Lukaku, el único niño que no pudo ver la volea de Zidane
Criado en una familia con pocos recursos, el delantero belga vive en el Inter la fase más letal de su carrera espoleado por la dirección de Antonio Conte
Tres días después de cumplir 9 años, Romelu Lukaku empezó a oír en el colegio que la noche anterior había sucedido algo extraordinario en Glasgow. Zinedine Zidane había marcado un gol asombroso en la final de la Champions. Una volea con la que el Real Madrid había ganado su novena Copa de Europa. Lukaku les siguió la corriente durante días. “No tenía ni idea de qué había pasado. Hasta que dos semanas después, en clase de informática, uno de mis...
Tres días después de cumplir 9 años, Romelu Lukaku empezó a oír en el colegio que la noche anterior había sucedido algo extraordinario en Glasgow. Zinedine Zidane había marcado un gol asombroso en la final de la Champions. Una volea con la que el Real Madrid había ganado su novena Copa de Europa. Lukaku les siguió la corriente durante días. “No tenía ni idea de qué había pasado. Hasta que dos semanas después, en clase de informática, uno de mis amigos se descargó el vídeo de internet y por fin vi a Zidane clavarla en la escuadra con la zurda”, contó el futbolista en The Players Tribune. Por entonces, en casa de Lukaku (Amberes, 27 años) tenían apenas para subsistir, y lo que él sabía de fútbol era de oídas. “De niño, me perdí diez años de fútbol de Champions”.
Este miércoles Zidane va a visitarlo a su casa, San Siro, donde el delantero belga ha encontrado su versión más demoledora bajo la batuta de Antonio Conte. Solo en la última semana, ha marcado cuatro goles: dos con Bélgica a Dinamarca el miércoles y dos con el Inter al Torino el domingo. Con su club lleva este curso nueve tantos en nueve partidos, uno cada 79 minutos.
Lukaku fue durante años una obsesión para Conte. Trató de contratarlo para la Juventus en 2014, después para el Chelsea y finalmente logró que el Inter realizara por él el mayor desembolso de su historia el último día del mercado de la Premier en el verano de 2019: pagaron 75 millones de euros al Manchester United. La inversión suponía un riesgo enorme para Conte y una liberación para el belga, a la deriva en Mánchester, señalado por su rendimiento y hasta por su figura. “¡Pesa más de 100 kilos!”, tuiteó Gary Neville el día de su traspaso. “La falta de profesionalidad es contagiosa”, añadió.
La historia se cuenta de manera diferente desde el otro lado. Según fuentes cercanas al delantero, el belga descarriló al verse fuera de la órbita del grupo de Pogba, en especial cuando dejó al agente que compartían, Mino Raiola, para comenzar a trabajar con Federico Pastorello. “Algo cambió y dejó de sentir confianza”, dicen, y aseguran que eso fue precisamente lo que encontró al llegar a Milán. Eso, y la exigencia sin filtros de Conte. Como después de un partido contra el Slavia de Praga en la fase de grupos de la pasada Champions. “Me dijo que era una basura y que me quitaría a los cinco minutos”, contó Lukaku. “Destrozó mi confianza, pero a la vez la despertó. No importa quién seas. Te dice a la cara si estás bien o mal. Después vino el derbi de Milán y jugué uno de mis mejores partidos de la temporada”.
Terminó el curso con los números más brillantes de su carrera: 34 goles en 51 partidos (0,66 de media) y el premio de mejor jugador de la Liga Europa, donde perdieron la final contra el Sevilla. El último año en el United se quedó en la mitad: 15 tantos en 45 (0,33). Su gente atribuye buena parte del salto a la intervención del entrenador italiano: “Ha mejorado tácticamente. Hasta Mánchester, explotaba sobre todo su profundidad y su carrera. En Italia, ha mejorado mucho su capacidad de entender el juego. Ha aprendido a trabajar más para el equipo, jugando de espaldas y ayudándole a salir, por ejemplo. Ha aprendido a mirar lo que puede pasar antes de recibir la pelota. Ahora genera más oportunidades para los compañeros, por ejemplo en las situaciones en las que atrae dos hombres”, explican.
Ha encontrado su sitio en el campo, donde su uso del cuerpo, con mejoras en la nutrición y la preparación en casa, ejerce una especie de fuerza gravitatoria sobre los defensores rivales y sobre los atacantes del propio Inter, que orbitan a su alrededor. También ha encontrado su lugar en el club, donde dice sentir el respeto institucional y de los hinchas, ahora lejanos. Y en la ciudad: “Ha sentido un ambiente positivo y le gusta mucho”, dice su gente, que describe una vida tranquila con pocas salidas y entre un grupo muy reducido de familiares y viejos amigos; tiempo con su hijo Romeo, de dos años; y partidas de PlayStation al FIFA y al Call of Duty con sus compañeros del Inter.
Este miércoles, además, busca birlar a Zidane, aquella leyenda que no podía ver de niño, su lugar en los octavos de la Champions.