España, en familia
Con el debú de Marcos Llorente con la Roja son ya ocho sagas las que han jugado en la selección en sus 100 años de vida
El estreno de Marcos Llorente ha elevado a ocho el elegido número de padres e hijos que han tenido el privilegio de ser internacionales en los 100 años recién cumplidos por la selección española. En uno de esos casos, los Alonso Marquitos, la herencia se amplía una generación más, abuelo, padre e hijo. En el debutante más reciente también se da una situación especial: es nieto por parte materna de Ramón Moreno Grosso y Paco Gento López, el precursor de la saga, es su tío-abuelo.
Los Llorente
Gento el patriarca
Al saltar al césped del Johan Cruyff de Ámsterdam...
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El estreno de Marcos Llorente ha elevado a ocho el elegido número de padres e hijos que han tenido el privilegio de ser internacionales en los 100 años recién cumplidos por la selección española. En uno de esos casos, los Alonso Marquitos, la herencia se amplía una generación más, abuelo, padre e hijo. En el debutante más reciente también se da una situación especial: es nieto por parte materna de Ramón Moreno Grosso y Paco Gento López, el precursor de la saga, es su tío-abuelo.
Los Llorente
Gento el patriarca
Al saltar al césped del Johan Cruyff de Ámsterdam, Marcos Llorente pisó sobre las huellas de su padre Paco Llorente Gento (1 partido internacional), de su abuelo materno, Ramón Moreno Grosso (14) y de su tío-abuelo, Paco Gento López (43). En la línea sucesoria directa abrió el camino Grosso, fallecido en 1972, y heredero del 9 de Di Stéfano en el Real Madrid. A mediados de los sesenta disputó 14 partidos con la selección y marcó un gol contra Turquía.
Paco Llorente cuenta su experiencia internacional por minutos, los 45 que jugó contra Albania en el Villamarín (el 18 de noviembre de 1987) en el partido decisivo para la clasificación hacia la Eurocopa 88. España dependía del Austria-Rumania. Si ganaban los rumanos tendría que repetir casi una goleada como la de Malta de cuatro años antes. Ganaron los austriacos y el 5-0 a Albania sirvió para clasificarse. Paco entró tras el descanso por Calderé y marcó en el minuto 61 el 4-0 a pase de Quique Sánchez Flores. Fue una buena acción individual del extremo a banda cambiada y remate con la derecha. Antes había sido campeón de Europa sub 21 en 1986 con Luis Suárez de seleccionador.
Apodado en el vestuario El Lechuga, por su alimentación vegetariana, siempre se alejó del ruido de los medios de comunicación y ahora, aunque la felicidad corra por sus venas, tampoco quiere saber nada cuando se le pregunta por el debut de su hijo. “No hablo ni de Marcos, ni de mí, ni de fútbol. No me interesa”.
Quién sí comentó las sensaciones de su estreno fue un radiante Marcos. “Estoy muy feliz. Esto demuestra que todo lo que has luchado ha tenido premio. Vas cumpliendo sueños. Jugar en Primera y en la selección eran objetivos que tenía desde niño”.
Los Marquitos
Los tres en Wembley
La dinastía comenzó con Marcos Alonso Imaz, Marquitos, que jugó dos encuentros. En 1955 se estrenó en el Bernabéu contra Francia (1-2) y cinco años después se despidió contra Inglaterra en Wembley (4-2). Aquella tarde se las tuvo que ver con un Bobby Charlton en plenitud.
Su hijo, Marcos Alonso Peña, alargó la carrera paterna hasta las 22 internacionalidades y un gol. Los recuerdos se centran, sobre todo, en su debut. “Si de por sí el primer partido siempre es especial, el mío fue en Wembley contra Inglaterra y ganamos con goles de Satrústegui y Zamora. Nos pilló un atasco y llegamos justísimos al estadio. En el descanso, además, nos dijeron que habían liberado a Quini, que estaba secuestrado. La noche perfecta. Tampoco olvido el 12-1 a Malta. Muñoz me sacó tres minutos por Rincón, supongo que para perder tiempo porque Señor ya había marcado el gol que nos clasificaba. Fue una satisfacción ir a la Eurocopa 84, aunque no jugara”.
No recuerda que Marquitos padre, fallecido en marzo de 2012, le contara muchas aventuras de la selección. “Él ya tenía bastante con contar las batallitas de su Real Madrid y las cinco Copas de Europa que ganó. Yo, sin embargo, sí reconozco que estuve muy pendiente siempre de que Marcos jugara con la selección. Me hacía mucha ilusión, aunque fuera un partido. Un honor que tres generaciones hayamos jugado en la selección”.
