Un pino se cruza en el camino de Jon Rahm en Augusta
El vasco se estrella en el hoyo 8 y está a siete golpes de Dustin Johnson, cerca de batir el récord del marcador más bajo en un Masters
No te fíes de Augusta. Nunca le des la espalda. La trampa puede esperar en cualquier rincón. Un pino, por ejemplo. El hoyo 8, un par cinco. Cuando menos lo esperas. Jon Rahm se batía en el partido con el número uno del mundo, Dustin Johnson, tratando de no perder su rastro en la clasificación en la tercera jornada del Masters, cuando desde el centro de la calle clavó los pies para dar el segundo golpe. Parecía un tiro de manual, pero la bola, emba...
No te fíes de Augusta. Nunca le des la espalda. La trampa puede esperar en cualquier rincón. Un pino, por ejemplo. El hoyo 8, un par cinco. Cuando menos lo esperas. Jon Rahm se batía en el partido con el número uno del mundo, Dustin Johnson, tratando de no perder su rastro en la clasificación en la tercera jornada del Masters, cuando desde el centro de la calle clavó los pies para dar el segundo golpe. Parecía un tiro de manual, pero la bola, embarrada, despegó en paralelo al suelo, sin levantar el vuelo, hasta surfear una loma y perderse entre los árboles. En esa ratonera, el vasco buscó una escapatoria entre dos pinos. Otro chasco. La bola rebotó en un tronco y se perdió entre los arbustos. Del fango salió Rahm con un doble bogey y resoplando por el mal trago. Los nueve primeros hoyos de esa tercera vuelta los clausuró con uno arriba en el día.
De nuevo estaba a prueba la capacidad de concentración del fenómeno de Barrika. Que no iba a bajar los brazos estaba claro, aunque sea difícil jugar con la pesadilla tan reciente. Falló un putt para birdie en el 11, no exprimió el par cinco del 13 y al fin sonrió con un buen segundo golpe y putt en el 14 para el birdie, seguido de otro en el 15. ¿Resurrección? No habían acabado los problemas. Al búnker en el 18 de salida para luego perder el green y fallar el putt. Tres errores y un bogey para cerrar la vuelta en el par, la primera sin ganar al campo después de nueve seguidas. De embocar hubiera igualado el récord histórico de 10: Tiger Woods entre 2000 y 2002. Se quedó sin ese lujo y con -9 marcha a siete golpes del líder, Dustin Johnson. El estadounidense tiene cuatro de ventaja sobre el coreano Im, el mexicano Ancer y el australiano Cameron Smith. Una ensalada muy internacional.
Acostumbra a madrugar Rahm, en pie no más tarde de las siete de la mañana, tiempo que aprovecha para escribir un diario o para desconectar fregando los platos de la cena. Esta vez había tenido que adelantar mucho el despertador. A las siete y media, con un frío que raspa, estaba pateando a un metro de hoyo en el 13 de Augusta. Así, de sopetón, para ser colíder del Masters. Embocó el vasco y completó los cinco hoyos restantes de su segunda jornada, todavía retrasada debido al diluvio del jueves, en el par. Recuperó con un chip ilustre un mal tercer golpe pasado de green en el 15, y en el 18 pateó “acojonado”. Esos greens ya se parecían más a los greens de Augusta, más duros y rápidos en abril que en este noviembre pasado por agua. Con esa hoja de servicios partió la tercera ronda entre una competencia feroz. No sabía que le esperaba un pino de Georgia mientras perseguía a Dustin Johnson.
El número uno arrancó con los dos pies en el acelerador. Su eagle en el 2 hizo retumbar el silencio. En cualquier año, del rugido de los aficionados se hubieran enterado hasta en el lavabo de la casa club. Sin público, solo unos tímidos aplausos de la pequeña intendencia que acompaña a los jugadores. Desolador Masters. Con -7 en la ronda y -16 en el acumulado, Johnson tiene en la mano lograr el marcador más bajo en la historia del Masters, los -18 (270 golpes) de Tiger en 1997 y de Jordan Spieth en 2015. Los -16 ya son la mejor marca de siempre tras la tercera ronda, como Spieth hace cinco años.
¿Y qué fue de Tiger? Necesitaba arremangarse ante la velocidad de crucero de esos muchachos que han crecido viendo sus hazañas. Pero la quinta marcha no le entró en una carrocería demasiado castigada. Siete pares y un bogey en los ocho primeros hoyos le obligaban a mirar con prismáticos a la cabeza de la tabla. Torció el morro Tiger, decepcionado. Augusta le guiñó un ojo (son muchos años juntos) con una bola que rebotó en un árbol para acercarse al green. Y le burló con un bogey en el 11, Amen Corner. No entraban los putts, y sin ese ingrediente no sale la receta para ser campeón del Masters. El mito cerró la ronda con el par en el día para -5 en total. Escaso botín. Este domingo tendrá que desprenderse de la chaqueta verde que tanto ama. Se ha pasado 19 meses admirándola en el armario. Dentro de seis (si la pandemia lo permite), tendrá ocasión de reclamarla.
¿Y qué fue de Bryson DeChambeau? No hay duda de que el chico de los músculos de acero ha llamado la atención, y que ha soltado unos bolazos jamás vistos en las praderas de Augusta. Algunos incluso pasando por encima de los árboles. La duda era dónde aterrizaban esos misiles, y muchas veces fue en tierras pantanosas. Ningún jugador como él ha permitido a la realización televisiva recrearse en los árboles y arbustos a ambos lados de la calle. Con la soga del corte en el cuello, DeChambeau reaccionó en el reinicio de su segunda ronda con cuatro birdies en cinco hoyos. Le sirvió el golpe de riñones para superar el listón. Pero la mala cara no se le fue. Según dijo, estaba mareado y le dolía el estómago. Se hizo el test covid. Negativo. A seguir con la tercera ronda. En el reseteo tampoco fue el superman que había anunciado a bombo y platillo: -3 en el día y en el global. Tan lejos del líder como ha volado su bola.