El Liverpool descarrila contra el West Brom

El equipo de Allardyce empata con el líder en un córner, aprovechando que la lesión de Matip, en la segunda parte, había dejado la defensa bajo mínimos

Ajayi se agarra la cabeza sorprendido ante su propio gol.NICK POTTS (AFP)

Semi Ajayi acababa de elevar su portentosa figura de 1,93 por encima de Fabinho. Había ganado el duelo aéreo. Había cabeceado el córner y no podía creer lo que veía. Presa del asombro, se llevó las manos a la cabeza según contemplaba en el área chica la progresión errática de la pelota. De su cabeza al palo, del palo al campo, y de ahí, botando con efecto de retroceso, hacia el interior de la portería. Alisson, el portero casi se rompe el cuello en el intento de localizar el balón. Así fue como el West Bromwich Albion empató en Anfield y puso en aprietos al líder de la Premier. De rebote. De c...

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Semi Ajayi acababa de elevar su portentosa figura de 1,93 por encima de Fabinho. Había ganado el duelo aéreo. Había cabeceado el córner y no podía creer lo que veía. Presa del asombro, se llevó las manos a la cabeza según contemplaba en el área chica la progresión errática de la pelota. De su cabeza al palo, del palo al campo, y de ahí, botando con efecto de retroceso, hacia el interior de la portería. Alisson, el portero casi se rompe el cuello en el intento de localizar el balón. Así fue como el West Bromwich Albion empató en Anfield y puso en aprietos al líder de la Premier. De rebote. De casualidad.

El Liverpool avasalló a su rival durante una hora. El gol de Sadio Mané resumió la superioridad exhibida. El senegalés hizo un control majestuoso con el pecho, entre los dos centrales, y convirtió el centro frontal de Matip en una asistencia. Se giró sin espacio, entre la zaga y el portero, y sin mover un músculo de la cara remató antes de que el balón tocara el suelo. Con un dominio de la situación propio de los mejores futbolistas del mundo. El 1-0 culminó lo que parecía inevitable. El West Brom era un manojo de jugadores encogidos, metidos en su área, impotentes ante un adversario que llegaba con todos y por todos los carriles.

El Liverpool controló el partido hasta que Joel Matip sufrió un tirón muscular. Mientras el central pedía el cambio, su entrenador, Jürgen Klopp, daba órdenes a gritos desde la banda. Su lenguaje corporal revelaba la agitación de quien manifiesta un temor. La defensa del Liverpool, mermada por las bajas de Van Dijk y Joe Gómez, no podía permitirse otra pérdida. La entrada del joven Rhys Williams, un canterano lento y suave, no auspició lo mejor. Quince minutos después, ocurrió algo que no tenía por qué pasar. Williams, nervioso, despejó a córner una pelota que debió gestionar de otra manera. Consecuencia del córner fue el empate.

Poco más de diez minutos no bastaron al Liverpool para recuperar el gobierno del marcador. Con viento en contra decepcionaron Curtis Jones y Oxlade Chamberlain, uno por displicente, o por lento en la lectura de las jugadas, el otro por atolondrado. Sobre el minuto 89, Roberto Firmino tuvo el 2-1 en un cabezazo que desvió Johnstone, el portero visitante. Los 2.000 abonados reunidos en The Kop asistieron al tropiezo paralizados por el frío y el disgusto. Sam Allardyce, nuevo entrenador del West Brom, se había presentado como pájaro de mal agüero: su Crystal Palace había sido el último equipo en ganar en campo del Liverpool, una lejana tarde de primavera, el 23 de abril de 2017.

Esta vez el West Brom, que vive en puestos de descenso, no sacó tres puntos. Pero el Liverpool sintió el golpazo como una derrota. Ahora es menos líder. Suma 32 puntos en una jornada en la que tropezaron el Leicester (28 puntos), el United (27 con un partido menos) y el Tottenham (26), todos amontonados en la lucha por el título, y a falta de que el City (26 con un partido menos) y el Everton (29) se midan este lunes a las 21:00 horas.


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