El tercero en discordia, Marcos Alonso Mendoza, del Chelsea, contabiliza tres presencias. Debutó con Lopetegui y acabó con Luis Enrique. También él se queda con la cita londinense. “Cuando uno llega a la selección es como si se le reconociera el trabajo diario de muchos años. Es una recompensa, además de un honor. Mi segundo partido, primero como titular, fue en Wembley y ganamos. Sabía que mi padre debutó allí y que mi abuelo también había jugado en el Wembley antiguo”.
Los Ríos
Internacionales con el Betis
Saga de centrales. Eusebio Ríos solo jugó un partido. En Oporto contra Portugal (2-1) en noviembre de 1964. Su hijo Roberto siguió su camino y a las órdenes de Javier Clemente se estrenó contra la Republica Checa en Praga, el 9-10-96, el mismo día que debutaron Raúl y Urzaiz (0-0). “El día anterior había sido mi cumpleaños. Javi me sacó por Alfonso para apretar arriba en el centro del campo, no para jugar de medio defensivo. Continué entrando en sus planes, pero al final me quedé fuera del Mundial 98. Una pena. Guardo muy buen recuerdo de aquel grupo con Hierro, Nadal, Alkorta, Abelardo, Iván Campo… Todos podíamos jugar de centrales o de mediocentros”.
De su padre, fallecido con 73 años en 2008, guarda la camiseta de su único partido con la selección y que ahora ha cedido al museo del Betis junto con una suya. “Me decía que podía haber jugado más partidos, pero que en aquella época había una competencia terrible con los centrales del Madrid y el Barça. No era de contarme cosas. Me dejó volar solo siempre. Algún partido sí vino a verme”. Roberto sumó 11 encuentros, cuatro como titular.
Los Reina
De profesión, porteros
Miguel Reina solo disputó cinco encuentros con la selección. Hubieran sido unos cuantos más si en aquel partido contra Holanda en mayo del 73, ante la Holanda de Cruyff, no se hubiera hecho un autogol en un mal entendimiento con su compañero Violeta. Kubala no le perdonó el error y no volvió nunca más.
Antes de aquella maldita jugada, Miguel formó parte del grupo que disputó el Mundial 66. No llegó a jugar porque Iribar era mucho Iribar, pero su memoria mantiene fresca aquella aventura británica. “Compartía habitación con Manolo Sanchis padre. Como nos dijeron que en Inglaterra se comía muy mal, todos compramos cosas para comer. Manolo y yo, un queso manchego que guardábamos en el armario empotrado de la habitación. Todas las noches, el doctor Delgado y Villalonga y Barinaga, los técnicos, pasaban por las habitaciones para ver cómo estábamos y en la nuestra paraban poco por el olor del dichoso queso. Ellos pensaban que nos olían los pies, pero no decían nada. Nosotros tampoco, por si nos quitaban el queso. A Pirri y Gallego les pillaron las sardinas”.
Su puesta de corto no llegó hasta tres años después. “Fue en La Línea de la Concepción, a la sombra del Peñón. Inauguraron el estadio. Fue un acontecimiento político. Lo llenaron con aficionados que llegaban de toda la zona… Ya se sabe, cinco duros, bocadillo y al fútbol. Ese fue mi estreno y el último partido de Gento”. Lo que le faltó de disfrute con la selección lo tuvo luego con su hijo. “Estuve en la final de Viena (la Euro 2008), no en Sudáfrica. Me siento orgulloso de Pepe”.
Es para estarlo. Desde 2005 hasta Rusia 2018 —su último partido fue contra Israel (1-0) en 2017—, alcanzó los 36 partidos y vivió 119 como suplente. De Luis Aragonés (10 encuentros) a Lopetegui (3), pasando por Del Bosque (23). Presente en cuatro Mundiales (2006, 2010, 2014 y 2018) y dos Eurocopas (2008 y 2012). Su retina también se centra en el primer día. “Dando por contado que los tres títulos son inolvidables, me quedo con la ilusión del primer día en El Molinón contra Uruguay. Fue el momento más bonito. Cada concentración fue un verdadero placer y un inmenso honor. Aunque no jugara y estuviera muchos partidos en el banquillo siempre iba con una sonrisa. Me he sentido un auténtico privilegiado”.
Los Aranzábal
La meta de Gaztelu y Agustín
Con el apodo de Gaztelu, castillo en euskera, José Agustín Aranzábal Ascasibar afrontó dos partidos internacionales. Camino corto pero rotundo. España ganó los dos encuentros: 6-0 a Finlandia (15-10-69) y 7-0 a Chipre (24-11-71). Kubala era el técnico.
El heredero ya se dio a conocer por el apellido y llegó a los 28 partidos. Larga trayectoria desde el primer día con Clemente hasta la despedida con Iñaki Saez. Por medio, Camacho fue el técnico que más confió en su zurda. No acudió a la Eurocopa 96, pero sí a los Juegos de Atlanta de ese mismo año. Presente en el Mundial 98, aunque no jugó. Se tomó la revancha en la Eurocopa 2000 con tres titularidades. Finalmente, tampoco fue convocado para el Mundial 2002.
