Ya nadie entiende a Dembélé
El francés, más distanciado del vestuario, solo ha jugado 20 minutos con Koeman, que se sorprende de la poca compresión del juego del extremo
Como si fuera por motivos más intuitivos que racionales, Ousmane Dembélé, de buenas a primeras, enamora. Le pasó a Leo Messi que, sentado en el balón mientras observaba un ejercicio de sus compañeros, le preguntaba a Jon Aspiazu, segundo entrenador del Ernesto Valverde, qué tenía que hacer en el campo para potenciar las virtudes del delantero francés. “Tiene un talento difícil de encontrar”, analizaba el Txingurri. También Quique Setién, de entrada, con...
Como si fuera por motivos más intuitivos que racionales, Ousmane Dembélé, de buenas a primeras, enamora. Le pasó a Leo Messi que, sentado en el balón mientras observaba un ejercicio de sus compañeros, le preguntaba a Jon Aspiazu, segundo entrenador del Ernesto Valverde, qué tenía que hacer en el campo para potenciar las virtudes del delantero francés. “Tiene un talento difícil de encontrar”, analizaba el Txingurri. También Quique Setién, de entrada, confiaba en hacer explotar de una vez para siempre a Dembélé. “Se me caen las lágrimas al ver la capacidad y la intensidad con la que trabaja”, se entusiasmaba el cántabro. El sistema de Ronald Koeman y su tendencia al vértigo —"Un equipo necesita, sobre todo, a un futbolista con velocidad", reflexionaba el holandés antes de aterrizar en el Barça—, parecían el camino definitivo para el éxito de Dembélé en el Barça. “Hay que darle tiempo”, pedía el técnico azulgrana. Pero la paciencia de Koeman con el francés, de 23 años, se agota, un proceso de hartazgo por el que pasaron Setién, Valverde y también sus compañeros.
Marc Bartra, compañero de Dembélé en el Borussia Dortmund, desaconsejó el fichaje del extremo a la dirección deportiva del Barcelona en 2017. Pero había prisas en el Camp Nou. Neymar acababa de firmar su ruidoso adiós y Josep Maria Bartomeu necesitaba un golpe de impacto, de manera que arregló con el Dortmund un traspaso de 105 millones más 40 en variables. Tardó poco Dembélé en enseñar sus debilidades. A las faltas de disciplina se le sumaron las lesiones: nueve en total, ocho musculares. El francés pasó dos veces por el quirófano, estuvo 512 días de baja y se perdió 80 partidos. Sin embargo, cuando saltaba al campo, ilusionaba. Sus números, por ejemplo, son superiores a los de Griezmann: 19 goles y 15 asistencias en 75 partidos (ha participado en 0,45 de los goles) por 15 dianas y cuatro pases de gol en 51 duelos del exjugador del Atlético (0,37).
Valverde habló con él, también sus compañeros y el entonces director deportivo, Eric Abidal (“habla en el mismo código”, advertían en la Ciudad Deportiva). Pero Dembélé amagaba con cambiar de rutinas (mala alimentación, pocas horas de sueño y reiteradas faltas de puntualidad en los entrenamientos) y volvía a tropezar con sus propias limitaciones. “Cada vez se hace una bola más grande”, se quejaba el Txingurri. Tras recuperarse de su última lesión, Setién tampoco contó con el francés: no lo hizo jugar un minuto. Con Koeman se renovó la expectación. Jugó desde el inicio (y marcó) en el primer amistoso ante el Nàstic y participó en los otros dos duelos de preparación frente al Girona y el Elche. Pero desde que comenzó el curso Koeman solo le dio 20 minutos en el primer partido en LaLiga ante el Villarreal. Calentó banquillo ante Celta y Sevilla.
“Dembélé tiene mucha competencia, Ansu Fati está por delante”, sentenció Koeman. No le gusta ni sus faltas de disciplina (vuelve a llegar tarde) ni su falta de comprensión del juego. “Dembélé es Dembélé, hay que aceptarlo como es. Es un solista, no va a entender nunca el juego colectivo. Y es superior a él, se queda dormido. Una cosa es verlo en televisión y otra es tenerlo todos los días. Ronald está en el proceso de interpretarlo. Hay dos caminos, o no se lo utiliza más o se le intenta entender y sacarle el máximo rendimiento para el equipo”, entienden en los despachos de la Ciudad Deportiva. El Barça y Koeman veían con buenos ojos un traspaso. El Manchester United parecía la salvación. Dembélé habló con su amigo Pogba para preguntarle por el equipo y la ciudad, pero se volvió a cerrar en banda. “Quiero triunfar aquí”, insiste.
Mal aconsejado
“Nosotros ya no sabemos qué hacer. Al principio nos lo tomábamos a risa, ahora ya ni eso. Está muy mal aconsejado”, entienden desde el vestuario. Después de dos años y medio en el Camp Nou, el extremo no habla bien castellano —"Si no sabe hablar", se quejó Messi a Mateu Lahoz después de que lo expulsara ante el Sevilla la temporada pasada— y solo se entiende con el grupo de franceses (Umtiti, Griezmann y Lenglet). La madre de Dembélé perdió la ascendencia sobre su hijo. Solo escucha a su agente, Moussa Sissoko, que cada vez que puede le recuerda que su futuro es el Balón de Oro. “Tú eres mejor que Mbappé”, le alienta. Sus compañeros de casa, su tío Malick Dembélé y su amigo de la infancia Moustapha Diatta, van por la misma dirección: “Tú eres el mejor. Los que te critican te tienen envidia. Eres campeón del mundo”. Dembélé solo tiene adeptos en su entorno. Empezó el Mundial de Rusia de titular y solo jugó dos minutos (en cuartos) en la fase decisiva. El seleccionador, Didier Deschamps, no lo convoca desde noviembre de 2018.
Koeman le dejó un plan en el último parón de selecciones y Dembélé lo cumplió. “Tiene mucha calidad y poco a poco estará físicamente bien. Los que no han jugado muchos partidos se han entrenado. Y Ousmane ha sido uno de ellos. Estoy muy contento con sus entrenamientos”, dijo Koeman ante el partido de Getafe (21.00 horas, Movistar Partidazo) para el que es novedad Junior. La paciencia del holandés está en el aire y la historia de Dembélé en el Barça parece destinada a no ser. El francés piensa lo contrario, pero ya nadie lo entiende