Mikel Landa: “No veo inalcanzable el maillot amarillo”
El alavés no renuncia a conseguir el liderato en el primer Tour que disputa como líder único en su equipo
El Tour salta de los Pirineos a la costa atlántica, la llanura de La Rochelle entre Burdeos y Nantes, y si algo ha hecho la brisa marina ha sido aumentar la sensación de bienestar con la que Mikel Landa vive su primer Tour de líder único en un equipo, y hasta sigue hablando de ganarlo. “No lo veo inalcanzable”, dice el ciclista alavés, el mejor clasificado de los españoles con casi medio Tour disputado (décimo, a 1m 42s de Roglic, a 1m 21s de Egan y a...
El Tour salta de los Pirineos a la costa atlántica, la llanura de La Rochelle entre Burdeos y Nantes, y si algo ha hecho la brisa marina ha sido aumentar la sensación de bienestar con la que Mikel Landa vive su primer Tour de líder único en un equipo, y hasta sigue hablando de ganarlo. “No lo veo inalcanzable”, dice el ciclista alavés, el mejor clasificado de los españoles con casi medio Tour disputado (décimo, a 1m 42s de Roglic, a 1m 21s de Egan y a 58s de Pogacar, el que con él perdió 1m 21s en el abanico de Castres). “Los rivales son difíciles y están en forma, pero queda mucho Tour y puede haber sorpresas; y yo tengo mucho que decir, creo que puedo hacer algo en los Alpes. Y, encima, estoy disfrutando con el liderazgo del equipo, me encuentro muy arropado, y eso me empuja a ir más adelante, a dar el 100%”.
Entre la victoria o un puesto en el podio, ante Landa se alza un triángulo imponente: dos ciclistas, Roglic, el líder calculador y su Jumbo imponente, y Egan, el ganador de 2019 y su Ineos que el día de descanso se hizo fotos publicitarias con el Grenadier, el vehículo que les da apellido, que son los esperados. Pero al duelo a dos que se preveía desde hace meses se ha apuntado un tercero, el terror Pogacar, un nuevo elemento en una ecuación más complicada y que recuerda, en cierta forma, a la Vuelta a España de 2019, planteada como un duelo Roglic-Movistar (Valverde y Nairo) en el que se inmiscuyó Pogacar, quien ganó tres etapas, la novena, la 13ª y la 20ª. “Y aquel penúltimo día, el de Gredos, Pogacar atacó tan fuerte que Roglic se quedó sin equipo, y cedió tanto que ganó la Vuelta gracias a nosotros”, recuerda José Luis Arrieta, director del Movistar, “que estuvimos tirando todo el tiempo para salvar el segundo puesto final de Valverde. Pero si hubiéramos pasado y nos hubiera dado igual ser segundos que terceros, seguramente Pogacar habría ganado la Vuelta”.
Traducidos los hechos al Tour significan dos cosas. El discurso repetido por todos los rivales, desde Roglic hasta Egan, y Mas, y Landa y Valverde, de que el que mucho corre pronto para no deja de ser un tópico al que se agarran todos los que de entrada sufren ante un recién llegado, y los datos fisiológicos y el perfil psicológico de Pogacar refuerzan ese pensamiento. “Tadej”, recuerda su entrenador, Íñigo San Millán, “no se pone nervioso ni teme a nadie, es tranquilo como Indurain, pero ama atacar, y si muere será matando”.
La segunda es que quizás el Jumbo, cuyo derroche de fuerzas y velocidad solo ha servido para que Roglic sea líder por las bonificaciones, y el Ineos, que no ha mostrado fuerza colectiva, busquen una nueva táctica para lo que queda, macizo central y Jura el fin de semana, Alpes la última semana: la que han seguido solo ha beneficiado la estrategia del joven Pogacar. Y si el triángulo se rompe, allí estará Landa. O eso promete.