“Cuando era chico, mi padre me decía que me tenía que poner metas. Jugar en el primer equipo de la Real, después jugar cuantas más veces mejor. Y otro objetivo tenía que ser jugar por lo menos un partido con la selección. Me decía que era lo más grande para un jugador profesional y la verdad es que lo superé con creces. No me puedo quejar, fue un recorrido largo. Nunca olvidaré el debut en el Villamarín. Vinieron mis padres y todo fue muy emotivo”.
Los Alonso
Periko disfruta de Xabi
De padre centrocampista, hijo centrocampista. Periko Alonso concentró su carrera internacional en dos fructíferos años (1980-82) en los que disputó 20 partidos, cinco en el Mundial de España. Después no volvió a ser seleccionado. Fue una de las víctimas del fracaso del equipo. 38 años después, rebobina aquellas sensaciones. “Coincidió con la gran época de la Real campeona de Liga. Fue una experiencia bonita y dolorosa al final por cómo terminó. Acabas con un mal recuerdo por la ilusión que teníamos todos al ser un Mundial en nuestro país. Se habían creado grandes expectativas. Fue una pena. Menos mal que con todo lo que ganó Xabi después se me pasó el sabor agridulce que me había quedado. Estuve en las semifinales y la final de Sudáfrica y fue inolvidable. Después también estuve en Kiev (final de la Euro 2012). El 4-0 a Italia fue de los mejores partidos que he visto en mi vida. Un espectáculo”.
Xabi vengó a su padre con creces: 114 partidos, 16 goles con dos dobletes, tres Eurocopas y tres Mundiales. “Alguna vez mi padre me comentó cosas de su Mundial. Me decía que iban muy ilusionados, pero que las cosas no salieron bien. Puede que sea una de las razones por las que disfrutó tanto con mis éxitos. Casi más que yo. Sabía lo complicado que era lo que estábamos haciendo. Fueron años demasiado buenos que valoramos más según se van alejando. Quitando esos momentos memorables, me quedo con el debut contra Ecuador en el Calderón. El primer día siempre es importante. Nunca sabes cómo vas a responder y un mal debut te puede marcar para siempre. Yo caí de pie en la selección, ese partido autoconfirmó que podía seguir yendo y así fue. Luego, estando bien, no fallé nunca a una convocatoria y hasta el partido 114”.
Los Sanchís
Un gol y un enigma
El gol de Manolo Sanchís Martínez a Suiza en el Mundial de Inglaterra 66 se puede considerar como el clásico ejemplo de la furia que entonces definía al fútbol español. Con el 2 a la espalda recuperó el balón cerca de la divisoria, condujo con la pierna derecha, superó a tres contrarios y ante la salida del portero, y casi cayéndose, logró desviar el balón a la red. Fue la obra maestra de un lateral diestro que se habituó a jugar con la izquierda en sus siete años en el Madrid. En la selección disputó 11 partidos, todos seguidos. Murió en 2017.
Su hijo, Manuel Sanchís Hontiyuelo, se disparó hasta los 48 partidos internacionales y comenzó a vivir la selección de la boca de su padre. “Del gol de mi padre guardamos dos fotos enormes en un bar que fue de la familia. Pensaba que lo había metido de cabeza por la postura en la que está cayéndose en el remate, pero me contó cómo fue la jugada. Tanto a él como a mí nos tocó vivir una etapa en la selección en la que hubo más ruido que nueces. Teníamos buenos equipos, pero no conseguimos nada”.
Sobre sus 48 partidos, Manolo hace una reflexión irrefutable. “Debuté con 21 años, mi último partido lo jugué con 26 y después seguí jugando 11 años en el Madrid. Son circunstancias que tiene la vida. Cada vez que había una convocatoria tenía la ilusión de volver, pero nunca estaba. Nunca dije nada en público. Si intentaba reivindicarme lo hacía intentando jugar mejor. Nunca fui un llorón. Prefería correr que llorar”.
Los Herrera
Unidos por la calidad
Eduardo Herrera Bueno, Herrerita, fue un interior que deslumbró en la delantera eléctrica del Oviedo. Seis internacionalidades. Cuatro victorias y dos derrotas. Dos goles, ambos contra Portugal. Jugó dos partidos antes de la Guerra Civil y cuatro después. El último, 13 años después del debut. Zarra y Gainza le escoltaban en las alineaciones. Murió en 1991. Su hijo, Chus Herrera, vio truncada su carrera en el Madrid por un cáncer y falleció en 1962 con 24 años. Su único duelo con España fue en 1960 (3-1 a Italia en el Camp Nou). Aquel día este hábil extremo diestro formó delantera con Eulogio Martínez, Di Stéfano, Suárez y Gento. Un lujo.