El Barça se resume en Messi
Los azulgrana apelan a su efectividad y a la calidad de su capitán para resolver un partido manejado por el Nápoles. El Bayern, rival en cuartos el próximo viernes
En tiempos de incertidumbre, manifiesta también en un torneo como la Champions, más abierto que nunca desde la caída del Liverpool y del Madrid, y también de Cristiano, el Barça ya está de camino a Lisboa como si fuera en busca del Dorado. El torneo se presenta tan abierto que incluso la candidatura de un equipo crepuscular, irregular e inconsistente como el azulgrana, ya derrotado en la Liga, tiene su gracia y su mérito, ni que sea por la fe de sus jugadores y por respeto a Messi. El deseo del capitán mueve la montaña del Camp Nou y tiene en vilo a Europa. Nadie le lleva la contraria y menos ...
En tiempos de incertidumbre, manifiesta también en un torneo como la Champions, más abierto que nunca desde la caída del Liverpool y del Madrid, y también de Cristiano, el Barça ya está de camino a Lisboa como si fuera en busca del Dorado. El torneo se presenta tan abierto que incluso la candidatura de un equipo crepuscular, irregular e inconsistente como el azulgrana, ya derrotado en la Liga, tiene su gracia y su mérito, ni que sea por la fe de sus jugadores y por respeto a Messi. El deseo del capitán mueve la montaña del Camp Nou y tiene en vilo a Europa. Nadie le lleva la contraria y menos el club que alcanzó fama mundial con Maradona. Jugó el Barcelona como si fuera más italiano que el Nápoles para que decidiera la grandeza del 10.
Los momentos del capitán ilustraron un partido que perdió encanto desde que la covid-19 cerró la puerta de los campos a los aficionados, pocos tan pasionales como los del Nápoles y del Barça. Afónica la grada y desbravado el choque, Messi puso la voz para que el encuentro no fuera aséptico sino previsible desde que la efectividad azulgrana disimuló la fragilidad de una defensa que si no acabó sometida fue por el carácter inofensivo del Nápoles. Los italianos parecieron más interesados en el esférico que el Barça. El cambio de papeles favoreció la pegada azulgrana y especialmente de Messi. El 10 convirtió en sencillo un partido que se preveía complicado pese al 1-1 de Nápoles.
Aunque los veteranos han sido sus mayores críticos, Setién fue respetuoso con la jerarquía del vestuario y la inversión del club, al tiempo que se mostraba distante con los jóvenes de La Masia que llenaban el banquillo del Camp Nou. Ausentes Busquets y Vidal por sanción, el técnico se la jugó en un momento crucial, cuando se discutía incluso sobre su continuidad, con quienes mandan y con Griezmann, el autor del gol de San Paolo. El marcador de la ida condicionó la formación de la vuelta por más que últimamente ningún entrenador toma riesgos en situaciones extremas y menos en torneos en que los errores penalizan como la Champions. No se equivocó el míster ni los jugadores liderados por Messi.
La experiencia se impone ante rivales amenazantes e ingenuos como el Nápoles, un equipo de sangre caliente, lleno de revoltosos cuya pasión se ha reforzado con un técnico del carácter del calabrés Gattuso. Animados por su condición de invictos, los italianos tomaron el balón nada más sacar de centro: Mertens remató a la madera después de un rechazo de Piqué. El Nápoles tenía un plan y el Barça iba a remolque, destensado pese a la presión de cada uno de sus delanteros con su marcador a partir del rombo dispuesto por Setién. Hasta que el cuero se detuvo en un saque de esquina y llegó el 1-0. A diferencia del Nápoles, no perdonó el Barça.
Ausente el fútbol colectivo, los barcelonistas se encomendaron a una jugada ya sabida para entrar en el partido: el pase profundo para Alba y el centro del lateral para la llegada de Messi. La acción acabó en córner y Lenglet cabeceó a la red después de una pugna cuerpo a cuerpo con Demme validada por el árbitro. El gol reforzó la propuesta conservadora del Barça. Nunca se había visto un repliegue bajo tan marcado en un equipo azulgrana siempre pendiente de Messi. El gol desanimó a los muchachos de Gattuso y encendió a Messi. El 10 protagonizó tres jugadas resueltas de manera diferente: una significó el 2-0, la segunda acabó en un tanto anulado y la tercera supuso el penalti del 3-0.
Messi ha perdido finura y velocidad con la edad, ya no sale limpio del regate como se vio en el 2-0. A cambio, ha ganado determinación, no se vence ni cuando pierde el cuero, recorta, trastabilla, se levanta y porfía hasta chutar y batir a Ospina. El gol fue una declaración de voracidad del capitán: 2-0. El árbitro le anuló después un segundo tanto por entender que se ayudó con la mano en un control primoroso y más tarde sorprendió a Koulibaly, tan confiado en el manejo del esférico que enganchó el tobillo del argentino sin que se diera cuenta, delatado solamente por el VAR. El penalti lo transformó Suárez: 3-0.
La zurda de Messi quedó dañada y el Barça sufrió de mala manera, despersonalizado y empeñado en disimular sus carencias, disfrazado de equipo pequeño, dominado por el Nápoles, que solo marcó de penalti: 3-1. Los cambios de Gattuso empequeñecieron todavía más al exiguo y fundido plantel de Setién. Ya no podía Messi, no había noticias de Griezmann y el único equipo que jugaba era el Nápoles. El afortunado Barça se defendió de la misma manera que defenderá sus opciones en Lisboa: apretando los dientes y mirando el marcador, empeñado en sobrevivir resistir a la espera de que decida Messi, también si es posible el viernes ante el Bayern en cuartos. En época de incertidumbre, queda la certeza del 10.