El Barça pierde incluso cuando gana

La estrategia barcelonista consistió en invertir en el fútbol femenino. Los reproches del técnico de la Real parecen oportunistas tras una final en que las azulgrana nunca vacilaron a sus rivales

Marta Torrejón celebra la consecución de un gol en la final de la Supercopa. Oscar J. Barroso (AFP7 / Europa)

El Barça siempre pierde, incluso cuando gana, como ha ocurrido con la conquista de la Supercopa femenina en Salamanca. Ya no se discute sobre el inapelable triunfo azulgrana sino sobre la cantidad de goles que encajó la Real Sociedad: 10-1. Acostumbra a pasar cada vez que un equipo barcelonista protagoniza un triunfo grandilocuente y se indaga sobre sus causas, como si fuera sospechoso, estuviera fuera de lugar o descontextualizado, inapropiado para una entidad con tendencia moralizadora desde que presume de...

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El Barça siempre pierde, incluso cuando gana, como ha ocurrido con la conquista de la Supercopa femenina en Salamanca. Ya no se discute sobre el inapelable triunfo azulgrana sino sobre la cantidad de goles que encajó la Real Sociedad: 10-1. Acostumbra a pasar cada vez que un equipo barcelonista protagoniza un triunfo grandilocuente y se indaga sobre sus causas, como si fuera sospechoso, estuviera fuera de lugar o descontextualizado, inapropiado para una entidad con tendencia moralizadora desde que presume de ser més que un club como es el FC Barcelona.

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Aunque con el tiempo ha dejado de ser una institución victimista y acomplejada, todavía no ha conseguido tener el gen ganador del Madrid. Nadie pregunta por sus éxitos sino que el Madrid gana porque sí, sin más explicación fuera o dentro del Bernabéu. Ocurre algo parecido con las derrotas: el Madrid ha conseguido que se asuman y si conviene se disimulen mientras que en el Barcelona se utilizan para chequear al equipo y al club, como si fueran un juicio final para cada directiva, y más para el consejo que preside Bartomeu.

La cuestionable gestión del Camp Nou, sin embargo, no es extrapolable al estadio Johan Cruyff y mucho menos al Palau Blaugrana. Las secciones profesionales compiten de forma excelente: el baloncesto lidera la Liga ACB y ocupa puestos preferentes en la Euroliga; el fútbol sala aspira a los distintos títulos en juego; el hockey patines acumula la cifra récord de 18 victorias consecutivas, y el balonmano pretende recuperar la corona continental después de dominar los torneos que se disputan en España.

El Barça responde al fin y al cabo a su condición de club polideportivo que atiende incluso a secciones no profesionales, alguna tan popular como el atletismo o el rugby, muchas con arraigo en Cataluña. Nadie discute el carácter social y aglutinador azulgrana sino que la controversia se centra en que su poderío económico y arrogancia afecta al ecosistema del deporte catalán y español hasta el punto que lo desequilibra, ahora también en el fútbol femenino, después del resultado de Salamanca.

Aun cuando la diferencia en la alineación fue de una sola jugadora con respecto al año pasado, el Barça pasa hoy por ser un equipo inmisericorde cuando entonces era el hazmerreír después de pedir clemencia ante el Lyon y claudicar ante el Atlético. La estrategia barcelonista consistió en invertir en el fútbol femenino sin fomentar actos populistas como el de jugar en el Camp Nou. Los reproches de Arconada, técnico de la Real, parecen oportunistas después de un partido en que las azulgrana nunca vacilaron a sus rivales, ganadoras de la última edición de la Copa. Nunca adulteraron una competición como la Supercopa.

Ya fustigado en la derrota, ahora se manchan las victorias del Barça porque no son homologadas o porque compite en condiciones inasumibles para los demás, incluso en especialidades en que para nada invierten los adinerados como el fútbol femenino o el balonmano; el error no es del Barcelona si no, precisamente, de ese ecosistema. Así que el Barça pierde incluso cuando gana.

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