Javier Miñano: “La guerra estaba en la cara de los jugadores”
Después de trabajar 20 años con Vicente del Bosque en el Madrid, el Besiktas y la selección, el técnico madrileño dirige en una segunda etapa a Armenia, con el país inmerso en una guerra hasta el lunes
De la España campeona del mundo y de Europa a una segunda etapa en la selección de Armenia, un país en guerra hasta el lunes, cuando llegó a un acuerdo de paz con Azerbaiyán. Por el camino, la experiencia con Corea del Sur en el Mundial de Rusia 2018 y una mala etapa en el Valencia. Javier Miñano (Madrid, 53 años), entrenador y preparador físico, es el protagonista de esta aventura. Después de trabajar 20 años con Vicente del Bosque en el Real Madrid, Besiktas y en la selección española, continúa en solitario su carre...
De la España campeona del mundo y de Europa a una segunda etapa en la selección de Armenia, un país en guerra hasta el lunes, cuando llegó a un acuerdo de paz con Azerbaiyán. Por el camino, la experiencia con Corea del Sur en el Mundial de Rusia 2018 y una mala etapa en el Valencia. Javier Miñano (Madrid, 53 años), entrenador y preparador físico, es el protagonista de esta aventura. Después de trabajar 20 años con Vicente del Bosque en el Real Madrid, Besiktas y en la selección española, continúa en solitario su carrera profesional.
Pregunta. A pesar de tener una estrella en la solapa, se tiene que ganar la vida donde le llaman.
Respuesta. Cuando Del Bosque dejó la selección en 2016 entré en el mercado de trabajo. Continué dando clases en el INEF, donde soy profesor de la asignatura de fútbol. Tuve momentos buenos y malos. Mi intención era ir a un sitio donde me sintiera partícipe de la idea, no por ser Javier Miñano, haber estado en el Real Madrid o en la selección y haber ganado títulos.
P. Hasta noviembre de 2017 no llega la oferta de Corea del Sur.
R. Llegué a pensar si tras tantos años con Del Bosque iba a poder trabajar sin él, si iba a poder caminar solo, trasladar a otros lo que había aprendido en el Real Madrid o en la selección. Era un privilegiado. Había estado en un staff de alta calidad humana y técnica. No sabía si profesionalmente iba a dar lo mismo en otro contexto igual de profesional y menos familiar. Estaba muy hecho a mis dos padres futbolísticos, que eran Vicente y Toni Grande. Cuando nos llamó Corea a Toni y a mí juntos, fue más fácil dar el paso. El staff era de nueve técnicos y su jerarquía te enseñaba que tienes que escuchar y no interrumpir nunca a quien habla, que a nosotros eso nos cuesta un poco. Me quedo con su grado de profesionalidad y su capacidad de trabajo. Yo era el responsable de la preparación física del equipo.
Llegué a pensar si tras tantos años con Del Bosque iba a poder trabajar sin él, si iba a poder caminar solo
P. ¿Y cómo surge después Armenia?
R. Toni Grande también deja el fútbol y me llaman a través de la Federación Española. Quieren hacer un proyecto con el fútbol español como espejo. Imitar nuestra organización y nuestra manera de entender el fútbol. Me voy en noviembre 2018. No firmé nada hasta ver las condiciones de trabajo. Me encontré una estructura familiar y un grupo humano que se desvivió para que me encontrara cómodo, realizara bien mi trabajo y les ayudara a crecer, que era para lo que me habían fichado. Firmé por un año.
P. A los nueve meses surge el Valencia. Septiembre de 2019.
R. Me llamó Albert Celades. Me pareció una oportunidad interesante. Se trataba de volver a casa, a uno de los grandes clubes del fútbol español. Tenía contrato con Armenia, compaginé la convocatoria de octubre y lo dejé para dedicarme solo al Valencia. Era imposible estar en los dos sitios. Los armenios continuaron tirando del fútbol español. En enero ficharon como director deportivo a Ginés Menendez, que estaba en la Española y se llevó a Antonio Flores como entrenador de la sub-21 y Rubén Lezcano como director de metodología. Les animé a ir. Merecía la pena el trabajo. Después ya allí instalados, en marzo ficharon a Joaquín Caparrós como seleccionador.
