Banega tira del pelo a Conte y dirige la remontada

El centrocampista comanda al Sevilla después de provocar al entrenador rival diciéndole que quería verificar si llevaba peluca. "Me despido como me merezco", asegura

Sevilla's head coach Julen Lopetegui, left, talks to Sevilla's Ever Banega during the Europa League final soccer match between Sevilla and Inter Milan in Cologne, Germany, Friday, Aug. 21, 2020. (Friedemann Vogel/Pool via AP)Friedemann Vogel (AP)

Dijo Éver Banega que se quería despedir del Sevilla por la puerta grande, tras firmar en enero por el Al-Shabab saudí. Culminada la final de Colonia con la sexta Copa de Liga Europa para el Sevilla después de una primavera y un verano marcados por la pandemia de coronavirus, este centrocampista de espíritu amateur por fin se hizo justicia a sí mismo. Ya con el trofeo en la mano, apuntó a la ofrenda que procurará a la afición: “Ahora me toca despedirme como creo que me merezco”.

Pocos jugadores hicieron más que Banega por arrojar su carrera al sumidero de la irrelevancia. No lo consiguió...

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Dijo Éver Banega que se quería despedir del Sevilla por la puerta grande, tras firmar en enero por el Al-Shabab saudí. Culminada la final de Colonia con la sexta Copa de Liga Europa para el Sevilla después de una primavera y un verano marcados por la pandemia de coronavirus, este centrocampista de espíritu amateur por fin se hizo justicia a sí mismo. Ya con el trofeo en la mano, apuntó a la ofrenda que procurará a la afición: “Ahora me toca despedirme como creo que me merezco”.

Pocos jugadores hicieron más que Banega por arrojar su carrera al sumidero de la irrelevancia. No lo consiguió porque su largo rosario de dislates, desde que desembarcó en el Valencia en 2008, pesó menos que su tonelada de virtudes. Ese dominio del espacio, esa visión periférica que abarca a propios y extraños, y ese sentido del pase que comunica la jugada con todos los perfiles de su pie derecho, le sirvieron para empatizar con sus compañeros y para elevar a sus equipos hasta lo sublime en los días en que no se dejó arrastrar por la pulsión autodestructiva. La final de Colonia fue una de esas fechas. Se le notó en la mirada brillante que lanzó a Antonio Conte cuando el técnico italiano se desgañitó en la banda pidiendo penalti a Lukaku. Estaba picado. Que aprovechara el revuelo para tirar de un mechón de la célebre melena implantada del entrenador italiano fue sintomático de su inclinación estrafalaria. “Quería ver si era una peluca”, le dijo, según La Gazzetta dello Sport. Fuera de sí, Conte le amenazó con ajustar cuentas en los vestuarios.

Banega entró al partido con mal pie. En el minuto dos, después de una jugada a balón parado que acabó con remate de Fernando en el área del Inter, fue a proteger la pelota rechazada sin la suficiente tensión y Barella se la robó. El contragolpe desembocó en el gol de Lukaku de penalti. Diego Carlos no le dio opción al árbitro y los gritos de Conte exigiendo justicia desataron la tragicomedia. Fue el punto de partida de una remontada que si no fue agónica fue porque el Sevilla se apoyó en Banega.

Volcado sobre su portero con cinco defensas para lanzar la contra con Lukaku y Lautaro, el Inter tuvo cierto dominio sobre las áreas pero perdió la iniciativa cada vez que la pelota circuló por la hierba del mediocampo. Ahí prosperó el plan de Lopetegui, que supo apuntalar a Fernando, Jordán y Banega con cada una de las intervenciones de Navas, Reguilón y Suso, todos participativos de un juego orgánico. Todos repartiéndose la superficie de la cancha de forma más armónica que sus rivales, tan devotos como aislados en la zona ancha del campo. Las distancias recorridas comparadas de los interiores reflejaron parte de esta realidad. Pasada la primera mitad de partido, Brozovic, Barella y Gagliardini habían recorrido cada uno más de 5.5 kilómetros. Los del Sevilla rondaban el umbral de los 5 kilómetros.

A sus 32 años, no muy sobrado de resistencia física, Banega fue beneficiario y benefactor. El modelo lo ayudó a gestionar su energía y él ayudó a sus compañeros a sobrellevar un partido jugado con el aire enrarecido de las remontadas. Al descanso el Sevilla dominaba la situación con el 60% de la posesión.

El primer gol del Inter comenzó por Banega. El primer gol del Sevilla, también. Pasados los diez minutos, se asoció con Navas —su gran cómplice— y junto a Suso y Jordán armaron la asistencia que remató De Jong con un frentazo. La combinación, por refinada, desbarató la defensa que dirigía Godín.

Vuelo a Reguilón y Navas

Banega fue elegido mejor jugador del partido en la final de la Liga Europa que ganó con el Sevilla en 2015. En su tercera final –también jugó y ganó en la de 2016– manejó la situación con el punto justo de fiebre y pausa, moviendo a las alas —Reguilón y Navas— al ritmo más demoledor posible para los rivales, que iban siempre tarde a las coberturas. Superados por número y por velocidad de circulación, los volantes del Inter casi nunca consiguieron anticiparse a las construcciones del Sevilla. Cuando Barella quiso frenar a su contraparte tuvo que hacerle falta. Gracias a una lateral, Banega ejecutó el lanzamiento que De Jong cabeceó en el segundo palo después de uno de los desmarques más largos que se recuerdan en una jugada a balón parado. Dio la impresión de cosa ensayada. Si este galimatías fue producto de un cálculo, el argentino puso el balón con la precisión de un relojero.

Pasados los 70 minutos, el mediocentro marcó jugada como un quarterback y volvió a clavar el lanzamiento lateral de falta. El gol de Diego Carlos le hizo los honores. Antes de levantar la Copa, se dirigió a los empleados del Sevilla que se agitaban en la grada y les saludó como quien ya se va.

“Es un momento emotivo y triste porque me toca marcharme del club de mi vida”, dijo en Movistar, tras la velada. “Me voy con otro título gracias a mis compañeros que me han ayudado a cumplir un sueño. Me voy con la cabeza bien arriba. Este grupo se ha unido por encima de todas las cosas. Gracias a eso hemos llegado a lo más alto”.


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