Las lágrimas del ‘Grand Fusil’
Geminiani pierde en el Tour de 1958 su gran oportunidad de ganar la carrera por la guerra entre los franceses
Raphaël Geminiani llora como un niño. “Me han traicionado, ¡Judas!”, le dice entre sollozos a Adolphe Deledda, su director. Se mezclan las lágrimas con las gotas de la lluvia que cae con fuerza. Al Grand Fusil –la gran nariz–, el apodo que le puso su amigo Bobet, le tapan con un chubasquero blanco. Está desconsolado. Se le había visto bajar Chamrousse sacando el pie del calapié en las peligrosas curvas mojadas. “Me abandonaron en el Luitet, ¡Judas!”, repite con su Tour del 58 hecho pedazos, vestido todavía de amarillo, después de un día de perros. Ha perdido el liderato, la túnica sagrada, por...
Raphaël Geminiani llora como un niño. “Me han traicionado, ¡Judas!”, le dice entre sollozos a Adolphe Deledda, su director. Se mezclan las lágrimas con las gotas de la lluvia que cae con fuerza. Al Grand Fusil –la gran nariz–, el apodo que le puso su amigo Bobet, le tapan con un chubasquero blanco. Está desconsolado. Se le había visto bajar Chamrousse sacando el pie del calapié en las peligrosas curvas mojadas. “Me abandonaron en el Luitet, ¡Judas!”, repite con su Tour del 58 hecho pedazos, vestido todavía de amarillo, después de un día de perros. Ha perdido el liderato, la túnica sagrada, por la guerra declarada entre los franceses; los del equipo oficial, con la tricolor, y el regional Centre-Midi, en el que milita. O mejor, la guerra entre dos egos desmesurados, el suyo y el de Jacques Anquetil. Charlie Gaul es el que recoge los despojos. El luxemburgués llegará de líder a París después de aplastar a los dos rivales, incapaces de llevarse bien y colaborar para evitar el desastre.
Anquetil había ganado el Tour de 1957, más llano de lo habitual. Cuando el director del equipo de Francia, Marcel Bidot, quiso confeccionar la lista de 1958, el nuevo prodigio del ciclismo mundial bajó la barrera: “Que venga Bobet está bien, pero si traes a Geminiani, yo no corro. Esos dos son muy buenos amigos y no quiero salir desplumado como un pichón. O Bobet o Gem, pero los dos no”.
Y Bidot elige a Bobet, deja fuera a Geminiani, que, furioso, comienza una cruzada contra el equipo francés. A él le toca correr con los regionales del Mediodía galo. En Bruselas, punto de partida, se hace una fotografía bajo el Atómium, a lomos de un burro bautizado Marcel, como el director de la escuadra francesa. Es portada en L’Équipe.
Todo se le tuerce a Geminiani en la Chartreuse. Era feliz, estaba tomándose la venganza deseada, vestido de líder, con su compañero Graczyck como primero en la clasificación de la regularidad. Una humillación en toda regla al equipo de su país, donde el ambiente está enrarecido. Bobet sospecha de todo, dice sentirse víctima de su lealtad. Cree que Darrigade y Anquetil le han atacado a propósito.
Nadie habla en Briançon de Charly Gaul, perdido en la clasificación a más de 17 minutos de Geminiani. En un Tour con equipos nacionales, ser luxemburgués es una desventaja. Cuando ataca en Luitel, junto a Bahamontes, el imprevisible Federico, todos creen que sólo es una boutade, pero deja atrás al toledano y coge ventaja. Llueve, hace frío. Geminiani y Anquetil se enzarzan en ataques mutuos. La ventaja de Gaul, al paso por Grenoble, es de dos minutos. En Porte, Anquetil se desfonda; a Geminiani se le rompe el pedal. Se queda solo. Ya está a 7m 50s; en Cucheron, 12m 20s. En la meta de Aix-Les-Bains, Geminiani ha perdido el amarillo. El nuevo líder es Favero, al que Gaul le arrebata el jersey en Besançon, durante una contrarreloj de 74 kilómetros. Su desventaja era de 1m 7s y vence en París con casi cuatro minutos. Geminiani, el Grand Fusil, nunca ganará el Tour.