El Elche resiste en inferioridad ante el Cádiz

Intensidad, choques, faltas y juego abrupto fueron los argumentos del partido que enfrentó a Elche y Cádiz, dos equipos curtidos en Segunda que se mueven bien en el barro y que entienden que para disfrutar de la élite hay que sufrir. El disfrute es para otros. Con esa humildad como seña de identidad están construyendo un presente sereno en su reencuentro en Primera. Lucas Boyé representó la paradoja: marcó para el Elche y fue expulsado en apenas un momento. El delantero dejó a los ilicitanos en inferioridad numérica todo el segundo periodo. Al Cádiz la ventaja solo le dio para empatar. Con ord...

Intensidad, choques, faltas y juego abrupto fueron los argumentos del partido que enfrentó a Elche y Cádiz, dos equipos curtidos en Segunda que se mueven bien en el barro y que entienden que para disfrutar de la élite hay que sufrir. El disfrute es para otros. Con esa humildad como seña de identidad están construyendo un presente sereno en su reencuentro en Primera. Lucas Boyé representó la paradoja: marcó para el Elche y fue expulsado en apenas un momento. El delantero dejó a los ilicitanos en inferioridad numérica todo el segundo periodo. Al Cádiz la ventaja solo le dio para empatar. Con orden resistió el Elche de Almirón que sonrío al final con el punto ante un contrariado Cervera.

Hubo el minuto de silencio en memoria de Maradona. Un recuerdo muy sentido en el corazón de una parte del Elche, con su propietario, Christian Bragarnik, representante del Pelusa, en Argentina despidiéndose del Diego, con Jorge Almirón en la dirección del equipo ilicitano y un puñado de jugadores argentinos, hasta seis, en sus filas.

No cabía esperar un ejercicio renacentista ni una oda a la belleza entre Elche y Cádiz que compiten desde el compromiso colectivo, con la táctica por bandera y apuntes de talento a cuentagotas. El séquito canchero argentino ilicitano garantiza competitividad. En el Cádiz manda Álvaro Cervera, que en su etapa de jugador fue un fino zurdo pero en el banquillo no aspira a que sus equipos sean delicados. El técnico gaditano va contra la moda actual en el fútbol. Los defensores no la sacan jugando, el portero ni lo intenta, no les compensa el riesgo. Y lo extremos no juegan a pie cambiado.

Llegada la media hora de choque lo poco que sucedía en el juego no trascendía en las áreas. Hasta que una acción episódica cambió el guion. Un chut lejano y blando de Pere Milla se le escapó de las manos a Ledesma, el portero argentino del Cádiz, que quedó aliviado al ver que el esférico se aliaba con él y se marchaba por encima del larguero. Botado el saque de esquina, Diego González obligó de nuevo a Ledesma a desviar a córner. El partido ya tenía algo que contar. Seguidamente, Lucas Boyé consiguió encontrar un resquicio para armar un disparo cruzado que ya no pudo detener Ledesma. Boyé celebró el gol con sus compañeros y alzó el brazo derecho al cielo, una mano para Maradona.

El propio Boyé se convirtió, posteriormente y sin pretenderlo, en protagonista. Del Cerro Grande interpretó un penalti del delantero argentino por empujón sobre Álex Fernández, que el VAR dejó en nada. Nada fue. Y al cuarto minuto de descuento, Lucas Boyé abrió el brazo izquierdo para ganar la posición a Fali que recibió en la nuez el impacto del codo del ex del Celta. Boyé fue expulsado al recibir una segunda cartulina amarilla.

El segundo acto solo tuvo una dirección con el viento a favor para un Cádiz en superioridad que alcanzó el empate 10 minutos después del entreacto. Y fue Álvaro Giménez, un ilicitano, quien anotó, con un buen cabezazo tras un gran centro de Álvaro Perea, el empate para los gaditanos. Y el encuentro siguió trabado con el Cádiz buscando la victoria y el Elche conservando el empate hasta el final.