Caeleb Dressel contra la tecnología
El nadador más veloz de la historia descubre en un acto promocional que los legendarios monos impermeables prohibidos en 2010 no le ayudan a ir más rápido
Caeleb Dressel lanzó una mirada a su alrededor, este miércoles. Hacía un día brillante en La Miranda, en el sur de Los Ángeles, California. Las palmeras se mecían junto a la piscina. “Quiero divertirme”, dijo. Sin miedo al ridículo, con el aplomo juguetón que le confieren sus tiempos, los más rápidos jamás registrados por un hombre en el agua. Se puso el traje de baño impermeable, de cuerpo entero, y se lanzó a la piscina. Solo. Sin nadie más que él en el vaso, sin público, sin adrenalina, sin los competidores que completa...
Caeleb Dressel lanzó una mirada a su alrededor, este miércoles. Hacía un día brillante en La Miranda, en el sur de Los Ángeles, California. Las palmeras se mecían junto a la piscina. “Quiero divertirme”, dijo. Sin miedo al ridículo, con el aplomo juguetón que le confieren sus tiempos, los más rápidos jamás registrados por un hombre en el agua. Se puso el traje de baño impermeable, de cuerpo entero, y se lanzó a la piscina. Solo. Sin nadie más que él en el vaso, sin público, sin adrenalina, sin los competidores que completan la obra de toda carrera, intentó pulverizar el récord mundial de 50 metros libre en piscina corta (25 metros) rompiendo la barrera psicológica de 20 segundos. No lo consiguió ni de lejos. Nadó la distancia en 20 segundos 41 centésimas. La natación es un deporte individual, pero nunca un nadador mejoró su mejor marca personal nadando solo, por más que le paguen por ello. Los grandes deportistas siempre son grandes exhibicionistas.
Pese a todo, el cronómetro fue notable. 20,41s equivaldría a la novena mejor marca de la historia, si se contemplan las diez mejores registradas en competición oficial en piscina corta, bajo presión, con el estímulo del público y la oposición, en circunstancias capaces de producir todos aquellos procesos psicofísicos que elevan el nivel de los nadadores por encima de lo que hacen en los entrenamientos.
Fue una hipérbole del márketing y una metáfora del aislamiento deprimente que provoca la pandemia en el deporte de máxima exigencia. Speedo, el fabricante más popular de bañadores de competición, convocó a Dressel, la principal estrella del equipo olímpico de Estados Unidos, para que batiera el récord del mundo en piscina corta en un acto promocional que pretendía celebrar los 20 años del lanzamiento de la serie Fastskin. Esta tecnología alcanzó su apogeo entre los Juegos de Pekín, en 2008, y los Mundiales de Roma, en 2009. Ayudados por la compresión que los hacía más hidrodinámicos y la impermeabilidad que los ayudaba a flotar, muchos nadadores rompieron barreras impensables. Entre 2008 y 2009 se batieron 200 récords mundiales. La frecuencia resultó grotesca. La FINA se vio obligada a prohibir estos bañadores por entender que la tecnología no podía desvirtuar los méritos innatos de los deportistas. Muchas plusmarcas, como los 50, 100 y 200 metros libres en piscina de 50 metros, permanecen incólumes desde entonces.
Speedo presentó el acontecimiento como una reivindicación tecnológica. El estribillo de la campaña fue significativo: “sin restricciones”. Se pretendía verificar ante el mundo que la suma del hombre más cualificado y el avance científico produciría un gran salto evolutivo. No fue así.
Dressel hizo dos intentos. En el primero marcó 20,42s y en el segundo 20,41. Se había propuesto abordar tres pero abandonó al segundo. “Salí demasiado rápido”, dijo. El efecto flotador que provoca el traje le empujó hacia la superficie antes de tiempo tras la entrada en el agua. “Tuve que cambiar la última patada subacuática y la primera brazada de crol”, lamentó. Venía de batir el récord mundial de 50 metros en corta (20,16s) durante las finales de la International Swimming League, en Budapest, el 21 de noviembre, y acababa de descubrir que lo que para la FINA es análogo a dopaje tecnológico a él le perjudica.
Raúl Arellano, jefe del laboratorio de biomecánica de la Universidad de Granada y analista del equipo nacional de España, opina que la marca fue muy pobre. “El récord de Dressel de 50 yardas en las finales del campeonato universitario de 2018, traducido a metros, equivalía a 19,58s en piscina de 25″, dice. “Pero en natación nadie nada rápido si nada solo. Los 20,41s no son lo esperado. Diez años después de los monos de poliuretano la gente nada igual de rápido casi. Dressel es el típico nadador que no le saca partido al traje porque su cuerpo es perfecto. Lo mismo le pasaba a Phelps o a Mireia. Sus cuerpos ya están bien diseñados”.
“Quería cerrar un círculo”
”En 2008 y 2009, en la era de los trajes ahora prohibidos”, explica Arellano, “a los estadounidenses les perjudicó tener que nadar por contrato con Speedo porque sus competidores empleaban monos completamente forrados con poliuretano, mientras que Speedo utilizaba placas de poliuretano que alternaban franjas de tejido acrílico por las que se colaba el agua. A Michael Phelps no lo ayudó”.
Impulsados por los monos de Speedo, y, sobre todo, por los trajes impermeables de Arena o Jaked, en la órbita de los Mundiales de 2009 se batieron récords todavía inaccesibles. En la categoría masculina, las pruebas de 50, 100, 200, 400 y 800 metros libre; los 200 espalda; los 100 y los 200 mariposa; y los 400 estilos. En el cuadro femenino, los 200 libres de Federica Pellegrini y los 200 mariposa de la china Liu Zige, no han sido batidos.
”Intentaré divertirme”, dijo Dressel, antes del fiasco. “Este bañador dejó una huella en la historia de la natación y yo era demasiado joven para ponérmelo; ahora quiero cerrar el círculo”.
A sus 24 años, Dressel es el nadador más rápido de la historia en piscina de 50 metros con bañador de tela en 50 y 100 libre. En 100 mariposa superó incluso el récord logrado con traje impermeable. Los Juegos de Tokio, previstos para el próximo verano, le señalan como el predestinado a suceder a Michael Phelps coronándose por el camino como el hombre más rápido de todos los tiempos.
Speedo advirtió en su spot publicitario que el héroe “intentó lo imposible”. Cierto. A los superdotados tanta tecnología se les atraganta.