La distópica pesadilla del fútbol español
Las intrigas, los litigios y el terco desencuentro que mantienen la Federación y LaLiga han convertido al campeonato en un escenario indeseable
El anémico arranque de la Liga favorece como nunca los intereses del Real Madrid y Barça, principales incitadores de la Superliga europea. Si las distopías son el mal sueño del futuro que viene, inquietud que la covid-19 nos transmite cada día, el comienzo de la Liga no ha sido otra cosa que el temible relato de un destino que se aproxima con más rapidez de lo que parece. Todo lo que ocurrió en la primera jornada configuró un panorama a la altura de los malísimos tiempos que vivimos. Hubo fútbol, pero se jugó en las condiciones que nadie desearía, en gran medida por las obligadas circunstancia...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
El anémico arranque de la Liga favorece como nunca los intereses del Real Madrid y Barça, principales incitadores de la Superliga europea. Si las distopías son el mal sueño del futuro que viene, inquietud que la covid-19 nos transmite cada día, el comienzo de la Liga no ha sido otra cosa que el temible relato de un destino que se aproxima con más rapidez de lo que parece. Todo lo que ocurrió en la primera jornada configuró un panorama a la altura de los malísimos tiempos que vivimos. Hubo fútbol, pero se jugó en las condiciones que nadie desearía, en gran medida por las obligadas circunstancias de una pandemia que ha pillado al mundo con el pie cambiado, y también por las rencillas que han convertido al campeonato en un escenario indeseable, presidido por las intrigas, los litigios y el terco desencuentro que mantienen la Federación Española de Fútbol y la Liga de Fútbol Profesional.
Se jugaron siete partidos en condiciones exprés, después de que se retiraran cautelarmente el viernes y el lunes como fechas hábiles para disputar los encuentros. Se atendió a la exigencia de la federación, que participó con la Liga y el Consejo Superior de Deportes en el pacto que permitió la disputa in extremis de las 11 jornadas que le faltaban a la temporada 2019-20. Los mismos actores no han llegado a un acuerdo para el campeonato actual. Así de breve ha sido la caducidad del festejado pacto de Viana. Aquella imagen en technicolor de Irene Lozano —presidenta del Consejo Superior de Deportes—, Javier Tebas y Luis Rubiales ha adquirido de repente el color sepia de las fotos muy antiguas.
Fuera del esfuerzo de los equipos por recordarnos en qué consiste un partido, todo lo demás resaltó el decaído estado de salud actual: los estadios siguen vacíos, se mantienen los protocolos de seguridad para evitar los contagios, el mercado de fichajes está en los huesos y el calendario se tambalea de un día para otro, sometido a decisiones que animan aún más al desconcierto y la desunión.
Por si fueran pocos los problemas, otro elemento acentúa los rasgos del erial que la Liga debe evitar a toda costa. No se recuerda un inicio del campeonato más tristón, con un corolario mediático que mueve a la duda: ¿Nos importa la Liga, el fútbol en definitiva, o las aventuras y desventuras del Real Madrid y Barça? El arranque de la temporada siempre se ha marcado a fuego en las portadas. Se santificaba a todo trapo la felicidad del fútbol que venía después del verano. Esta vez se ha sudado tinta en las redacciones para encontrar una portada en las páginas de deportes. El fútbol no interesaba.
Ni tan siquiera ha funcionado el infalible recurso de una victoria española en el Tour, Open de Estados Unidos o Mundiales de motos y Fórmula 1. No hemos tenido al Nadal, Induráin, Marc Márquez o Fernando Alonso de turno. A modo de parábola, el deporte español, fútbol incluido, regresó en el fin de semana a la posición anterior a su fenomenal estallido. Un deporte con buenos representantes, pero cada vez más escaso de grandes campeones.
En medio de este paisaje, la flojera inicial de esta Liga ha magnificado la posición de los ausentes, fundamentalmente el Barça y el Real Madrid, empeñados en edificar una Superliga europea, porque ésta se les queda pequeña para sus intereses. Su demorado regreso a la competición sitúa al fútbol frente a la dura realidad que le espera sin el concurso de sus dos grandes portaviones y el acorazado que desea acompañarlos: el Atlético de Madrid. Sin todos ellos, el futuro ha estado aquí, y tiene el amenazador aire de las pesadillas distópicas.