Celta y Atlético no rematan
El empate (1-1) no certifica ni la salvación de los locales ni la participación de los rojiblancos en la Liga de Campeones tras un partido con un tiempo para cada equipo
Con sus respectivos objetivos a tiro, ni Celta ni Atlético los concretaron. El empate respondió a la igualdad en el reparto de los tiempos. El primero para los de Simeone, el segundo, para los de Óscar. Los dos equipos marcaron al inicio de los dos primeros y ninguno de los dos supo exprimirlo para imponerse. El de Balaídos fue el 15º empate de los rojiblancos en 35 jornadas de LaLiga.
El tempranero gol del Atlético resumió parte de las claves de que le permitirán sentirse equipo de Champions el curso que viene. El equipo estaba en campo contrario porfiando por recuperar la pelota. Aria...
Con sus respectivos objetivos a tiro, ni Celta ni Atlético los concretaron. El empate respondió a la igualdad en el reparto de los tiempos. El primero para los de Simeone, el segundo, para los de Óscar. Los dos equipos marcaron al inicio de los dos primeros y ninguno de los dos supo exprimirlo para imponerse. El de Balaídos fue el 15º empate de los rojiblancos en 35 jornadas de LaLiga.
El tempranero gol del Atlético resumió parte de las claves de que le permitirán sentirse equipo de Champions el curso que viene. El equipo estaba en campo contrario porfiando por recuperar la pelota. Arias la ganó, hizo una pared de manual con Marcos Llorente y se fue raudo al espacio para recibir y apoyarse en Correa. El centro atrás del argentino lo empujó Morata sin oposición. Si de manual fue el tuya-mía entre Arias y Llorente, no menos lo fue el movimiento de Correa y Morata. Uno al primer palo y el otro al segundo en cuanto advirtieron que la jugada progresaba. En apenas cuatro toques el Atlético desarmó a la defensa del Celta. Muchos de los goles de los rojiblancos tras el confinamiento tienen esa misma traza.
Nada para el equipo de Simeone como poder administrar un marcador a favor. Esta vez, cuando no pudo mantener la presión alta se atornilló cómodo a esperar las maniobras del Celta. Casi siempre orientadas hacia el costado derecho, donde Hugo Mallo, Aspas y Brais aguardaban la oportunidad de romper. Hay una sensación generalizada entre los equipos que se miden al Atlético de que su debilidad está en la espalda de Lodi. En muy pocas ocasiones pudieron encontrárselas durante el primer acto, aunque las pocas llegadas del Celta fueran centros desde Hugo Mallo o Brais desde ese costado. Toda la pulcritud y el academicismo que el equipo de Óscar tuvo en la salida del balón con los tres centrales, resultó inane en las zonas de la verdad. Fue tan descarado y previsible ese intento de volcar su ofensiva por la diestra que el Atlético vivió muy cómodo el primer tiempo. Con Correa ampliando su radio de acción le dio para estirarse en un par de ocasiones con cierto peligro.
El segundo tiempo fue otra historia. El equipo de Óscar aumentó el voltaje. Y encontró premio rápido a su subida de revoluciones. Un centro de Brais lo empaló a la remanguillé Fran Beltrán. La extraña cuchara hizo que la pelota describiera una parábola indescifrable hacia la escuadra derecha de Oblak.
La igualada invitó a Óscar a darle otra vuelta de tuerca más a su equipo, con más manejo de balón dañino del balón y más colmillo arriba. Dio paso a Rafinha por Brais y a Santi Mina por el inédito Smolov, desahuciado ante sobriedad de Savic y Giménez.
Como el partido fue más del Celta, Simeone operó para restañar las deficiencias más evidentes que mostraba su equipo. Sentó a Lodi, con amarilla y ya con graves problemas para detener la avalancha que se le venía. El canterano Manu tuvo que ocuparse de frenar la sangría. El cambio de Thomas para que entrara Herrera tuvo que ver con la necesidad de recuperar temple y control del juego. No acaba Thomas de firmar un partido redondo tras el parón. Se ha visto a un futbolista funcionarial, con menos peso en el juego del que se le demanda. Ni se ha impuesto en la salida del balón ni tampoco ha sido impactante en sus descuelgues desde la segunda línea. El tercer cambio de Simeone mandó a Llorente al banquillo, más certero corriendo al espacio y en la presión que con la pelota. Vitolo ocupó su lugar, sin apenas influencia en ataque. Lo vio el Cholo, que buscó más variedad y desequilibrio con Lemar, pero el francés sigue en esa línea intrascendencia.
Sin mejoras notables, el Atlético volvió a ese modo en el que se maneja como pocos. Ya jugó a que apenas sucediera algo. A dar por bueno el empate, que no certifica aún su pase a la Liga de Campeones. Lo más relevante en ese tramo final fue la entrada da Saponjic. Sin João Félix y Carrasco lesionados, y con Diego Costa sancionado, el serbio tuvo esas migajas. Y pudo tener su momento de gloria si hubiera conectado mejor un buen centro tocado de Manu. Para el Celta, el punto tuvo un efecto similar en su propósito de mantener la categoría. Para dos equipos tan apurados cuando se reanudó el campeonato, las tablas supusieron un pequeño alivio para asegurar lo mínimo que se les exigía con las plantillas en la mano.