Dembélé juega con capa

El extremo azulgrana, irregular como pocos, recupera su fútbol de cómic: una buena señal para el Barcelona, que hace poco temía no recuperarlo

Dembélé encara a Bonucci durante el duelo ante la Juve.MASSIMO PINCA (Reuters)

No se sabe si viene del Universo Marvel, si convivió con los X-Men o simplemente era un inquilino de la Rue del Percebe 13, pero la vida de Ousmane Dembélé parece sacada de un cómic, otro Eric Castel que pretende hacer fortuna en el Barcelona. Irreal parece su comprensión del fútbol como en su día era la de Thomas Müller, que desesperaba a Pep Guardiola durante su periplo en el Bayern porque el alemán no hacía ni caso a las instrucciones tácticas pero siempre se salía con la suya, olfato superdotado p...

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No se sabe si viene del Universo Marvel, si convivió con los X-Men o simplemente era un inquilino de la Rue del Percebe 13, pero la vida de Ousmane Dembélé parece sacada de un cómic, otro Eric Castel que pretende hacer fortuna en el Barcelona. Irreal parece su comprensión del fútbol como en su día era la de Thomas Müller, que desesperaba a Pep Guardiola durante su periplo en el Bayern porque el alemán no hacía ni caso a las instrucciones tácticas pero siempre se salía con la suya, olfato superdotado para el gol y poner la puntilla.

“No sé de esto”, bromeaba entonces Guardiola. Y algo parecido deben pensar los entrenadores que han dirigido a Dembélé, futbolista anárquico donde los haya en un equipo que da poco margen a la imaginación porque el ataque suele ser posicional, también porque Messi es la frontera de cualquier ofensiva. Pero Dembélé va a la suya, sin dobleces ni remordimientos, rojo o negro, rien ne va plus. Frente a la Juve salió cara. Puede que de chiripa, pero es solo un capítulo del futbolista que juega con capa.

En un equipo que baila al ritmo de vals y se expresa con el pase diligente y preciso, que siempre tiene el concepto cruyffista del tercer hombre en la cabeza, Dembélé es puro rock&roll. Tanto le da que el resto se preocupe de ocupar los espacios de forma racional, de los desmarques de apoyo y ruptura que reclama el fútbol azulgrana. En nada le ayuda su entorno, que le llena la cabeza con que es candidato para el Balón de Oro además de piropos, lejos de la cultura del esfuerzo y trabajo como en su día le reclamó Piqué.

Pero es que para Dembélé el fútbol se limita al arranque, frenada, quiebro y definición. No le van las paredes, difícilmente entrega el balón a uno o dos toques, no se pone el traje de croupier porque la portería le llama con luces de neón, ni actúa como un aspersor de centros. Solo le interesa la carrera vertical con la cabeza gacha, jugadas homéricas imposibles para los mortales, aunque no para el 11 azulgrana, tan capaz de errar un pase de tres metros como de dejar sentado a cuatro rivales. Capaz, también, de hacerlo en una misma jugada.

Algo así ocurrió en el Juventus Stadium, donde en el primer acto se resbaló en el césped por tres ocasiones, la última con susto incluido porque se tiraba la mano al pubis. Pero el extremo estaba para otras cosas y fue Messi –con el que Dembélé volvió a disfrutar de un entendimiento que no se apreciaba desde hace tiempo- el que con un cambio de orientación le dejó con espacio y tiempo, también con el balón entre los pies, ya en la banda contraria. Un quiebro, otro más y chut del extremo que tocó en la bota de Chiesa y acabó en la red de Szscesny, un gol sorprendente que sirvió para batir al rival. Júbilo del 11, que señaló a Leo a modo de agradecimiento, y recibió el abrazo de sus compañeros con la sonrisa puesta. Buena señal para el Barcelona, que hace poco temía no recuperarlo.

Resulta que el Barça, necesitado de dinero, le sugirió en el último día del mercado anterior la posibilidad de ir al Manchester United, que le ofrecía un contrato a préstamo. “No quiso ni oír hablar de una cesión”, revelan desde el área deportiva azulgrana, comprensivos con su voluntad de disfrutar minutos aunque no tanto con que se hubiera marchado ese día del entrenamiento nada más pisar la ciudad deportiva. Nada nuevo, en cualquier caso, para un chico al que el club le ha puesto cocinero, chófer y hasta al ex director deportivo Abidal como asesor personal sin éxito, pues sigue siendo un verso libre. Por lo que le hicieron volver en el primer día de fiesta para recuperar la sesión y le explicaron una vez más que su futuro de azulgrana dependía de él. Frente a la Juve, al contrario del horrible encuentro que realizó ante el Getafe, pidió quedarse; verdadero quebradero de cabeza para el rival.

Castigado por la reincidencia de sus lesiones musculares, Dembélé no ha conseguido tener regularidad de azulgrana. Con Koeman, que siempre da cabida a dos extremos, puede gozar de esa oportunidad, ahora que Griezmann no encuentra su sitio y Ansu Fati reclama el otro. “Quiere triunfar en el Barcelona”, cuentan desde los despachos de la ciudad deportiva. De momento, lo hizo en Turín hasta el minuto 65, cuando Ansu le dio el relevo. Puede que tuviera suerte, pero también la buscó. Más que nada porque los superhéroes no le temen a nada.

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