La Liga de balonmano empieza a su aire
El torneo, aplazado hace una semana a la espera del protocolo del CSD que por ahora no llegará, arranca con normas propias y público en las gradas
Hace una semana, el balonmano reculó en el último instante y aplazó el inicio de la Liga Asobal a la espera del protocolo sanitario del Consejo Superior de Deportes (CSD). Este documento no llegará, al menos de momento, porque las negociaciones con las Federaciones y las comunidades autónomas se rompieron este martes por la tarde. Pero antes de conocerse este extremo, la competición del 40x20 había decidido no esperar más y echar a andar con los encuentros Ademar León-Benidor...
Hace una semana, el balonmano reculó en el último instante y aplazó el inicio de la Liga Asobal a la espera del protocolo sanitario del Consejo Superior de Deportes (CSD). Este documento no llegará, al menos de momento, porque las negociaciones con las Federaciones y las comunidades autónomas se rompieron este martes por la tarde. Pero antes de conocerse este extremo, la competición del 40x20 había decidido no esperar más y echar a andar con los encuentros Ademar León-Benidorm (26-22) y Cangas-Bidasoa (22-35). Este miércoles se completa el resto de la jornada con otros siete duelos.
El torneo arrancó con un protocolo propio, elaborado por la Asobal y enviado a los equipos el pasado fin de semana. Y lo hizo, además, con público en las gradas, dentro de las limitaciones que marca cada comunidad. Se convierte así en el primer deporte en España, al menos entre los más relevantes de la cartelera, cuya Liga celebra sus encuentros con aficionados. 893 personas asistieron al Palacio de los Deportes de León y unas 300 lo hicieron en el pabellón de Cangas de Morrazo. La Supercopa masculina de hace dos semanas y la Copa de la Reina de hace unos días ya se disputaron a puerta abierta, con unos 400 espectadores en cada caso.
El protocolo no se ha hecho público por la Asobal, aunque este periódico ha accedido a su contenido íntegro. Consta de nueve páginas y en su punto más espinoso, el de los test, ofrece una solución laxa: basta con una prueba serológica (menos fiable que la PCR, según los especialistas) 24 horas antes de cada partido. Si un integrante del vestuario da positivo, se le realizaría, entonces sí, una PCR. En el caso de que se confirme el positivo, se le aislaría y se extendería ese examen a todo el grupo, que se mantendría confinado hasta que se conozcan los resultados. Si el resto diera negativo, volvería a la actividad, salvo el infectado, al que le repetirían el test cuatro o cinco días más tarde. El texto, sin embargo, no dice nada de cómo habría que actuar si en las PCR al resto del vestuario aparecen más positivos. Antes de cada encuentro, el médico de cada equipo deberá enviar un informe con los resultados a su rival y a la Asobal.
Público identificado
Respecto a la asistencia de público, el protocolo ordena que cada persona tenga un asiento asignado respetando la distancia mínima de seguridad, que dé sus datos personales (nombre, DNI y teléfono, por si hubiera que localizarla) y que supere un control de temperatura en la entrada al pabellón. No podrá comer ni beber, salvo casos justificados, y, lógicamente, la mascarilla es obligatoria. Todas las localidades que no vayan a usarse deben estar marcadas con un precinto. Los aficionados no podrán acceder a la pista y los banquillos serán desinfectados en el descanso. Cada club, según se establece en el documento de la Asobal, debe disponer de un delegado de cumplimiento del protocolo, un responsable de la higiene de las instalaciones y un jefe médico.
Las pruebas y la asistencia de público fueron los puntos más complejos en las negociaciones que llevó a cabo el CSD con las comunidades y más de 60 Federaciones para intentar cerrar el protocolo. Cuántos test habría que realizar en campeonatos largos (34 jornadas en el caso del balonmano) y cómo sufragarlos fue motivo de debate porque lo que estaba en juego era mucha inversión en unas disciplinas que sufren las estrecheces económicas, más si cabe con una pandemia, y que por sí solas no podían asumir ese coste. Y el otro aspecto de fricción fue cuánto aforo se permitiría, ya que algunas regiones, menos castigadas por la covid, se mostraron más permisivas.
Las conversaciones encallaron y, finalmente, fracasaron, pero antes de que llegara ese momento, la Liga masculina de balonmano tiró hacia adelante con su protocolo, del que la Asobal no ha ofrecido detalles públicos. Esta vez, ningún club pidió al Comité de Competición de la Federación el aplazamiento, como sí hicieron ocho de ellos la semana pasada, lo que motivó la suspensión de dos jornadas. Esta decisión provocó un terremoto en la patronal, dividida dentro de la gran guerra interna general, con la Asobal y Federación enfrentadas. Tal fue el temblor que la patronal decidirá en una asamblea si se disuelve como asociación. Esta vez, nadie alertó de nada y el inicio del torneo no generó ruido.