El rey liquidado del Barça

Bartomeu acaba por desquiciar a amigos y a enemigos; a unos los echa y otros le dejan

Bartomeu y Messi, tras la renovación del contrato del argentino en 2017.HANDOUT (AFP)

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El relato del Barça se actualiza y supera con los años, siempre superlativo y nunca convencional, empeñado como está el club en fagocitar a las figuras que ha endiosado, más caníbal cuanto más grande es la presa, ninguna como Messi. Nada puede ser más antinatural que el mandato de Bartomeu pueda sobrevivir a la carrera de Messi como jugador del Barça. Y seguramente así será si el 10 encuentra la salida del Camp Nou, un asunto complicado si se revis...

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El relato del Barça se actualiza y supera con los años, siempre superlativo y nunca convencional, empeñado como está el club en fagocitar a las figuras que ha endiosado, más caníbal cuanto más grande es la presa, ninguna como Messi. Nada puede ser más antinatural que el mandato de Bartomeu pueda sobrevivir a la carrera de Messi como jugador del Barça. Y seguramente así será si el 10 encuentra la salida del Camp Nou, un asunto complicado si se revisa su mala estrategia.

Un capitán es corresponsable de los males de su equipo, y el Barça se perdió aguardando el gol de Messi. Los jugadores envejecieron y se viciaron en la sala de espera y el 10 no dio con la portería para desespero de Bartomeu. No se puede ir a jugar un partido en patinete, aunque te llames Piqué, ni bostezar en la grada, por más aburrido que estuviera Arthur, con el consentimiento de un presidente que se cayó hace tiempo en el agujero del Espai Barça.

Messi, mientras tanto, tomaba mate con Luis Suárez. Nunca pensó que dejaría de marcar goles, ni que le costaría salir de un regate, tampoco que ya no le alcanzaría con su desequilibrio para ganar siquiera los partidos de LaLiga. Vivía el Barça en la inopia pese a las advertencias de Turín, París, Roma y Liverpool. Bartomeu se encomendaba a Messi y Messi se excusaba en Bartomeu. Hasta que llegó el 2-8 de Lisboa.

El 10 ha sido siempre tan competitivo que nunca toleró la derrota, hasta el punto de que cuando pierde busca culpables, ninguno tan recurrente como el presidente y su junta. El dolor del argentino es tan agudo que seguramente piensa que Koeman forma parte del plan de siempre de Bartomeu desde que supo que no contaba con Suárez y mantenía en nómina a Piqué, Sergi Roberto o Busquets.

No es que Messi se haya alejado voluntariamente del modelo de club, del estilo del equipo y de la vida de La Masia sino que le han idolatrado tan interesadamente en el palco que se confundió y pensó que había llegado el momento de gobernar por encima del legado del Dream Team de Cruyff y al del armónico equipo de Guardiola. Bartomeu necesitaba personificar el éxito para poder matar al rey en caso de necesidad y Messi pasó a ser Maradona.

Así se destruye a un equipo y a un club como el Barça. A Messi, el mejor 10 del mundo en un equipo de 11, se le consintió todo como número uno, incluso una cláusula de escape sin condiciones, a cambio de ganar la Champions. Y en caso contrario le tocaría pagar la cuenta, obsesionado como está Bartomeu en cuadrar los números del mandato para no tener que avalar ni que se le recuerde la acción de responsabilidad emprendida en 2010 con Rosell contra Laporta. El patrimonio deportivo no cuenta cuando se trata de enmascarar la economía.

La política del presidente acaba por desquiciar a los amigos y a los enemigos, de manera que a unos los echa y otros le dejan, víctimas del liquidador Bartomeu. Muchos aficionados comprenden a Messi, aceptan que se vaya, no quieren verle sufrir y, trágico como es el relato, asumen que se pueda reencontrar con Guardiola o si no con Neymar. La mayoría habría entendido a Messi si hubiera sabido distinguir entre la junta y el club, y no hubiera caído en la trampa de Bartomeu, igual que ya le pasó a Rousaud, el exvicepresidente que proclamó que alguien metía mano en la caja del Barça. Ambos se cargaron tanto de razones, se calentaron de tal manera, que su quejido contra Bartomeu quedó desvirtuado cuando se convirtió en una bomba contra la presidencia del Barcelona.

Messi incluso cayó en el recurso del burofax, la técnica de la directiva para intimidar a los críticos. Bartomeu no tolera que le digas que no después de que él te haya dicho a todo que sí; igual le pasa a Messi, metido en una cruzada difícil de descifrar cuando en enero puede elegir a que equipo puede ir gratis en 2021-2022. No es extraño que las cosas ocurran a destiempo y se pueda dar la paradoja de que Bartomeu siga mientras Messi se va del Barça.


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