Con ustedes, la prórroga del siglo
Hace 50 años, Italia eliminó a Alemania en México 70 tras un ‘tercer tiempo’ con cinco goles en 17 minutos
Miércoles, 17 de junio de 1970, hace hoy 50 años. Mundial de México. Partido 30º del campeonato. 16.00 hora local (23.00 en España). Estadio Azteca (Ciudad de México). Más de 100.000 espectadores. 38 grados al sol. Semifinal Italia-República Federal de Alemania. Victoria azzurra (4-3) en una prórroga con cinco goles en 17 minutos, después de que los primeros 90 minutos concluyeran 1-1.
Pocas veces ha existido tanta unanimidad para calificar y ennoblecer un duelo futbolístico: El Partido del Siglo. Antes...
Miércoles, 17 de junio de 1970, hace hoy 50 años. Mundial de México. Partido 30º del campeonato. 16.00 hora local (23.00 en España). Estadio Azteca (Ciudad de México). Más de 100.000 espectadores. 38 grados al sol. Semifinal Italia-República Federal de Alemania. Victoria azzurra (4-3) en una prórroga con cinco goles en 17 minutos, después de que los primeros 90 minutos concluyeran 1-1.
Pocas veces ha existido tanta unanimidad para calificar y ennoblecer un duelo futbolístico: El Partido del Siglo. Antes y después otro puñado de encuentros ha sido catalogado con la misma etiqueta, pero es casi imposible mantener el pulso y alcanzar la magnitud y excelencia de aquella tarde mexicana.
Medio siglo después cuesta asimilar cómo un partido puede ser tan rico en vicisitudes y emociones. Los más puristas y algunos de los futbolistas que lo disputaron no lo recuerdan, hasta el tiempo suplementario, como un tratado futbolístico, pero aceptan que ocurrieron tantas situaciones extremas que el fondo se comió a las formas y la épica a la táctica.
Dos conceptos en las antípodas balompédicas. Un equipo, Italia, que dos años antes se había proclamado campeón de Europa, pretendió a su manera, defensa y contraataque, vivir de las rentas del tempranero gol de su delantero Boninsegna (minuto 7). El otro, Alemania, solo entendía el fútbol como una máquina de ataque (llevaba 13 goles en cuatro partidos) y con el marcador en contra lanzó una ofensiva total en el tiempo —80 minutos de furibundo acoso— y en el espacio —encierro del rival en su terreno—.
Parecía imposible que no transformara en gol ninguna de sus muchas ocasiones. Parte de su impotencia apuntaba en la dirección del árbitro, el peruano Arturo Yamasaki, a quien reclamaron dos penaltis en el segundo tiempo. Uno de Cera a Franz Beckenbauer, en la jugada que dejó mal herido al Kaiser, y otro de Burgnich a Seeler.
Último minuto. Italia se ve en la final. Empatan los germanos. Justicia futbolística. El tanto lo marca un lateral, Karl Heinz Schnellinger, que jugaba en el Milan. Solo marcó ese gol con su selección en los 47 partidos que jugó, para un total de 13 en 15 años de profesional. Cuentan que Gianni Rivera, su compañero de equipo, pasó a su lado y le dijo al oído: “Cuando vuelvas a Milán te vamos a volar el coche”.
Prórroga. Beckenbauer ya tiene el brazo en cabestrillo desde que Cera le derribara en la acción en la que se reclamó penalti. Lo suyo hubiera sido marcharse del campo. Apenas podía correr pero en ningún momento pensó en la deserción. Los cambios estaban gastados. Ese gesto, esa imagen, engrandeció su leyenda por los tiempos de los tiempos.
Italia parecía noqueada por el empate. El golpe había sido duro. Gerd Müller adelantó a Alemania (94’). Empató otro lateral, Burgnich (98’), su segundo y último gol en los 66 partidos de azzurro. Riva, un cañonero de verdad, puso en ventaja a los suyos sorprendentemente renacidos en el aspecto físico (104’). Müller firmó su doblete, su décimo gol del campeonato (110’).
En ese momento, todos, los presentes en el Azteca y los que presenciaban el partido por televisión, pensaron que una batalla semejante no merecía la cara o cruz de una moneda (aún no había tandas de penaltis). Y ahí (111’) surgió él: Gianni Rivera. Elegantemente elegido para la gloria con el 14 a la espalda. El Balón de Oro en ejercicio, incomprensiblemente inmolado por su seleccionador en beneficio de Sandro Mazzola, cuando lo normal hubiera sido que jugaran juntos como lo hacían Seeler y Müller en Alemania. Había que tener mucha calidad y sangre fría para en ese instante dramático buscar el contrapié del gigantesco Maier. Un gol que catapultó a su equipo a la final y truncaba el esperado Brasil-Alemania.
En el frontal del estadio Azteca una de sus placas conmemorativas rinde homenaje “a las selecciones de Italia (4) y Alemania (3) protagonistas en el Mundial de 1970, del Partido del Siglo”. Quizá, más bien debería conmemorar la Prórroga del Siglo.