P. La experiencia de Valencia no sale bien.
R. Los primeros días, semanas, fueron difíciles. Tuvimos muchas dificultades. Estábamos solos los tres técnicos. Por eso valoro la figura de Celades, por cómo supo revertir la situación. La soledad que sentíamos llegó al extremo cuando Albert tuvo que hacer solo una conferencia de prensa en Londres antes de un partido de la Champions. Ningún jugador le acompañó. Poco a poco nos fuimos ganando la confianza de los jugadores y de los que trabajaban a nuestro alrededor. Se consiguió algo que hacía muchos años que no sucedía: pasar la fase de grupos como primeros en la Champions, ganando al Chelsea y al Ajax en sus casas. Sería justo poner a cada uno en el lugar que se merece. Es verdad que luego hay una segunda etapa en la que el rendimiento del equipo no fue el mismo, se bajó, la propiedad se dio cuenta de que el objetivo Champions se alejaba y decidieron que no continuáramos.
P. Y vuelta a Armenia. Lo que menos podía esperar entonces es que además del problema universal de la covid, se fuera a encontrar poco después en un país en guerra.
R. Me llamó Caparrós y no lo dudé. Era inimaginable lo que ha pasado después. Ahora he llegado el pasado sábado a Ereván porque jugamos este domingo contra Georgia como visitantes. Nos va a costar mucho que los jugadores se concentren en el partido. Es lógico. Estamos pasando horas de mucha tensión. Desde el lunes de madrugada que se firmó la paz con Azerbaiyán la situación es muy conflictiva. No da tiempo a sentir que se ha acabado la guerra y la sensación que sentimos en los jugadores, en la gente que nos rodea en la Ciudad Deportiva, es que Armenia ha perdido la guerra. Que ha perdido territorios. Ha habido incidentes toda la noche con revueltas populares. Puede que sea uno de los días más tristes en la historia de ese país. Aunque se haya acabado el horror de la guerra. Ellos piensan que han perdido miles de compatriotas en el conflicto para nada.
Casi todos los futbolistas tenían un conocido o un familiar implicado en el conflicto, pero no han renunciado a la selección
P. ¿Y cómo trabajaban con la selección hasta ahora?
R. No vivo allí permanentemente, aunque hago un trabajo diario desde aquí. La ventaja es que todo el cuerpo técnico es español. Desde Joaquín (Caparros) y Luciano, su segundo, a la dirección deportiva. Ellos controlan la Liga, que se sigue jugando. Suelo ir una semana antes de los partidos. Ahora los de la Liga de las Naciones. Mi vida transcurre en la Ciudad Deportiva. Tengo mi habitación y todo lo que necesito para trabajar y vivir. No salgo mucho. Estoy solo. Mi familia se queda en Madrid. Caparrós sí que se ha llevado a su esposa y a su hijo, y vive ahora en un piso.
P. ¿En qué notaba sobre todo la situación que vivía el país hasta hace 48 horas?
R. En la cara de la gente por la calle, en el rostro de los jugadores, en la preocupación que existe en la estructura de la Federación. Estaban muy preocupados. Era, una guerra-guerra. La gente moría diariamente. Estaban tristes, más serios que antes. Puedo comparar con la anterior etapa. Los jugadores hablaban entre sí del asunto. Casi todos tenían un conocido, un familiar implicado en el conflicto. Los bombardeos no estaban lejos de Ereván, algunos a 200 kilómetros. Miedo, no sentía. Para ellos era muy importante que en esa situación su equipo nacional continúe entrenándose y compitiendo. Ningún jugador ha renunciado a la selección. Ahora no sabemos todavía si la UEFA levantará el veto y podremos ya jugar en casa los partidos como locales.
P. Después de estas experiencias se siente más hecho, más formado…
R. Si miro para atrás me siento un privilegiado por haber trabajado con los mejores jugadores del mundo y haber estado en el cuadro técnico de Vicente. Ahora, me siento realizado y enriquecido. Y a la vez orgulloso de que haya países que consideren que el fútbol español les puede ayudar a crecer.