No toque nada más; descanse, Bartomeu
Al directivo, que entró al Barcelona por la puerta del Palau, le convencieron de que tenía que elaborar un relato grandilocuente de su mandato en el Camp Nou
Bartomeu vive confundido desde que salió campeón de Berlín. Aquel día pensó que los títulos se ganaban de tres en tres cambiando las piezas del equipo como si fuera un futbolín mientras siguieran Messi, Neymar y Suárez. Tampoco le ayudó derrotar a Laporta en 2015. El presidente se equivocó cuando pensó que la victoria le legitimaba para asumir la herencia de Cruyff y la de Gamper. También se agran...
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Bartomeu vive confundido desde que salió campeón de Berlín. Aquel día pensó que los títulos se ganaban de tres en tres cambiando las piezas del equipo como si fuera un futbolín mientras siguieran Messi, Neymar y Suárez. Tampoco le ayudó derrotar a Laporta en 2015. El presidente se equivocó cuando pensó que la victoria le legitimaba para asumir la herencia de Cruyff y la de Gamper. También se agrandó porque había dejado de ser el segundo de Rosell. Ahora era el líder al que se arrimaban los financieros para ser directivos del Barça. A ningún ganador le faltaron delfines en un estadio en el que se canta “¡Visca el Barça i Visca Catalunya!”.
Al discreto Bartomeu, aquel directivo que entró por la puerta del Palau, le convencieron de que tenía que elaborar un relato grandilocuente de su mandato en el Camp Nou. Así se explica que se contratara I3 Ventures para monitorizar las redes y el fichaje de Griezmann como si fuera Neymar o Ronaldinho sin reparar en que no era el compañero más querido de Messi. Mal asunto porque siempre fue advertido de que su gloria dependía de su capacidad para contentar al 10. Nada que no se pudiera arreglar con un saco de dinero, pensó el presidente, que empezó a pagar los títulos antes de ganarlos, con un plantel que cobraba los salarios más altos de Europa.
Nada parecía prohibitivo para Bartomeu, convencido de que el Barça era una máquina de hacer millones en tanto que més que un club, porque tenía al mejor equipo del mundo y al jugador más grande de la historia, herederos de una fórmula tan mágica que podía ser liderada por cualquier técnico y director deportivo que supiera de la vida y milagros del dream team y hubiera pasado una noche en La Masia. El presidente se atrevió incluso con un presupuesto único de mil millones y con proyectos gigantescos como Espai Barça. Los ejecutivos y directivos que cuestionaron el despilfarro fueron despedidos o invitados a salir del Barça. Hasta que aquel equipo que viajaba con Bartomeu desde Berlín envejeció, dejó de ganar y el club se quedó sin más cartel que la cara de enfado de Messi.
El Barça se descapitalizó profesionalmente, arruinado económica y deportivamente, cercado por el Barçagate. El estropicio ha sido tan mayúsculo que se extendió a las secciones y tiene difícil arreglo en el fútbol porque la relación de los jugadores con el entrenador no anuncia un final feliz en la Liga. Va a costar acabar la temporada y aguardar a los comicios de 2021 necesarios para la salud del Barça. Ya que el timing electoral es asunto de la junta, el barcelonismo agradecería seguramente que mientras tanto Bartomeu no tocara nada más, no tomara ninguna decisión, descansara, dejara de soñar y se olvidara del Nou Camp Nou. Una transición ordenada y anónima, como si no fuera el presidente ni supiera nada del Barça. Igual entonces, sin que se lo proponga, Bartomeu es capaz incluso de lograr la Champions de Lisboa como conquistó la de Berlín.