El Sevilla ejerce de Getafe

El equipo andaluz se impone por las bravas a un rival lastrado por el fallo de Etebo en el 0-1

Getafe -
Fernando marca el segundo del Sevilla.Javier Lizón (EFE)

Equipo fino desde el control del balón, siempre enérgico y creativo, el gran Sevilla de los últimos años completó una metamorfosis en Getafe. Ganó. Pero por el camino experimentó la clase de cambio radical que sufren tantos visitantes del Coliseum. El Sevilla renunció a sus principios para aferrarse a los principios elementales de un adversario limitado por la modestia de su economía. Jugó a cavar zanjas y a defenderlas, aprovechó un error garrafal de Etebo para meter el 0-1, y agrandó su ventaja al contragolpe.

Nueve goles recibidos en cinco partidos empujaron a Lopetegui a reformular ...

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Equipo fino desde el control del balón, siempre enérgico y creativo, el gran Sevilla de los últimos años completó una metamorfosis en Getafe. Ganó. Pero por el camino experimentó la clase de cambio radical que sufren tantos visitantes del Coliseum. El Sevilla renunció a sus principios para aferrarse a los principios elementales de un adversario limitado por la modestia de su economía. Jugó a cavar zanjas y a defenderlas, aprovechó un error garrafal de Etebo para meter el 0-1, y agrandó su ventaja al contragolpe.

Nueve goles recibidos en cinco partidos empujaron a Lopetegui a reformular su idea. El Sevilla que plantó en el sur de Madrid salió condicionado por una premisa: proteger a los centrales, Koundé y Diego Carlos. Ambos gozaron del auxilio constante de Gudelj, tan metido atrás que se comportó menos como mediocentro que como líbero. Gudelj asistió a los zagueros en la salida del balón y atendió al cierre cada vez que el Getafe irrumpía con sus volantes. Por delante se formaron Fernando y Jordán, dos fornidos interiores, y todos juntos avanzaron en bloque pisando fuerte como la infantería pesada. A dar la batalla en el círculo central. A chocar. A trabar. A interrumpir. Diez tarjetas amarrillas fue el saldo global de un partido marcado por la fricción.

Los saques de portería se reflejaron en ambos campos. Soria buscó en largo a Deyverson para que la bajase a Molina, proponiendo la pelea de la pelota dividida. Vaclik buscó a De Jong para que propiciara la arremetida de Ocampos. Siguiendo la pelota como quien persigue una señal cósmica se trasladaron los equipos de área a área apretándose los 20 futbolistas en 40 metros. Emparejados ambos bandos a empuje y determinación, los espacios apenas se libraron en las bandas. Por los márgenes avanzaron los únicos que se permitieron profundizar. Navas, Reguilón y Ocampos del lado visitante; Cucurella y Nyom del lado local.

Fue Reguilón quien sacó provecho de una de esas situaciones en los costados. El lateral zurdo, un incordio para sus oponentes, presionó a Etebo. El sustituto de Arambarri, que disfrutaba de su segunda titularidad en Liga, se comportó con la imprudencia de los que quieren demostrar de más. Intentó un regate, dudó, se resbaló y perdió la pelota. Se la llevó Reguilón y su centro raso atravesó el área. Ni Soria, inseguro toda la noche, ni Chema, consiguieron cortar la trayectoria del envío, que encontró el pie de Ocampos, autor del gol.

“Etebo asumió demasiados riesgos en un campo que no está en las mejores condiciones; y el error marcó el devenir del partido”, lamentó José Bordalás, el técnico del Getafe. “Esto nos tiene que llevar a todos a la realidad. Enfrente teníamos al Sevilla, el cuarto presupuesto del campeonato con una plantilla tremenda”.

El conjunto andaluz se fue al descanso con el impulso del gol de Ocampos y convalidó su ventaja pasada la hora de partido con una falta lateral. La botó Suso y la culminó Fernando para desesperación de los jugadores del Getafe, que no consiguieron generar situaciones de disparo con la claridad de otras veces, siempre anticipados por la pertinacia de los zagueros sevillistas. Koundé cerró con un remate al primer palo el contragolpe del gol definitivo.

La grada del Sevilla lo celebró. La del Getafe, que acabó agradecida, cantándole a sus jugadores y a su entrenador, también.

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