Fekir deprime a Osasuna
El pilotaje del francés redime al Betis y ahonda en la crisis de los navarros, ya en descenso
Así es esta Liga. El Betis, más que deprimido, llegó al Sadar con el agua al cuello y decimosexto en la tabla, pero se marchó con un buen subidón e instalado en la octava plaza. Lo hizo al derrotar a Osasuna en un duelo poco sustancioso que se resolvió en un par de chispazos, al final. Por allí se dejó caer Borja Iglesias, tan melancólico como su equipo e incluso más, y encontró la red después de 322 días sin marcar. No goleaba El Panda desde el 19 de enero y terminó con su desdicha, reconstituyendo a los andaluces y metiendo el miedo en el cuerpo a un Osasuna voluntarioso, pero que no termina...
Así es esta Liga. El Betis, más que deprimido, llegó al Sadar con el agua al cuello y decimosexto en la tabla, pero se marchó con un buen subidón e instalado en la octava plaza. Lo hizo al derrotar a Osasuna en un duelo poco sustancioso que se resolvió en un par de chispazos, al final. Por allí se dejó caer Borja Iglesias, tan melancólico como su equipo e incluso más, y encontró la red después de 322 días sin marcar. No goleaba El Panda desde el 19 de enero y terminó con su desdicha, reconstituyendo a los andaluces y metiendo el miedo en el cuerpo a un Osasuna voluntarioso, pero que no termina de encontrarse en este curso. Las ganas no son suficientes.
Los navarros suman un punto de los quince últimos posibles, y lo que hasta hace no mucho era optimismo ha derivado ahora en preocupación. No despegan los rojillos ni sonríen desde que el pasado 24 de octubre, fecha oficial de su centenario, vencieran al Athletic. También llegaba cabizbajo y entre urgencias el Betis, pero el cuadro andaluz se redimió. Se llevó un susto en el primer acto con un gol bien anulado a Budimir, en fuera de juego por un pie, y empleó en el tramo final un par de cartuchos que le sacaron del apuro. Apareció Iglesias, redentor, y completó la faena Miranda después de un litigio espeso que solo podía desatascar un futbolista de buen pie.
En medio de la planicie, solo Fekir, virguero hasta en los días que exigen el pico y la pala, se atrevió a menear el cascabel. Jugaron unos y otros ansiosos, con la necesidad por delante y también con el temor a un nuevo traspié, de modo que ambos no sabían si estirar la manta hacia arriba o hacia abajo, si taparse la cabeza o los pies, más agazapados que otra cosa. De partida, Pellegrini hizo un lifting al once del Betis para intentar encontrar algo de luz y recuperar el ánimo después de tres derrotas seguidas, cinco en los seis últimos partidos. Y al final la encontró, pero esencialmente gracias al francés.
Añoran los verdiblancos el faro de Canales, su verdadero hilo conductor, lesionado, así que se encomendaron a las diabluras de Fekir, que cuando el duelo se había dirigido hacia la nada lo destrabó pilotando una contra de manual. Tras un centro colgado de Roberto Torres, despejado por Víctor Ruiz, el mediapunta recibió en carrera y levantó la cabeza para dársela en la otra área a Ruibal, quien divisó en posición franca a Borja Iglesias; el ariete, en el lugar oportuno en el instante más adecuado, puso el pie y abrió un boquete en el que profundizaría después Miranda.
Este no llevaba ni diez minutos sobre el césped cuando se incorporó y remachó un excelente servicio desde el costado derecho de Joaquín, que había entrado en escena a la vez, con Osasuna ya volcado y ofreciendo huecos por todas partes. De esta forma, el Betis redondeó una tarde feliz en Pamplona y cortó la sangría de las últimas semanas, obteniendo una bocanada de aire más que valiosa, fundamentalmente para su técnico. Respira aliviado Pellegrini, mientras que a Arrasate y su equipo empiezan a entrarle los agobios porque les azotan las lesiones, falta juego y en este campeonato plagado de trampas no conviene pisar el cenagal del descenso.