traduzco más o menos: “La esperanza es la cosa con plumas/ que se posa sobre el alma”. En esas está River. Bajo la dirección de Marcelo Gallardo lo ha ganado todo, menos una liga. Y a falta de una jornada, la próxima, va en cabeza de la clasificación con un punto más que Boca Juniors. Le basta con ganar a domicilio al Atlético Tucumán para levantar el único título que le falta a Gallardo.

Pero tanto los rivales de Boca (los dos grandes no se disputaban una Liga en la última jornada desde 2004) como la gent...

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Hay un verso bastante conocido de Emily Dickinson que podría referirse al asunto. Traduzco más o menos: “La esperanza es la cosa con plumas/ que se posa sobre el alma”. En esas está River. Bajo la dirección de Marcelo Gallardo lo ha ganado todo, menos una liga. Y a falta de una jornada, la próxima, va en cabeza de la clasificación con un punto más que Boca Juniors. Le basta con ganar a domicilio al Atlético Tucumán para levantar el único título que le falta a Gallardo.

Pero tanto los rivales de Boca (los dos grandes no se disputaban una Liga en la última jornada desde 2004) como la gente de River proclive al pesimismo recuerdan esa cosa con plumas de 1966. Los Millonarios jugaban la final de la Copa Libertadores frente a Peñarol de Montevideo y llevaban dos goles de ventaja, pero en cinco minutos los uruguayos le dieron la vuelta al marcador. En el partido siguiente al fracaso, la hinchada de Banfield arrojó a la cancha una gallina blanca pintada con una franja roja. Y de ahí surgió el mote de gallinas y la fama, solo a veces justificada, de que River se arruga en el último momento.

River podría haber viajado mucho más tranquilo a Tucumán si el sábado hubiera ganado en el Monumental a Defensa y Justicia. Sin embargo, no pasó del empate. En el primer tiempo se mostró como un equipo empanado, rígido, torpe, a merced del ritmo eléctrico impuesto por Defensa. Mal presagio ante la conclusión de la liga. En la reanudación volvió a ser River. Pero todo buen arquero es, al menos una vez en la vida, el mejor arquero del mundo. El sábado le tocó a Luis Unsain, guardameta de Defensa: era imposible marcarle un gol a ese hombre, salvo de penalti. Y con un penalti logró River igualar a uno y mantener el puntito de ventaja sobre Boca, que el viernes arrolló a domicilio a Colón de Santa Fe.

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Se vio a Gallardo de muy mal humor durante el encuentro. Luego habló de lo que viene esta semana: un desplazamiento a Quito para iniciar la Libertadores y el crucial viaje a Tucumán. El técnico más emblemático del fútbol argentino apeló a las plumas en el sentido del poema de Dickinson: “A los hinchas les digo que crean, porque tienen con qué creer”. La esperanza, según él, estaba plenamente justificada. “Vamos a ver si nos alcanza o no para poder ganar en un terreno difícil”, comentó sobre la visita a Tucumán. “Esa es nuestra mentalidad, no nos vamos a correr de ahí. El que piensa que este es un terreno adverso para nosotros, está equivocado. Vamos a depender de nosotros mismos”.

Cualquier cosa es posible. Una victoria le da el campeonato a River. Una derrota de River y una victoria de Boca ante el Gimnasia de Maradona le da el campeonato a los xeneizes. Puestos a especular, una derrota de River y un empate de Boca crearía un empate a 46 y obligaría a desempatar de forma directa: los dos archirrivales jugarían el enésimo superclásico a vida o muerte, con el país paralizado, los nervios de punta y el habitual ambiente apocalíptico. Tendría su gracia.

La era de Gallardo acumula glorias. El vuelo de River, estos últimos años, no tiene nada de gallináceo. Salvo, rebuscando, quizá esa final de la Libertadores, hace apenas cuatro meses, en la que Flamengo marcó dos goles salvajemente tardíos (minutos 89 y 93) y le arrebató a River Plate un título que ya acariciaba. En una semana sabremos si la cosa con plumas era la esperanza o una simple gallina.

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