Peter Lim fulmina a Celades
El técnico catalán, que llegó en septiembre tras el despido de Marcelino, es el séptimo entrenador que destituye el dueño del Valencia desde el curso 2014-15. Voro vuelve a hacerse cargo del equipo
El Valencia pagará otro finiquito. Peter Lim, propietario del club, decidió desde su mansión de Singapur, a 12.000 kilómetros de distancia de la capital del Turia, destituir a Albert Celades como técnico del primer equipo del murciélago. Salvador González Marco, Voro, se sentará en el banquillo el miércoles ante el Athletic Club en Mestalla y se hará cargo del equipo hasta el final de temporada.
Sin contar la interinidad de Voro en otras ocasiones, el dueño ya ha despedido a siete entrenadores desde la temporada 2014-15, cuando empezó a manejar el club. Juan Antonio Pizzi, Nuno E...
El Valencia pagará otro finiquito. Peter Lim, propietario del club, decidió desde su mansión de Singapur, a 12.000 kilómetros de distancia de la capital del Turia, destituir a Albert Celades como técnico del primer equipo del murciélago. Salvador González Marco, Voro, se sentará en el banquillo el miércoles ante el Athletic Club en Mestalla y se hará cargo del equipo hasta el final de temporada.
Sin contar la interinidad de Voro en otras ocasiones, el dueño ya ha despedido a siete entrenadores desde la temporada 2014-15, cuando empezó a manejar el club. Juan Antonio Pizzi, Nuno Espírito Santo, Gary Neville, Pako Ayestarán, Cesare Prandelli, Marcelino García Toral y ahora Celades han desfilado a lo largo de las últimas seis campañas. Solamente en tres temporadas, la primera de Nuno y las dos de Marcelino, ha habido estabilidad en una plaza generalmente volcánica.
Celades ha pasado sus últimos días en el Valencia sentado sobre un barril de pólvora. Desde la derrota frente al Eibar en todos los mentideros de Paterna se hablaba de lo mismo. El técnico no continuaría el próximo curso. Su destino estaba escrito desde antes de que la pandemia parara el fútbol. El equipo se desenganchó de la lucha por la cuarta plaza exhibiendo un fútbol ramplón y sin sustancia desde que el Real Madrid lo volteó durante la disputa de la nueva Supercopa en Arabia Saudí.
“Si el equipo sigue perdiendo, ¿qué haréis con el entrenador?”, le preguntaron al agente Jorge Mendes, muy cercano a Lim, en enero cuando la dinámica del equipo era negativa. “El entrenador es barato de despedir”, contestó. Dicho y hecho.
Hubo un momento de la temporada, desde el empate a uno en Mestalla ante el Sevilla del 30 de octubre hasta el choque con el Real Madrid en Arabia del 8 de enero, en el que el entrenador catalán enlazó su mejor racha con siete victorias, cuatro empates y una derrota en 12 partidos. En este tramo brillante, Celades clasificó al equipo para los octavos de final de la Liga de Campeones como primero de grupo. Hasta qué punto aquello fue mérito suyo o de la mentalidad ganadora que insufló Marcelino en el grupo es la duda que empezó a aflorar en los despachos conforme se desinfló el equipo. “Cuando se acabó el efecto en los jugadores del trabajo de Marcelino, el equipo se le cayó”, han mantenido siempre sus críticos. La realidad es que Celades gestionó bien un vestuario rebelde y enfrentado a la propiedad tras la abrupta destitución del técnico asturiano en septiembre.
A Celades, hasta la vuelta del fútbol, no lo han maltratado los números. Sí, en cambio, las sensaciones que ha transmitido el equipo, que auguraban un final amargo de curso. Invicto en Mestalla, con 9 victorias, 7 empates y 34 puntos, el equipo, con 12 puntos lejos de su fortín es, sin embargo, el quinto peor visitante de LaLiga. El curso pasado, tras la diputa de la jornada 32, sumaba 49 puntos, y hoy tiene 46. La diferencia radica en que, entonces, era sexto a tres puntos de la cuarta plaza mientras que actualmente es octavo y se encuentra a ocho puntos de la zona Champions, fuera incluso de la Europa League. A Celades le duelen los 46 goles en contra. El equipo es una lágrima en defensa. El curso pasado con Marcelino sólo había encajado 27 tantos en las mismas jornadas.
Si rutilante fue la clasificación como primero de grupo, funesta fue la eliminación en octavos a manos del modesto Atalanta por un global de 8-2. Esa eliminatoria jugada en puertas de una pandemia dañó al grupo. Luego llegó el parón y, a la vuelta, los jugadores, sin el aliciente de disputar la Eurocopa, recién suspendida, se desengancharon emocionalmente del cuerpo técnico. “En esa etapa se desconectó el equipo por algún motivo que no entiendo”, cuenta un empleado.
Las maniobras del presidente Anil Murthy, enfrentado a la plantilla y persona non grata para el vestuario de Paterna desde la destitución de Marcelino y el director general Mateu Alemany, han afectado a Celades. Los cambios en el departamento médico, la tensa negociación con los capitanes para la reducción salarial que ayudase a paliar los efectos económicos del coronavirus y la falta de pericia en las renovaciones de Garay -que ya no tiene marcha atrás- y de Ferran Torres, han generado un ambiente contaminado que ha alcanzado al entrenador.
Sin experiencia en vestuarios de calado como el del Valencia, Celades no ha sabido manejar ni reconducir estas situaciones. El grupo nunca lo ha visto fuerte como para defenderlo frente a la propiedad. Alineados con el carácter beligerante de Marcelino, los jugadores han acabado por desconfiar en un entrenador más moldeable como Celades, en el que no veían a un líder. La ausencia de un ejecutivo de perfil fuerte, desde el despido de Mateu Alemany, que sirviera de puente entre la propiedad y el primer equipo ante cualquier conflicto y que reforzase al entrenador también ha jugado en contra de Celades.
El vestuario le ha perdido el respeto. Arrinconar sin minutos a Mangala, castigar a Gameiro por algún error y sus críticas a Diakhaby tras el partido contra el Levante le costaron el enfrentamiento con el clan francés del vestuario, con el que ya tuvo algún problema Marcelino. Tras la victoria ante Osasuna, Maxi Gómez se enfrentó con él en la caseta porque el uruguayo entiende que siempre es el primer cambio. La escena fue desagradable. “Maxi pegó su cabeza contra la suya, suerte que lo separaron”, reconoce un miembro del vestuario. Ese post partido fue especialmente amargo. Gonçalo Guedes, que había hecho dos goles y una asistencia, entró aporreando puertas y paredes y también protestó por su cambio. Hasta Rubén Sobrino, que no cuenta para el técnico, se rebeló cuando Celades lo mandó a calentar. El incendio ya era incontrolable.
A la destitución de Celades le siguió horas después la dimisión de César, actual director de fútbol. César se había reunido con la plantilla por la mañana y les había dicho que Celades seguiría en el banquillo. Cansado de ser ignorado por la propiedad en la toma de decisiones, César tomó la decisión de no seguir al enterarse del despido de Celades por el comunicado del club. El director de fútbol llegó en enero de este año junto a Miguel Ángel Corona.